FERNANDO SANTACRUZ CAICEDO
Hace un lustro -octubre, 2016-, millones de colombianos ovacionamos conmovidos la suscripción del Acuerdo Paz de Cartagena entre el gobierno Santos y las Farc, ante la Comunidad Internacional. Iniciadas las conversaciones exploratorias, Uribe las bombardeó intransigentemente -hasta hoy- y lideró belicosamente la oposición reaccionaria a la firma del Convenio. Los esfuerzos y anhelos de Paz de un Pueblo, pisoteados arbitrariamente por decisión inadmisible del Mesías. Su consigna: “Hacer trizas el Acuerdo”. Que ruindad mental y política convertir el odio y la conflagración armada en el “motor del progreso” personal, familiar, partidista y mafioso. ¡No existió Flor de un día!
Los logros del Convenio del Colón -noviembre, 2016-, ¡son ínfimos! Lo más destacado es el Sistema Integral de Verdad, Justicia, Reparación y No Repetición -CEV, JEP, UBPD-, por cuanto ha reconocido a los sobrevivientes del conflicto y justipreciado el “valor de la verdad”; ha estructurado las bases de la reparación, considerado el medio ambiente como “víctima silenciosa” y acogido las revelaciones de altos mandos militares; ha localizado a algunas de las 100 mil víctimas desaparecidas; Uribe admitió, sin quererlo, la legitimidad del Sistema al comparecer ante la CEV; las Farc, aceptaron la práctica del secuestro y el reclutamiento de menores; las FF.MM., confesaron los “falsos positivos”, etc. De otra parte, hay que recalcar en el grave deterioro del Acuerdo y su cimentación, el asesinato de excombatientes y líderes, la RRI empantanada, los cultivos de uso ilícito in crescendo, las necesidades concretas insatisfechas. Multiplicadores favorables para “un nuevo proyecto armado”. Según informes, no confirmados, en cinco años las “disidencias farianas” suman tres mil guerreros, de los cuales el 85% son menores reclutados forzadamente.
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Durante el Dialogo Nacional para Detener la Guerra (Bogotá, 14-10-2021), aseveraron las víctimas participantes: La guerra no es el destino fatal de nuestra Nación. Entre “regiones históricamente violentadas y regiones violentas”, existe diferencia cualitativa. El conflicto pervive porque “el Estado incumple los compromisos pactados” y, en ellos, “están las formas en las que la gente ha dicho como quiere vivir en su territorio”. La implementación de los Acuerdos requiere “crear una nueva institucionalidad” y demanda tres reflexiones: “i- Qué Doctrina Militar necesitamos para cerrar el conflicto armado y construir la Paz; ii- Rama Judicial eficaz para acabar con la impunidad en las áreas rurales; y, iii- Política estatal para que los territorios decidan, autónomamente, qué tipo de educación quieren”. Es imperativo distinguir entre “narcotráfico” y “cultivos de uso ilícito”. La política de EE.UU. está centrada “en el eslabón más débil de la cadena: los cultivadores de coca”. “Hay que buscar un tratamiento penal diferenciado a los cultivadores”. “No nos pueden medir con indicadores de cuántas hectáreas se tienen que erradicar o sustituir, sino de cuánta pobreza hay en esos territorios”. El lavado de activos “se da en las grandes urbes o fuera del país”. “El fin del conflicto y la construcción de paz pasan por el respeto a la autonomía de los territorios y los pueblos étnicos del país”. “Están capturando a campesinos vulnerables, […] que colonizaron algún tipo de pequeña parcela antes de que fueran áreas protegidas, pero no han podido legalizar la tenencia. La motivación es porque terratenientes, grandes ganaderos y palmicultores, tienen interés en el territorio”. “Vemos una arremetida contra los campesinos e indígenas con el propósito de desalojarlos, de sacar a la gente de esos territorios”. “Hay una elevación de los niveles de consciencia en las comunidades que produce esperanza y certeza de que puede haber un futuro en el presente”.
¡HAY FUTURO EN EL PRESENTE!, si materializamos Acuerdos Humanitarios perentorios en las regiones donde recrudeció la guerra, si paliamos sus efectos desastrosos sobre la población; si robustecemos las Organizaciones Sociales en los territorios que amparan la edificación de la Paz y la Esperanza; si divulgamos los adelantos y contramarchas del proceso de Paz, a fin de formar una consciencia ciudadana objetiva, crítica y ejecutora.