Editorial: Espacio público: eterno retorno


Tal parece que la ocupación ilegal del espacio público en Popayán será siempre una discusión de nunca acabar, tomando en cuenta que en cada Administración Municipal se adoptan decisiones, se ejecutan planes y se recuperan zonas, pero en poco tiempo el problema resurge como la maleza o el insecto que han creado resistencias contra cualquier sustancia que se les aplique.

Esta premisa al parecer se sobredimensionó desde que se clausuró el centro comercial Anarkos, ya que las aceras de la zona que rodea la llamada manzana 99 hoy por hoy está ocupada con toda clase de ventas informales.

Pero, más allá de que los sucesivos gobiernos hayan sido descuidados o diligentes en la lucha contra tal manifestación del desorden urbano, lo cierto es que la tendencia a ocupar ilegalmente los espacios colectivos está arraigada en el corazón y la conciencia no solo del ciudadano raso, pues el asunto parece no tener estrato ni condición intelectual. Al parecer, se trata de otra de las manifestaciones del oportunismo y del individualismo que nos caracterizan.

No pensar en el bienestar colectivo, hacer énfasis en la consecución del beneficio personal por cualesquiera de las opciones del facilismo, trae resultantes como esa de apropiarse de una zona verde para montar talleres, cocinas o cantinas; o adueñarse (con sillas, mesas o vitrinas) de una andén o una plaza,  aunque estén en los sitios más exclusivos de la ciudad.

No tener en los códigos del buen comportamiento social el hacer respetar los bienes colectivos, es uno de esos caminos que facilitan el que simples particulares se sientan con derecho a cercenar los lugares designados por antonomasia a una comunidad.

En ese sentido, no solo tendríamos que preguntarnos el porqué a las autoridades parece costarles demasiado trabajo hacer que el residente de Popayán respete el espacio público, sino también ahondar en por qué ese mismo ciudadano permite que cualquier vecino se apropie de una acera o de una cancha deportiva en las narices de todo un sector.

Es claro que la defensa del espacio público no se concreta y los payaneses seguimos viviendo en una ciudad hostil, agresiva, poco atractiva. La ciudadanía reclama respeto; el comercio organizado, que paga impuestos, protesta infructuosamente; se escriben documentos, se publican estudios pero la situación sigue igual y la ciudad se deteriora día a día; las nuevas generaciones crecen en este ambiente y contribuyen, así, a prolongar el problema que nos afecta a todos.

Y eso, sin considerar las dificultades que viven los ciudadanos diariamente con los andenes o el desorden de los conductores que parquean sin control donde les parece.

Seguiremos insistiéndoles a las administraciones municipales para que les presenten a la ciudadanía, soluciones pensadas y a largo plazo sobre este problema. La violencia no es la solución; incautar los artículos a estos ciudadanos trae más violencia y resentimiento. Se deben desenmascarar a los patrocinadores de esta situación que se aprovechan de algunos y forman complicidad con otros.