La candidez ofende

EDUARDO NATES LÓPEZ

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Con una candidez absolutamente fingida salió el inefable Presidente de este atribulado país, el lunes pasado, a pronunciar un discurso dedicado a comentar la presencia del Papa Francisco en Colombia. Confieso que no me gusta oírlo ni verlo pero, como irremediablemente me interesa lo que diga el Presidente de mi país, por razones de responsabilidad ciudadana tocó ponerle atención. Lo hice por tratarse de un tema tan especial como la presencia en nuestro país de semejante personaje universal como Francisco. Puse en juego toda mi paciencia y lo escuché con cuidado, presintiendo, obviamente, que se referiría a la situación del país. Y es allí donde surge, no tanto mi sorpresa, como mi indignación por la manera tan desvergonzada, cínica y/o cándida de presentar una situación completamente diferente a la realidad.

Se sabe que el Vaticano soportó toda clase de presiones diplomáticas y políticas nacionales e internacionales durante el proceso de negociación de los Acuerdos de La Habana, para que el Papa sirviera de garante, o de testigo. Si hasta llegaron a nombrarlo inconsultamente como miembro de una comisión encargada de conformar el Tribunal de Justicia Especial, situación que, como era de esperarse, no pasó de ser una falacia más de todas las peripecias teatrales que hizo el gobierno para forzar, a punta de periódicos y noticieros enmermelados, la trascendencia de su negociación con las Farc.

Por supuesto, dado que Colombia es un país respetable -más aún para un pontífice suramericano-, la visita del primer prelado de la iglesia católica iba a darse con prontitud y cortesía. Gracias a Dios, hoy tenemos al Papa en nuestro país. ¡Bienvenido y muchas gracias por venir! Debemos rogarle, ahora de cerquita, que ore con toda la fe que hemos depositado en él, por nuestro futuro, por cierto tan opaco y desesperanzador en lo político, lo económico y lo social. (Dicen algunos amigos mayores que yo, que la polarización y la decepción que se percibe en estos momentos, es parecida a la de la época en que tocó suscribir el acuerdo del “Frente Nacional,” y que ese sí fue un acuerdo político de paz y convivencia pacífica que finalmente trajo algunas condiciones que impulsaron una época de progreso y tranquilidad relativa del país.)

Lo que resulta inaceptable es que Santos, en su histriónica alocución, pretenda hacer creer que Francisco viene a visitarlo a él y a felicitarlo por lo bien que está el país, en sus manos, pues según dijo, sin inmutarse: “ya superamos los conflictos y los odios… y ahora las armas se funden… se reconoce a las víctimas… se respetan los derechos…” Y dijo también que: “Aquí, más de 5 millones de colombianos superaron la pobreza… y muchos millones cuentan con techo propio… se construyen y amplían vías, aeropuertos…” y también espetó que “el Papa llega a una Colombia nueva…” ¡qué bárbaro…!

Digo en el título que la candidez ofende porque echarle ese discurso fantasioso y egolátrico a un pueblo que en realidad está duramente polarizado, sufriendo la grave crisis a la que nos llevó el despilfarro y la irresponsabilidad del manejo de la hacienda pública; que siente que la esperanza está casi perdida, por la corrupción en las tres ramas del poder público y que las opciones que ofrece la política están muy lejos, es mentirle descaradamente a sus conciudadanos y al Papa.

Aquí hay que aprovechar la visita del Papa Francisco para pedirle que con sus oraciones nos ayude a salir de la encrucijada en que nos metió este mercader de la política que sin ninguna responsabilidad hipotecó la frágil economía del país y entregó principios y recursos a uno de los actores de la insurgencia -sin duda un protagonista de primera línea de la subversión, pero no el único-. Y pedirle a Dios que la polarización política nos permita elegir un gobernante que de verdad esté conectado con el pueblo y sus intereses; un parlamento honrado y comprometido con sus electores y no apéndice del gobierno a punta de dádivas; y que, ojalá, se pueda recuperar la dignidad y la fe en la justicia.