QUEIPO F. TIMANÁ V.
El filósofo francés Albert Camus nos dice: “hay causas por las que vale la pena morir, pero ninguna por la que vale la pena matar”. El cristianismo como doctrina tiene unos principios, que debemos cumplir, como es la caridad: siendo una religión prohibida y perseguida en la mayor parte del imperio romano fue contundente con este principio, al crear los primeros hospitales y atender sin distinción y gratuidad a creyentes o no creyentes que demandaban sus servicios, en el imperio dominaba el politeísmo; este servicio llevaba a la conversión de muchos de estos enfermos del alma y del cuerpo.
Recordemos como era el imperio romano, hasta el siglo I de nuestra era, exhibían sus grandes edificios, los anfiteatros y teatros, los acueductos, hasta en el presente nos deslumbran sus puentes, las termas, las grandes villas de los potentados con sus vajillas de oro y plata servidas por cientos de esclavos, las desigualdades sociales eran denigrantes, la población esclava era aproximadamente de un 40%, los esclavos no eran los negros, sino las naciones que eran vencidas con su poderoso ejército.
Esto hacía que la población pobre fuese numerosa y miserable, las epidemias se propagaban masivamente y cuando se infectaba esta población, no había gobierno o comunidad que le socorriese. La libertad consistía en reconocer la esclavitud, el sometimiento a la férrea naturaleza, como única emancipación.
En esta encrucijada de la sociedad hace presencia el cristianismo, como dice santo Tomás, la gracia no quita la naturaleza, sólo la perfecciona. Siendo el cristianismo una religión ilícita, sometida a persecución en la que dieron su sangre muchos mártires.
Ella nos da otro principio, el amor, ser cristiano era una decisión muy arriesgada que le podía costar la vida. El que se convertía lo hacía porque estaba seguro de su redención y tomaba sus mandatos con seriedad.
El testimonio nos lo da San Cipriano de Cartago, en una epidemia que se presentó, los cristianos, visitaban sin precaución a los enfermos, los servían con toda su entrega, los cuidaban en Cristo y hasta morían alegres con ellos, contagiados por el mal de los otros. ¿Cuál era la diferencia? Que los cristianos estaban convencidos de que el amor al prójimo era una obligación que debe dar testimonio de su creencia. Lo cual llevó a los paganos a preguntarse,¿ por qué los cristianos ayudan a nuestros pobres y a los suyos y nosotros no logramos poder ayudar a nuestros pobres y mendigos?.
Cuando el cristianismo fue reconocido como religión lícita, se extendió su calidad de amor por todos los lugares que se iban convirtiendo en donde se construían casas de caridad y hospitales, para atender: pobres, enfermos y ancianos. Esto lo hemos observado en Colombia con su valiosa ayuda por las diferentes comunidades religiosos que han llegado y han ejercido en Colombia.
Pero aún falta, lo más valiosos que nos aporta la doctrina cristiana, que es el principio de igualdad, la igualdad como creaturas de Dios y la que nos regaló Jesús al hacernos hermanos suyos y, por tanto hijos de Dios. El suprime la distinción entre judío y gentil, entre los de oriente y occidente, los del norte y los del sur, todos somos sus hijos. Para san Pablo: “no hay judío ni griego, no hay esclavo ni libre, no hay hombre ni mujer, pues todos vosotros sois uno en Cristo Jesús”.
También enseñó el principio de amor al trabajo, lo concibió como un medio de perfeccionamiento del hombre y en última estancia de salvación. La sustitución del trabajo esclavista por el trabajo libre aumentó la producción y de esta forma aportó al mundo la senda del crecimiento económico.
Fue el cristianismo quien planteó el principio de la libertad. Planteó que todos los hombres y mujeres sin distingo de edad, sexo o dignidad fueron creados capaces de razonar y entender. La sabiduría no se adquiere por suerte, si no que les ha sido injertada por la naturaleza. Libertad en el pensar, las ideologías absolutizan intereses individuales y no tienen en perspectiva el bien común y la justicia, ojalá encontremos caminos de libertad frente a la esclavitud del narcotráfico y de la corrupción. El voto es un derecho ciudadano, debe ser libre, informado, responsable, ejercido en función del bien común.
La esclavitud no desapareció inmediatamente, primero por que el cristianismo como institución no controla el estado y le corresponde al hombre ser consciente de ese derecho y hacerlo respetar, dentro de su derecho de dignidad.