Un total de 40 murales realizados por artistas nacionales, locales y extranjeros decoran hoy la fachada de las principales edificaciones de este municipio del norte del Cauca. El lema de esta segunda minga de muralismo cumplió su objetivo: plasmar los colores de la memoria y la resistencia del pueblo Nasa.
[metaslider id=63754]Por: Olga Portilla Dorado
A una cuadra del parque principal de Toribío está la Casa de Justicia, sobre una de sus paredes está pintado el rostro de una mayor, por su tez mestiza y su vestimenta es una mujer Nasa. Lleva un sombrero puesto, y su rostro marcado por los pliegues que no son otra cosa que el paso de los años.
Recorriendo el casco urbano del municipio, este es uno de los murales más atractivos. Sebastián Medina es el grafitero que lo pintó. Mientras le hace detalles a su mural, Sebastián lleva puesta una máscara tapándose su nariz y boca, en sus manos dos aerosoles para ultimar detalles de su obra y sobre su cuello luce con honores la pañoleta roja y verde que le ha regalado un amigo que hace parte de la guardia indígena.
Es el segundo mural que realiza desde que llegó a Toribío el pasado sábado. El primero que hizo está a la entrada del cabildo, un homenaje a un guardia y a un cacique Nasa. Lleva cinco años practicando este arte y su especialidad son los rostros. Mientras termina detalles de la mayor Nasa, Sebastián mira su caja y las ‘válvulas’ para saber si aún cuenta con material para pintar otra pared.
Al doblar la esquina, por la misma cuadra donde está Sebastián, hay otro mural de otra mujer, es un poco más joven, de cabello largo y con los brazos extendidos abrazando a otra persona. La imagen está pintada sobre la pared de una casa de familia, al lado de la alcaldía. Al estar frente al mural se siente la calidez de ese gesto de reconciliación entre los dos personajes ahí retratados, el autor ha logrado su objetivo: transmitir un mensaje.
Diagonal a este mural está la Casa de Justicia, uno de los lugares más concurridos en Toribío, según cuentan sus habitantes. Allí está Jomag, un grafitero con cuatro años de experiencia, quien sobre una gran pared ha dibujado una pareja de indígenas, él con su sombrero y ruana, ella con su pañoleta verde y roja, adornada con un collar, y mirando fijamente una flor que sostiene en su mano.
“Hablo acerca del territorio, sus memorias, sus historias, todo ese simbolismo, esa carga mágica que tiene este territorio y también el pueblo Nasa. Además me baso en la figura humana indígena. El mural es una representación para poner en debate que existen estas personas dentro de las grandes urbes, porque finalmente ellos son los que cosechan y trabajan la tierra que nos da de comer todos los días”, explica Jomag.
La fachada de la alcaldía es otra explosión de color, ahí una pareja de grafiteros también ha plasmado los rostros de un par de líderes y mayores de Toribío, a su alrededor el territorio, casas, ríos y montañas más pequeñas que las figuras humanas, como dando a entender la protección de estos hombres y mujeres por su comunidad, la figura de poder y el sentimiento de resguardar a los suyos. Él está recogiendo la cosecha y ella tejiendo.
Aunque es jueves (día de la visita a este municipio), estos y otros grafitis que se encuentran en los tres resguardos (Toribío, Tacueyó y San Francisco) ya están en su fase final, los murales más grandes aún tienen a su alrededor los andamios para que los artistas terminen de darle el toque final y plasmen su firma o un mensaje.
A unos 15 minutos (caminando) del parque principal de Toribío está el barrio El Premio. En la parte alta del barrio están: el puesto de salud ‘Cxhab wala kiwe’, el polideportivo, la Casa de la Cultura, y el Hogar comunitario agrupado ‘los angelitos’. La mayoría son edificaciones nuevas, por ejemplo la Casa de la Cultura se construyó hace dos años y solo abrió sus puertas en enero cuando se posesionó la actual administración.
Desde abajo se mira cómo sobre la gran pared de la Casa de la Cultura unas manos sostienen una flauta (instrumento típico de la música caucana), al lado derecho los colores vivos reflejan al padre sol y del lado izquierdo los colores grises y negros representan a la madre luna. En el medio, vuelven a verse los colores rojo y verde, distintivo indígena por naturaleza.
Frank Salvador, mexicano de la comunidad San Pablo del monte Tlaxcala es el autor de dicho mural, él señala que la obra se hizo en acuerdo con las personas de la casa de la cultura para pintar lo más iconográfico del municipio. “El sol estará representado en un área súper cálida, hacia el lado izquierdo será gris como el cráter de la luna, y en el centro van unas manos que tienen una flauta la cual va a tener un brillo como un rayo. Así será la representación de la naturaleza: el sol, la luna y el rayo. Allá en México esa es mi especialidad, además de las cuestiones sociales que pasan en mi estado”, comenta el grafitero.
Al lado de la Casa de la Cultura está el Hogar comunitario. Ahí, Miguel Angel Uyaban más conocido como ‘Klos’, quien viene desde Bogotá y pinta murales desde hace más de tres años, ha intervenido la pared de este jardín con el hermoso rostro de un niño que con una sonrisa refleja la esperanza de esta generación.
Junto a él está otro colega que ha pintado a una pareja de abuelos, rodeados por la simbología del pueblo Nasa, las fases de la luna, el crecimiento de las semillas y la lengua Nasa Yuwe, toda esa sabiduría que representan y comparten los mayores en su territorio.
La mujer tiene un espacio especial en esta minga de muralismo, es símbolo de vida y constructora de historias. Nayra y su pareja (bogotanos) le rinden homenaje a la “U’ywesx kwe’sx” (mujer tejedora de vida), y qué mejor lugar para hacerlo que la IPS-I ‘Cxhab wala kiwe’.
“Este mural representa a la mujer como dadora de vida, las tradiciones de los Nasas y su cosmovisión. Están dibujadas las fases de la luna, debajo de ellas los chumbes que hacen las madres para darle el plan de vida al nuevo integrante de la familia. En la mitad del mural hay un bebé dentro de la chacana. Del lado derecho hay unas manos tejiendo, ese tejido cae sobre una totuma con agua que representa el útero o el vientre de la mujer. Así el tejido baja el cosmos, lo trae a la dimensión y eso despliega en el chumbe y ahí está la vida”, dice Erandy Daza.
Hacía abajo se observa como un grupo de niños está jugando en el polideportivo, corren por la cancha de micro y de fútbol, algo que años atrás no podían hacer, pues el temor era quedar en medio de algún tiroteo entre las Fuerzas Militares y las Farc.
Allí también se ve un mural, lo está pintado una pareja de mexicanos: Selene Pacheco y Sergio Pérez. Ellos han querido representar la lucha de los campesinos por la tierra, el despojo y el desplazamiento que viven las comunidades Nasa, un flagelo que también se presenta en el estado donde viven en México.
“Tomamos una danza del estado de Guerrero, específicamente la representación de una condición social que se vive actualmente que es la invasión de las tierras de los Nasa por parte de elementos como la guerrilla o de personas que se quieren quedar con la tierra de este pueblo. Entonces son personajes con características mexicanas, pero que representan cada uno de los actores que intervienen en esa lucha por el territorio, y pues finalmente se muestra que quienes quedan en medio de la confrontación son los de adentro, la comunidad indígena”, explica Sergio.
Toribío no es como lo pintan, es como lo pintamos
Ese fue el lema de la primera minga de muralismo Nasa organizada por el Centro de educación, capacitación e investigación para el desarrollo integral de la comunidad, Cecidic, la alcaldía local y el proyecto Nasa del municipio de Toribío.
El Cecidic es la materialización de los sueños del padre Álvaro Ulcué Chocué, incansable luchador por la organización, la autonomía y el territorio indígena; asesinado por unos sicarios en 1984. Diez años más tarde, parte de sus objetivos se verían plasmados en lo que hoy es el Cecidic.
“Este Centro recoge varias de las propuestas y proyectos que tienen que ver con el Proyecto Educativo Comunitario (PEC), para todos los procesos de formación cuenta con una estructura educativa en las escuelas de: agroecología, comunicación, política y arte. El Cecidic es parte del Plan de Vida del pueblo Nasa”, señala Breiner Ortiz Yule, encargado de la escuela de arte y cultura del Cecidic.
En esa escuela nace la idea de hacer la primera minga de muralismo, realizada en octubre del 2013, dos años después de que Toribío fuera víctima de un grave atentado que dejó más de 400 casas destruidas.
“El proyecto de la minga surge a raíz de todas estas dinámicas que veníamos haciendo de arte, de revitalizar un poco estos procesos, y también porque a consecuencia del conflicto armado que ha vivido Toribío sentíamos que era necesario ofrecer otras alternativas a los niños y a los jóvenes, y por supuesto para cambiar esa imagen negativa, porque cuando uno mencionaba Toribío para que la gente viniera les generaba miedo”, señala Breiner.
Así nos ven los extranjeros
Varios de los artistas que asistieron a esta segunda Minga de muralismo Nasa, coinciden en que lo que conocían de este municipio era solo lo que veían en las noticias o lo que habían logrado buscar en internet. Ambos resultados coincidían en una palabra: conflicto.
Hoy, que algunos llegaron por primera vez hasta Toribío, luego de horas, incluso días de viaje, tienen otra mirada de este territorio. Más que temor, les causó expectativa saber a dónde llegarían, cómo era la comunidad y justo en este momento que vive el país, cómo se estaban preparando para recibir el posconflicto.
Así lo piensa Erandy Daza, quien vive en Bogotá y nunca había pisado las montañas del Cauca, lo que conocía era a través de la televisión. “Lo primero que pensé fue ‘uff áspero’ ir a ver cómo se está viviendo esa vaina del acuerdo de paz, cómo se pinta el panorama real en el escenario del conflicto, pero también me emocionó mucho el querer saber más sobre la organización de los Nasa, mucha expectativa por conocer su organización cultural”.
Admiración y respeto es lo que se percibe cuando estos grafiteros hablan de lo que han podido conocer de la comunidad de Toribío, resaltan su lucha, pero sobre todo su resistencia y la manera como han reconstruido sus vidas, su memoria y la unidad para proteger su territorio.
Mientras termina de pintar el rostro de una líder indígena, Jomag, uno de los grafiteros afirma que “uno se siente más confiado por todo el proceso y la resistencia que han construido los Nasas y toda la comunidad, así no hay temor de venir a estos territorios. Siempre es importante el contacto con ellos porque las personas deben estar enteradas de lo que se va a hacer en sus paredes, en sus calles. El muralismo aquí sí ha retratado esa resistencia y esa lucha, además es muy bonito que los Nasas te inviten a participar y te ofrezcan su pueblo y sus muros para pintar”.