La pelota ¿en manos de quién?

GISELA DELGADO

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Si bien las mujeres no somos avezadas conocedoras del futbol y culturalmente ha estado asociado al sexo masculino; no deja de ser un juego que involucra la inteligencia, parecido tal vez a lo que es el ajedrez y mucho mas similar al conflicto, pues de hecho se mueve la pelota en un campo abierto, sometiendo a los jugadores a dirimir con sus piernas, quien se queda con ella. Este sábado me detuve a seguir el partido Colombia – Uruguay y no dejé de relacionar esta situación con lo que se vive al interior del país, entre grupos armados en conflicto. Me llamó la atención, la inteligencia del estratega argentino Pekerman, quien todo el tiempo trabajó sicológicamente a los jugadores para que no hubiera respuestas violentas ante la agresión de Uruguay que maltrataba a nuestros jugadores, violentándolos física y verbalmente. Sin embargo no hubo una respuesta violenta por parte de nuestros jugadores, al contrario en todas las actitudes se vislumbraba el pacifismo que les permitió con cabeza fría, conseguir el resultado final: ganar el partido. Y así fue! No me fue difícil comparar esta situación con el momento histórico que vive Colombia, cuando busca pacificarse utilizando el diálogo y una actitud e No Violencia que podría obtener buenos resultados. Bien lo decía Ghandi que la paz es una camino a recorrer, pero para lograrlo hay que desprenderse de las bajas pasiones e instintos que nos meten en el juego de la revancha. Juego que durante años nos ha atrapado, desafortunadamente sin ganadores ni perdedores; pues con la estrategia de la guerra todos hemos perdido. No hay nada más cercano a la guerra que la soberbia, el ímpetu mal empleado en agresividad irracional y la falta de humildad.

En las elecciones que de hecho, por el fenómeno del futbol pasaron raspando y rayaron en el olvido, pues después del 15 de junio nadie volvió a mencionarlas; jugó un papel importante el cansancio ante un lenguaje guerrerista y revanchista que invadió la mente y el corazón de muchos colombianos, que sólo veían de este modo la salida al conflicto. El partido del sábado se vislumbraba difícil pues los uruguayos, lícitamente en el lenguaje del futbol, han tenido por tradición un juego brusco y dañino que de alguna manera, a toda costa busca el objetivo sin importarle quien sale lastimado. Embebido en la soberbia se mostró ante el mundo como ganador enalteciendo sus armas de juego. Colombia no se prestó para el juego sucio; al contrario, la trasparencia de un joven que si muestra lo que es un verdadero corazón grande, con los brazos abiertos y en una venia sutil, ofrece con humildad a Colombia su triunfo y grandeza, para ser un ídolo en un país que ha distorsionado durante años el ideario de un ser grande. Si bien no me equivoco en mi femineidad –me refiero a James Rodríguez– como un joven virtuoso que cala en el corazón de la juventud colombiana, sustituyendo los falsos ídolos que se rodean de armas detonantes y violencia por el ideario de un nacionalismo deportivo ¡La vía pacífica es la única y mejor salida que nos queda en Colombia para ganar todos los partidos incluido el de la Paz!