Editorial: Las normas que pocos cumplen

Muchos se habrán dado cuenta de un pequeño letrero en todos los buses y busetas del servicio de transporte urbano: ¿Cómo conduzco? Y a continuación dan un teléfono para denunciar los abusos del conductor. Que sepamos muy pocas personas acuden a esa posibilidad, que se extiende a los vehículos de todas las empresas que venden un bien o prestan un servicio. Es un ejemplo de una de las numerosas leyes que existen en Colombia y que no sirven para nada, y que la mayoría de la gente se pasa por la faja y solo existen en el papel, debilitando la autoridad y resquebrajando la institucionalidad.

Son leyes inútiles, creadas creyendo que así se estaba solucionando un problema y hacen parte de un conjunto de disposiciones o normas que tienen la particularidad de no solucionar nada y que todos ven como medidas inanes a las que no vale la pena tener en cuenta. Así como esta, que dispone el Código Nacional de Tránsito y Transporte Terrestre, existen muchas otras normas que no se cumplen, sencillamente porque no hay autoridad alguna que las haga cumplir.

Haga usted la prueba e intente llamar al número supuestamente habilitado para denunciar a ver si le contestan o le ponen atención. Hay reglas absurdas, creadas solo para dar la impresión de que se está haciendo algo contra una dificultad. En nuestra ciudad abundan las disposiciones que nadie observa, que todos incumplen y que sirven para ir minando la autoridad, a quien le resulta imposible imponerlas. ¿No han oído a una persona que pregunte para qué se establece una medida si se sabe de antemano que nadie la cumplirá?




Con el espacio público o las mototaxis ocurre eso. Todos saben que está prohibido ocuparlo o circular en contravía, pero muy pocos consideran que hacerlo sea un delito. Se han hecho esfuerzos auténticos de operativos y campañas, sin que solucionen el problema, por el contrario, contribuye a hacerlo perpetuo porque falta la autoridad ejercida con la frecuencia y contundencia necesarias. Muchos conductores de busetones o busetas se pasean orondos, aunque acumulan 5 ó 6 comparendos por no acatar las normas. Mientras prive el amiguismo, jamás un policía de Tránsito le aplicará al conductor la sanción que se merece.

Igual sucede con las medidas creadas para disminuir la accidentalidad en las motos. Mientras no haya consecuencias más frecuentes serán un simple saludo a la bandera que solo ayudará a irrespetar la autoridad. Y tanto la Policía de Tránsito como la secretaría de este campo necesitan más personal para hacer bien su trabajo.

Como aquí se impuso la cultura de la conveniencia personal, es difícil erradicar la costumbre de las normas inútiles, concebidas sabiendo de antemano que ninguno las obedecerá y que representan un enorme desgaste para nuestras autoridades. Poco a poco, cuando se percatan de la existencia de requisitos que se pasan por alto, las personas se van convenciendo de la inutilidad de vivir ordenadamente y de la incapacidad de nuestras autoridades para regular la vida cotidiana.

Recuperar el respeto y la autoridad empieza con hacer cumplir las normas, y con que las autoridades tengan las herramientas para hacerlo.