QUEIPO F. TIMANÁ V.
La profesión que arriesga más su vida para servir al pueblo colombiano es el ejército y la fuerza pública, que siempre está en situación de riesgo o calamidad, cuando un río o quebrada forma una avalancha que, por lo genera pérdidas de vidas humanas, destrucción de viviendas y desaparición de las escasas pertenencias que tiene la gente, quien llega primero a ofrecer su mano bondadosa, para colocar a las personas a salvo y si es posible sus posesiones, es el ejército y la fuerza pública.
Cuando un huracán devastó la isla de Providencia, fueron las brigadas militares quienes ofrecieron ayuda oportuna e inmediata, luego se convierten en obreros para recolectar escombros, hacer limpieza y se transforman en operarios para la reconstrucción de sus viviendas y también el restablecimiento de puentes y vías que permitan la circulación de personas y vehículos.
Cuando se represaron tres ríos, que cruzan la ciudad de Mocoa y destruyeron media ciudad, los primeros en auxiliar a los damnificados fueron el ejército y la fuerza pública, rescatando a sus gentes de las inmensas cochas de barro y piedra que dejó la avalancha.
Tenemos territorios en Colombia en donde asesinan a campesinos y obreros las disidencias de las Farc, el ELN, el clan del golfo, la “Gentil Duarte”, estos son: Tibú-Norte de Santander, bajo Cauca Antioqueño, el cañón del Micay en el Cauca; a quienes se envía a enfrentar a estas organizaciones es al ejército, a la fuerza pública y a la marina, el grado de riesgo es máximo, su vida pende de un hilo, ellos viajan a restablecer el orden y si mueren se les promete que sus cadáveres serán enviados a sus lugares de origen.
Pregunto: ¿Habrá profesión de más alto riesgo en donde se expone la vida con mayor frecuencia?
Llegan las vacunas contra el COVID-19, quienes deben cuidar su traslado y mantener la seguridad en los depósitos, es el ejército y la fuerza pública, sin que tengan prelación para que les sea aplicada.
Todos ellos son colombianos, por lo general hijos de familias humildes en donde sus padres esperan su regreso a casa, para que contribuyan a solventar su escasez económica y por ende alimentaria.
Muchos son padres de familia, al morir dejan hogares jóvenes con hijos pequeños, y padres ancianos.
Ante el servicio que prestan exponiendo sus vidas, el Estado y la sociedad deben arropar a sus familias huérfanas, concederles becas a sus hijos para realizar sus estudios y a sus viudas dotarlas de una vivienda si carecen de ella, además del pago de sus prestaciones sociales.
Cuando leo que el ejército fue obligado a salir de pueblos y caseríos, en donde cumplen misiones de seguridad, control del tráfico y negocio de la cocaína, para mí es difícil aceptar que eso esté sucediendo en el Cauca; ha pasado en Argelia, el Tambo y el norte del Cauca, por cuanto el ejército que me enseñaron a querer y respetar es el ejército colombiano, uno de los más aguerridos del mundo, su voz de mando es para cumplirse, máxime si están evitando crímenes y explotación de gente humilde campesina; es allí donde me atrevo a sugerir, que en las zonas en donde está su presencia debe hacerse a la par un trabajo por un equipo interdisciplinario que reúna la comunidad, que les explique el porqué de esta misión y les presente líneas de emprendimiento, con su correspondiente financiación, educación financiera y seguridad en sus vidas y garantía de la educación de sus hijos.
Recordemos el análisis que hacía la antigua Farc en uno de sus documentos: “La fuerza pública ha sido siempre más fuerte, pero no ha tenido la dirección, la coordinación y la voluntad política necesaria para vencer”. Cuando leo que una comunidad indígena rescata un cadáver de un “alias”, considero que falta más claridad y educación para dichas comunidades, por cuanto se trata de crear condiciones de seguridad para su desarrollo y avance y ellos por temor o complicidad en sus acciones se están oponiendo a su realización de bienestar colectivo, también falta previsión al dejarse arrebatar un cadáver de un criminal, seamos más perspicaces.