Aplausos y reparos a la peatonalización

HORACIO DORADO GÓMEZ

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Hablar de peatonalización produce urticaria. En tanto que, en las ciudades europeas es una forma de equipamiento normalizado, bajo el sabiduría de que, “una ciudad sin áreas peatonales representativas parece ahora desesperadamente anticuada”.

Hablar de peatonalizar el centro histórico de Popayán produce rechazo o aprobación, en la medida que sus ventajas o desventajas permitan consideraciones sobre el tráfico vehicular y urbanismo. Hay ejemplos prácticos que enriquecen como el de los visitantes, en especial el turismo extranjero, para quienes el centro histórico peatonalizado, se convierte en un remanso de normalización que facilita su estancia, al tiempo que culturiza la ciudad.

En el imaginario colectivo, la peatonalización está asociada con el cierre de las calles para el tráfico motorizado privado. Se equivocan, porque, las calles y zonas peatonales son aquellos espacios exclusivos que anteriormente eran para los viandantes y que a partir de vías pavimentadas se invadieron con todo tipo de vehículos y vendedores estacionarios. El flujo peatonal de las calles es una técnica de la arcaica ciudad, más antigua que la misma presencia automotriz en Popayán en los años veinte.

Hoy, la peatonalización se presenta como otra fórmula para atender varios propósitos, desde resolver precisamente el conflicto entre peatones y vehículos, hasta encontrar un nuevo modelo de accesibilidad y movilidad para el conjunto urbano de la ciudad. La intención no es otra que resolver la contradicción entre las vías no pensadas para el automotor, especialmente para el tráfico masivo como el actual, donde el mayor perjudicado resulta ser el caminante. Ciertamente, Popayán tiene más carros que peatones. Algunas muestras, aunque pocas, pero más recientes sobre el cierre vial, cuyo objetivo, más allá de devolver la ciudad al peatón, hace parte del paquete de caminar, orientado hacia la Semana Santa, el Festival Gastronómico y a la noche de museos, que permiten andar libremente.

En todo caso, hay un sinfín de objetivos y circunstancias urbanísticas, que pueden aplicarse con una variedad de formas de peatonalización, de acuerdo al tamaño. Las hay, desde áreas peatonales pequeñas hasta áreas de enorme extensión; morfología (ejes, redes, zonas); accesibilidad motorizada (pública y privada), actividades y usos del suelo.

En esa combinación de formas de peatonalización de los centros históricos peatonalizados, podemos encontrar un centro histórico para el turista (la ciudad-museo), un centro histórico para el comprador (la ciudad-hipermercado), un centro histórico para las instituciones oficiales (la ciudad del poder político), un centro histórico para la diversión nocturna (la ciudad-bar). Por eso, en Popayán, cada vez es más difícil, encontrar casonas cercanas al centro histórico para vivir.

Hay estrategias que bien podrían estudiarse para moderar el tráfico, en aras de la habitabilidad y de la sostenibilidad, pero se requiere una transformación en múltiples frentes: en la disuasión del automóvil, cambio de cultura frente a los distintos tipos de transporte: peatones, ciclistas y transporte colectivo, además de organización y control a las ventas callejeras. Un cambio que atienda tanto al centro como a la ciudad nueva, pues el conjunto histórico no vive sin la ciudad nueva y viceversa.

Civilidad: Recuperar la ciudad histórica es imprescindible.