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    Heroínas desconocidas de la independencia de Colombia

    La participación y el aporte femenino en la lucha por la independencia fue notable y diverso y pagaron un precio muy alto.

    MARÍA ALEXANDRA MÉNDEZ VALENCIA

    Especial para EL NUEVO LIBERAL

    Mercedes Ábrego de Reyes, natural de Cúcuta, decapitada por su amistad con el Libertador. / Fotos Suministradas – El Nuevo Liberal.

    El homenaje a las mujeres que participaron de la gesta libertadora en la filatelia nacional.

    Las mujeres de comienzos del siglo XIX vivían en una posición de subordinación, circunscritas al espacio privado, de forma que solo tenían dos opciones respetables: el matrimonio o el convento.

    Le interesa leer… ‘Victoria en Boyacá no significó la emancipación definitiva’

    Las nuevas ideas y los avatares del movimiento emancipador les dieron la oportunidad de convertirse en sujetos activos, saltando al espacio público y adquiriendo un protagonismo relevante, transgrediendo con su actitud y sus acciones las barreras que la sociedad imponía a su género y por ello, aunque en el contexto de la guerra se aprovecharon su arrojo y valentía, en la paz fueron recluidas nuevamente a sus hogares o en los monasterios, condenadas muchas a morir socialmente al ser olvidadas sus ejecutorias.

    La gesta independentista de nuestro país fue un proceso que comprometió a toda la sociedad. Casi que podríamos verla como un caudal incontenible de acontecimientos que se iniciaron el 20 de julio de 1810, continuaron con los desacuerdos entre los mismos criollos sobre cómo debería ser el nuevo gobierno que querían formar y terminaron en la cruenta guerra contra los ejércitos de la reconquista.

    De estos hechos extraordinarios que dieron origen a nuestra República, quedó un relato histórico que exaltó a los próceres y héroes. En dicho panteón las mujeres tuvieron un ínfimo lugar. Sin embargo, con el correr del tiempo se ha ido descubriendo y reconociendo que participaron masiva y activamente.

    La participación y el aporte femenino en la lucha por la independencia fue notable y diverso. Aunque la labor de muchas haya pasado desapercibida e inédita en el tiempo, y sus nombres no perduraran como el de Simón Bolívar o Francisco de Paula Santander. Ellas desde su condición de amas de casa, tejieron el destino de nuestra patria.

    Con sus ropajes, su femineidad, su astucia, su inteligencia, su valentía y también, su belleza y coquetería, lograron ablandar los corazones más duros de muchos hombres que estaban renuentes a apoyar la causa libertadora.

    Las damas de la clase alta del siglo XIX no solo eran hábiles para realizar labores domésticas, sino que eran educadas y literatas, lo que le facilitaba uno de sus principales papeles roles en la independencia: ser espías.

    Los soldados españoles no callaban ni se preocupaban por comentar planes secretos frente al “bello sexo”, pensaban que a ellas no les interesaba la política; esto les facilitaba el trabajo a las féminas y bajo esta creencia muchas lograron protegerse ante cualquier amenaza, sobre todo, en los primeros años de lucha por la libertad.

    A pesar que estaba prohibido incorporarlas a las filas de los ejércitos; las hubo que porfiadamente penetraron en ellas, ocultas en un uniforme de soldado.

    También existió un grupo, al que llamaron ‘Las Juanas’, que seguía de cerca a los ejércitos para brindarles auxilio. Pero el principal aporte de las mujeres a la causa de la libertad lo hicieron también como mensajeras y enfermeras.

    Algunas ocultaron en su casa a patriotas perseguidos o confeccionaron uniformes para los soldados. Otras donaron sus bienes y joyas para patrocinar económicamente la campaña emancipadora.

    Mujeres libertarias

    Cuando viajaban con los soldados, no solo los cuidaban y les preparaban la comida, muchas de ellas lucharon en el campo de batalla, demostrando que también tenían el coraje y el arrojo suficientes para hacer de la guerra un asunto de mujeres.

    Carlota Armero, de Mariquita,Tolima, fiel a su patria, rechazó la pretensión de un español acaudalado, lo que conllevó a que fuera inmolada el 28 de mayo de 1816, hecho que motivó a los habitantes de la Provincia a unirse contra el régimen español.

    Mercedes Ábrego de Reyes, cucuteña, colaboró con los ejércitos republicanos. Bordadora y artesana, que en 1813 le regaló al Libertador una casaca bordada en oro por ella misma como símbolo de admiración y aprecio. Ese mismo año fue apresada y decapitada frente a sus dos hijos.

    Juana Béjar, nacida en Tame, Provincia del Casanare, hoy municipio de Arauca, Se convirtió en la única mujer a la que oficialmente le permitieron combatir en la Campaña Libertadora como Sargento Primero del ejército. Se podría decir que abrió el camino para el posicionamiento de la mujer en las fuerzas militares.

    La boyacense Ana María Bárcenas, entregó a sus dos hijos y todos sus ahorros al ejército libertador el 7 de julio de 1819. Casilda Zafra, adivinadora de Santa Rosa de Viterbo, le envió el caballo Palomo a Bolívar el 25 de julio de 1819.

    Matilde Anaray, pastora de 13 años de edad, nacida en Socha, Boyacá, fue la primera mujer en despojarse de sus propias ropas para entregárselas a las huestes patriotas, este hecho se verificó en el templo de ese municipio durante los oficios religiosos. Esta noble acción, hizo que el párroco Ernesto Reyes manifestara: “Se desvisten en la casa del Señor para vestir al ejército libertador”.

    Las tunjanas, Juana Velasco de Gallo, prestante y adinerada mujer de la sociedad, mandó a hacer dos mil camisas para el ejército libertador de 2.850 hombres. Esta notable acción, inspiró a Bolívar para su famosa ‘Proclama de la Mujer’; Y Estefanía Parra, quien se infiltraba entre las tropas realistas con la excusa de venderles víveres, y aprovechaba la ocasión para enterarse de los posibles movimientos de las tropas y luego, informaba sobre de las intenciones realistas a los independentistas. Sirvió también de guía a los patriotas para rodear a Barreiro en Paipa y para que el ejército libertador pudiera derrotar a las tropas de la corona en el puente de Boyacá.

    Simona Amaya, oriunda de Paya (Boyacá), se vistió con el uniforme de un suboficial patriota. Ejerciendo como sargento, estuvo al frente de un grupo en la batalla del Pantano de Vargas, en la que resultó herida de muerte en el pecho. Bolívar solo se percató de que era una mujer, cuando se dispusieron a curarla.

    Mientras en El Socorro, Santander, Manuela Beltrán lideraba una revolución, la indígena Clara Tocarruncho en Cómbita, Boyacá, se alzó y junto con su grupo y enfrentó con valor a los españoles en 1781.

    Las conocidas como mártires boyacenses o del valle de Tenza fueron: María de los Ángeles Ávila, Salomé Buitrago, Genoveva Sarmiento, Inés Osuna e Ignacia Medina, nacidas en Guateque, Garagoa y Tenza. Fueron asesinadas por el ejército español en esta última población entre el 3 y 9 de diciembre de 1817, tras ser descubiertas ejerciendo como espías y colaborando con las guerrillas patriotas de Casanare y de la conocida como ‘Los Almeida’, en honor de éstos últimos, la población antes denominada Trinidad, hoy ostenta el nombre de Almeida, y está ubicada en el mencionado valle.

    Justina Estepa, era una campesina proveniente de la misma región de las anteriores, ésta se dio a la tarea de llevar la correspondencia entre los patriotas del valle de Tenza y Casanare. Llevaba las cartas atadas a su cintura, pero fue descubierta el 16 de enero de 1816 y posteriormente asesinada.

    Estefanía Neira de Eslava y Teresa Izquierdo, naturales de Sogamoso, fueron asesinadas en esa ciudad el 17 de enero de 1818 por socorrer a la guerrilla patriota de los Llanos.

    Juana Plazas, también sogamoseña, era la esposa del Teniente patriota Apolinar Chaparro. Ambos huyeron a los llanos donde prestaron servicios invaluables a las tropas que luchaban por la emancipación. Su entrega y abnegación por la causa, le merecieron la exaltación de Bolívar y Santander en varias ocasiones. Prestó gran ayuda a los ejércitos libertadores de Casanare. En una ocasión, al prender fuego a un pajonal, impidió el paso de los españoles, salvando así a los patriotas. El Libertador, por su valerosa acción la condecoró con una medalla. Después de la Batalla de Boyacá, regresó a Sogamoso donde murió en 1842. Fue madre del General Jesús María Chaparro Plazas.

    Juana Escobar, de Corrales, Boyacá, también fue ejecutada por apoyar la gesta emancipadora.

    María Antonia Santos Plata, heroína de gran ascendencia política y social de la provincia de El Socorro, en el momento previo a su fusilamiento pronunció estas palabras proféticas: “Antes de terminar este año, el suelo granadino estará libre de los que lo tiranizan vilipendiando la virtud y el mérito”.

    La independencia significó un punto de quiebre en la vida de muchas mujeres, pero también la oportunidad de participar activamente en un momento trascendental de nuestra historia. Durante el proceso de emancipación, las mujeres desplegaron un potencial de compromiso con los hechos públicos, hasta entonces desconocido.




    Indígenas y heroínas

    Entre las miles que combatieron por la libertad, se destacaron: Zulia, bella y valerosa cacica con ancestro real, luchó contra los españoles con valor y heroísmo, y Francisco de Paula Santander, su bisnieto, fue uno de los grandes forjadores de la Patria. Fresia, princesa india, con las tropas de su tribu enfrentó con ferocidad a los soldados españoles.

     Un alto precio

    Las mujeres de todas las clases sociales y grupos étnicos terminaron comprometidas con la causa de la independencia, y el precio que pagaron por su osadía fue muy alto.

    Muchas fueron vilmente asesinadas, y al menos 72 de ellas fueron fusiladas en los patíbulos que los comandantes realistas levantaron en las diferentes provincias. De ellas, la más recordada es la valerosa Policarpa Salavarrieta. Pero además de decretarles la pena de muerte, también les fueron confiscados todos sus bienes y propiedades o fueron confinadas al destierro en lejanos lugares.