Santander de Quilichao, 30 de mayo de 2015

Ingeniero
Luis Eduardo Grijalba
Alcalde Municipal

Cordial saludo.

Esta misiva tiene el propósito de entablar un diálogo sobre el presente de la ciudad de mi origen y de mis más grandes afectos: Santander de Quilichao.

De entrada quiero hacer una aclaración: se trata de un diálogo sobre la res pública, es decir, sobre la cosa pública que Ud. administra. Por ello le invito a que esta carta no sea interpretada como una circunstancia para discutir temas personales.

Partamos de algo: es usted el Alcalde, es decir, la primera autoridad del municipio.

En las sociedades humanas la necesidad de autoridad es básica. Las personas necesitamos de autoridades que nos guíen y nos den seguridad. Esa es una condición histórica.

Para argumentar mi afirmación relato, sucintamente, lo siguiente.

En las sociedades primitivas, por ejemplo, la autoridad se designaba en muchos casos al más fuerte. Por ejemplo, si era una sociedad de cazadores, el líder debía ser el mejor cazador pues garantizaba la subsistencia a todo el grupo. Para que amplié esta noción, lo invito, muy gentilmente, a que ojee el libro de Ernst Cassirer, Antropología filosófica.

Más tarde, los griegos inventaron la polis y con ello la democracia. Una colectividad ciudadana en cuyo espacio real, no gobierna la fatalidad ni el querer de los dioses, sino la libertad de los hombres. Es decir, su facultad de reflexionar, de debatir, de elegir y revocar, de crear problemas y de plantear soluciones. Puede ampliar esta idea estudiando a Hannah Arendt, La condición humana.

Y paralelamente, los romanos aportaron el derecho. Unas reglas de juego frecuentes y concretas y públicamente divulgadas que reglamentasen con pormenor los intereses de los individuos, sus conflictos, lo que podían esperar de la comunidad y lo que la comunidad podía espera de ellos. Le comparto un texto de John Keane, Democracia y sociedad civil, que puede aportar a esta discusión.

En nuestras sociedades democráticas, la autoridad ya no reside en la fuerza bruta. La autoridad está articulada a la legitimidad. Incluso más allá, a la dignidad, a la calidad y a la excelencia. Aquí lo invito a examinar la teoría de Max Weber sobre el tema.

Una aclaración: la invitación a la lectura de los libros que cito no es por arrogancia académica. Es precisamente para que nuestro diálogo –si se llegase a dar- parta de teorías y conceptos y no de “imaginarios”.

Y como administra la ciudad –en la que vivo y espero vivir por siempre- debe usted tener muy claro de dónde proviene la autoridad y para qué sirve.

Y volviendo al tema en cuestión. Usted fue elegido, hace ya más de tres años, Alcalde Municipal.

Fue elegido democráticamente para que administre la polis, la ciudad.

Y la tarea: la de poder equilibrar las oportunidades individuales de los ciudadanos sin poner en peligro la calidad de la vida colectiva.

Para que me entienda lo anterior, lo invito a que eche una leída al texto jurídico más importante de un Estado democrático, su Constitución Política:

“En cada municipio habrá un alcalde, jefe de la administración local y representante legal del municipio, que será elegido popularmente para períodos institucionales de cuatro (4) años..” y que al municipio que administra “le corresponde prestar los servicios públicos que determine la ley, construir las obras que demande el progreso local, ordenar el desarrollo de su territorio, promover la participación comunitaria, el mejoramiento social y cultural de sus habitantes (el subrayado es mío) y cumplir las demás funciones que le asignen la Constitución y las leyes”.

Lo que viene a continuación ya lo había referido en un artículo, también público, que escribí sobre Santander de Quilichao. En ese texto decía lo siguiente:

Una herramienta política, con la que cuentan quienes administran la ciudad para resolver los problemas que la aquejan, se llama gobernabilidad. Esta palabra ayuda a entender que los problemas de la comunidad deben resolverse desde el gobierno local.

Sin embargo, la gobernabilidad no se agota en el gobierno local porque también la sociedad civil y el sector privado pueden también contribuir a resolver los problemas colectivos.

Dicho esto, es preciso anotar que el pacto colectivo de una ciudad se construye desde dos niveles básicos. El primero, desde las redes de solidaridad, que muestra lo complejo de las relaciones sociales en torno a lograr un determinado interés común. El segundo, desde una cultura ciudadana, entendida como un cumulo de valores, actitudes y comportamientos, que permite a todos convivir en la ciudad.

La solidez o precariedad del pacto colectivo y de su correlato con la gobernabilidad está en la base de toda política pública y de gestión urbana. Es decir, lo colectivo y la gobernabilidad son el postulado básico para que la ciudad disminuya sus conflictos y problemas sociales y funcione como tal.

Hoy Santander de Quilichao experimenta una serie de problemas sociales, entre otros: un aumento en la congestión vehicular, una mayor invasión del espacio público, la falta de espacios culturales y de recreación, un precario de sistema de salud y de prestación de servicios públicos (particularmente el tema de relleno sanitario), un aumento del micro-tráfico, un aumento de jóvenes consumidores de drogas ilícitas, un aumento en robos y atracos callejeros, aumento de extorsiones y de asesinatos, y lo que no es menor: un “halo” de “putrefacción” y desgreño en la administración municipal.

Describo tres tesis para argumentar el panorama anterior.

La primera, porque el Alcalde y su equipo de funcionarios no han logrado coordinar las acciones individuales en aras de la construcción de un orden social más justo, más equitativo y más democrático, es decir, no saben ni entienden para sirve la autoridad ni la gobernabilidad.

La segunda, porque los niveles básicos de un pacto colectivo no están contenidos en el Plan de Desarrollo 2012-2015, es decir, las redes de solidaridad y la cultura ciudadana no son el faro que debería iluminar a la sociedad quilichagüeña, por ello el caos.

La tercera, porque esta administración municipal es cada vez más proclive a desarrollar “proyectos de inversión” que garantizan el “interés particular de unos pocos” por encima del interés público, es decir, nunca lograron entender el interés colectivo de la democracia.

De este modo y de manera categórica: no hay ni autoridad ni gobernabilidad ni pacto colectivo.

Por ello, hoy Santander de Quilichao no es una ciudad, es sólo un lugar donde la autoridad del Alcalde no reside en la justicia social, sino en la ley del más vivo.

Alcalde lo invito por todo lo anterior a una discusión pública sobre el asunto de misiva.

Atentamente,

Un ciudadano, Guido Germán Hurtado Vera.

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