- Inicio
- Mi Ciudad
- Mi Región
- Política
- Opinión
-
Deportes
- Copa El Nuevo Liberal
- Judicial
- Clasificados
- Especiales
Producción de las entidades organizadoras y el diario El Nuevo Liberal.
Por: Elizabeth Castillo Guzmán
Universidad del Cauca
Mary Grueso Romero nació en una época de fanatismos partidistas y católicos, desconfianza hacia el ‘pueblo’, desmedido centralismo de los Andes sobre la nación y un patriarcado feroz que consideraba a las mujeres como seres inferiores, sin vocación para el pensamiento racional, confinadas por la Iglesia y el Estado a la vida doméstica, religiosa o del magisterio. A pesar de estos signos, la poeta fue bendecida por el poder de un abuelo que reconoció en su pequeña nieta un brillo distinto, que le mereció toda su atención y cuidado.
La historia de Mary Grueso Romero estuvo marcada desde muy tempranas horas por un aura impropia de tiempos en los que poco interesaba hacer de las mujeres negras seres letrados y de razón ilustrada. El manto protector de su abuelo le dio las condiciones para llevar una niñez fuera de lo común y para esculpir su memoria con el lenguaje ancestral de consejos para las noches sin luna. Ella rememora sentencias morales promulgadas entre la seriedad y la jocosidad de viejos señores respetuosos de Dios y sus leyes. Estas fueron sus primeras lecciones de vida, que cultivaron esa indómita pasión literaria, el amor entrañable a su extensa familia, los valores solidarios y fraternos del compadrazgo, las vicisitudes del río que se lleva a unos y trae a otros, y una negritud profundamente arraigada en su manera de sentir. Todo este recorrido alimentó la inquietud de su espíritu y exaltó su manera de ver el mundo, de nombrarlo, de escribirlo y narrarlo muchos años después, cuando su propia diáspora la pusiera en tierras lejanas a su raza y a su cultura, pero abiertas a su condición intelectual.
En medio de casas grandes de madera y devoción a los santos, de juegos de niños y seriedades adultas, Grueso conoció el arribo de los años cincuenta y de los descendientes de la hacienda y la plantación esclavista, que encontraron en el oro la llave amarilla para abrir las puertas de muchos poblados dispuestos a que sus calles y sus casas cambiaran de dueños. La minería inventó ‘los negros con plata’, y la vida en Guapi y Timbiquí se transformó en el orden racial y cultural. Entre moderno y anticuado, este pedazo del litoral se llenó de nuevas palabras que mezclaban alegremente la sonoridad de la manigua venida entre los catres y las
lámparas de petróleo, y las novedades de una mitad de siglo con radio y electricidad. Era una época de cambios, y la ‘muñeca negra’ aprendería a reconocer en la tradición oral, el mejor testimonio de lo que nunca dejó de ser, de lo que pervivió hasta el final, en su terquedad de la palabra viva.
La escuela primaria fue una aventura precoz para Mary, quien ya estaba predestinada a quedarse habitándola por muchos años. En ella y con menos de cinco años, aprendió el universo de las letras y los dibujos que estaban puestos en los libros de textos. Siendo una señorita ingresó la Escuela Normal Superior María Inmaculada de Guapi, de donde salió titulada para ejercer la docencia y con una argolla de mujer casada. En su esposo y maestro Moisés Zuñiga, encontró apoyo y confianza para su camino intelectual. Esto hizo posible su paso por la universidad a finales de los años ochenta, cuando acontecía en Cali, Medellín y Bogotá el surgimiento de una clase media negra que dictaba clases en colegios del Estado, enviaba sus hijos a la educación superior y comenzaban a acumular pequeños patrimonios que los hacían ciudadanos por fuera su territorio de cuna.
La vida de Mary Grueso como maestra está profundamente imbricada con su obra literaria. En su compleja condición de madre, maestra y esposa, tuvo que afrontar el dolor de una viudez que le llegó muy temprano y puso sobre sus hombros una pesada tarea. Con dos hijos y un empleo como maestra de primaria en Buenaventura, Mary Grueso le robó segundos a las noches y las madrugadas de su vida, para escribir y rasgarle al papel poemas que adormecieran el dolor por la ausencia de su amado.
Como en el caso de Sor Juana Inés de la Cruz y su secreta pasión amorosa, la poeta Grueso vertió en su literatura todo el coraje y la fuerza que habita el alma de una mujer negra que se debate entre los pesares de la viudez y la fuerza de la creación cotidiana. De ese momento de su vida viene una transcendental experiencia como escritora, enfrentarse a las propias ataduras sentimentales y emocionales de sus textos. Despide un género, un momento vital, un estilo poético, y asimismo se desprende del vínculo triste y nostálgico que habitaba su comunicación con Moisés.
Precursora de la literatura infantil afrocolombiana
Para finales de los años noventa escribe varios de sus textos de la negritud, pero espacialmente sobresale ‘Muñeca negra’ en el cual inaugura una estética y un lenguaje poético de la memoria infantil del litoral Pacífico, que refiere a la mirada de una niña que auto-reconoce su raza en su cuerpo, y reclama que su muñeca tenga su tono de piel, para que se parezca a ella:
Quería una muñeca
que fuera como yo:
con ojos de chocolate
y la piel como un carbón.
Y cuando le dije a mi taita
lo que estaba pidiendo yo
me dijo que muñeca negra
del cielo no manda Dios;
«buscáte un pedazo’e trapo
y hacé tu muñeca vo».
Yo muy tristecita
me fui a llorá a un rincón
porque quería una muñeca
que fuera de mi color.
Crear y escribir historias para niñas y niños es una tarea literaria para valientes corazones dispuestos a correr detrás de letras escarlatas, cuentos fantásticos y personajes eternos. […]
A este lado del continente, en el «Litoral Recóndito», a finales del convulsionado siglo XX surge la obra de Mary Grueso Romero, cuyas letras han acentuado la voz de la chonta y el canalete en destacados escenarios internacionales. Grande en su voz y ternura, conmovedora en su memoria completa de la niñez del río y del mangle, Mary Grueso es una escritora generosamente entera en sus cuentos de espejos, muñecos de pan y baúles de recuerdos. Escribe para que las niñas y los niños afrocolombianos se reconozcan en su bella y altiva distinción racial. Escribe para que todos y todas aprendamos de esa ensoñación que proviene de una antigua África, traducida y recreada entre marimbas y abozaos.
Estamos frente a la pionera de la literatura infantil afrocolombiana, un género maravilloso para acompañar a las nuevas generaciones de este siglo de diferencias con derecho. La ‘Muñeca negra’, su ópera prima en versión de cuento infantil, ha recorrido ya los caminos de la selva, el llano y los Andes, entre pupitres y patios de recreo que la oyen, le creen y le aplauden asombrosamente aterrados. También por las Antillas, Brasil y Centroamérica la ‘Muñeca’ de Mary Grueso, armada de puño y letra de sus recuerdos, ha narrado su verdad de juegos inventados donde no hay juguetes.
Su literatura infantil tiene la dimensión de su trasegar como maestra de escuela primaria por varias décadas en su querido puerto de Buenaventura, donde muchos y muchas reconocen su invaluable aporte a la formación de varias generaciones, donde forjó por años y años los recuerdos y alimentó con papel sus episodios más extraviados. Ella con la historia de su muñeca de pan que se bautiza y se come, nos ha regalado una nueva metáfora sobre la infancia. Su encanto consiste en proveernos de seres de carne y hueso –de menos de un metro de altura– que cuentan hechos creíbles, que ocurren a pocas horas de aquí, donde la cordillera y el agua se funden en manigua. […]
Comentarios recientes