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La “grandeza” de Popayán

JUAN FELIPE VALLEJO

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Popayán ha sido conocida en la historia por ser cuna de presidentes, próceres, poetas, pintores, pensadores y, en fin, por haber sido el faro ideológico de la patria. Basta darse una vuelta por el centro histórico o por las haciendas aledañas para entender lo importante que fue esta ciudad, vergüenza deberíamos sentir quienes recibiendo semejante legado hoy no hemos podido mantener a nuestra ciudad ni siquiera en las que entran individualmente en las estadísticas del DANE.

Popayán hoy no es más que un triste museo de lo que fue, un museo que además se cae a pedazos. Las familias sobre las que recaía el peso de la historia se vieron abrumadas por el legado que les fue obsequiado y hoy acurrucados y derrotados en medio de su melancolía se aferran a una grandeza que ya no les pertenece más. El talante de estas generaciones se mide en el hecho de que en vez de entender las imponentes casonas que heredaron como un símbolo de su propia derrota, se sienten orgullosos de que hayan pertenecido a sus ancestros ya lejanos y tratan de rescatar con objetos algo de lo que no tuvieron el valor de defender. Muchos de quienes no pertenecían a estas familias en vez de aprovechar los espacios se dedicaron con arribismo a buscar un vínculo, cual sea que fuera, con esta clase en decadencia y así se unieron a su naufragio. Sé muy bien que con esta crítica me estoy criticando a mí mismo, a mi familia y las de mis más cercanos amigos y lo asumo, tenemos gran parte de la responsabilidad en lo que está pasando.

Ese espacio de liderazgo lo fueron llenando de a poco personas de otras partes del departamento y de Colombia, muchos de ellos llegaron buscando las oportunidades que otros no encontramos y Popayán los recibió con los brazos abiertos. Esta generación de migrantes tampoco pudo devolver a Popayán el puesto que se merece en el ámbito nacional e internacional porque nunca logró entender la responsabilidad que recae en quien nace o se establece en una ciudad como esta.

Lo que pasa hoy es muy triste, nuestra ciudad está viviendo una pequeña ola de “progreso”, los barrios tradicionalmente residenciales ahora son un desordenado comercio de tres pesos, se abren nuevos centros comerciales, concesionarios de vehículo y motos, en fin, parece que hay mucho dinero en la ciudad. Todo esto ocurre mientras la industria sigue siendo prácticamente inexistente, mientras el turismo no despega, mientras seguimos sin ninguna actividad económica que nos haga destacar.

Tanto hemos perdido el rumbo que ahora parece que hemos sido penetrados por una clase traqueta que viene a gastar a Popayán el fruto de sus negocios ilícitos. Las hectáreas de coca se han duplicado en el Cauca en los últimos 10 años y la minería ilegal ha tomado nuestros ríos y paisajes para destruirlos sin piedad y nosotros hemos aceptado de forma cómplice que estos personajes se tomen la ciudad, ahora nos dedicamos a vender lo que ellos quieren comprar con sus billetes untados de sangre y dolor.

Podemos quedarnos sollozando viendo cómo se destruye lo poco que nos queda o podemos revelarnos contra este cantado destino, Popayán y el Cauca están clamando nuevos liderazgos, no solo en el sector político sino en la sociedad civil, necesitamos impulsar relevos en el liderazgo de las artes, en la academia, en el sector empresarial, en fin, debemos impulsar gente buena y nueva que pueda ayudarnos a salir de esta obtusa visión en la que hemos caído. Para devolverle la grandeza a Popayán debemos entender que nunca volverá a ser lo que fue, debemos unirnos y convertirla en el símbolo de la unidad de la región pacífico, una ciudad que incluya en su historia a todos los que hoy viven en ella, una ciudad que sea referencia y no imitación. La grandeza de Popayán no puede seguir siendo su pasado, la grandeza de Popayán será el futuro que seamos capaces de construir pero para ello debemos ser valientes y corregir el rumbo.