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EDUARDO NATES LOPEZ
Con el mismo afecto con que saluda al más encumbrado de sus congéneres, a los pocos minutos está dándole un estrecho abrazo al más humilde (y por supuesto, igual de importante) de los colombianos. Así es Carlos Negret, en buena hora hoy, Defensor del Pueblo, quien por esas, calidad y calidez, no solo tiene muchos amigos sino millones de hermanos.
Hace algunos días lo vimos en los noticieros de televisión, con botas de caucho, poncho y chaleco salvavidas, recorriendo el Chocó profundo, en una chalupa llena de gente, con el agua a 10 centímetros de la “línea de flotación”… Luego, bajarse de allí, y en medio del barro estrechar en sus brazos a unos hermanos colombianos que proyectan en sus rostros la dura película de su vida, a quienes, no pocas veces con los ojos encharcados, les oye amablemente el relato de sus dolores y esperanzas. Lanza desde allá los llamados al gobierno y a la sociedad en general, en advertencias que llevan el nombre de “Alertas Tempranas,” clamando por una mirada que, en los centros de decisión, remueva los corazones y sobre todo active el deber de emprender acciones que en algo mitiguen esas injusticias.
En impactante contraste, la semana siguiente, estaba en Nueva York, de vestido y corbata, igualmente abrazado con el Presidente de Colombia, Iván Duque y Luis Alberto Moreno, Presidente del Banco Interamericano de Desarrollo, firmando los documentos de un crédito por 18 millones de dólares que el BID le ha otorgado a la Defensoría del Pueblo para actualizar sus herramientas tecnológicas, ampliar el acceso a la información y facilitar la participación ciudadana, con la inmediatez que ello requiere. Es evidente que las zonas más alejadas de la civilización son las que más acompañamiento requieren. Pero sobre todo, para que los organismos de responsabilidad social y de seguridad nacional actúen, como su nombre lo obliga, con funciones verdaderamente preventivas y no forenses, como aún ocurre.
“De Truandó a Manhattan”, le ha llamado Carlos al “tour” que cumplió en las dos semanas anteriores, tratando de unir dos estamentos básicos de la nación que en la realidad, frente a muchas situaciones, funcionan completamente apartados: el pueblo y el gobierno. Y es factible hacerlo. Para ello se necesitan tres condiciones elementales que en Negret saltan a flor de piel: sensibilidad social, capacidad de trabajo y una veloz inteligencia que desde siempre le ha enseñado a valorar la importancia de la sencillez y la sencillez de lo importante. Por eso desempeñó su cargo de Mensajero de Gerencia de la Caja Agraria, en sus tiempos de estudiante, en Bogotá, con el mismo tesón con que hoy ejerce la por demás difícil pero honrosa función de Defensor del Pueblo de Colombia.
En su afán por aportarle a Popayán, su patria chica que adora como pocos, Negret viene tratando desde hace rato que el gobierno departamental acelere el cumplimiento de la oferta de un lote, en la parte trasera del Hotel Monasterio, para construir el edificio para las oficinas de la Defensoría local -pues las actuales ya son insuficientes- y que al mismo tiempo represente un hito arquitectónico para la ciudad. Esta entidad tiene reservados los recursos presupuestales del caso y, según comentó el ejecutivo Secretario General de la Defensoría, solo se está a la espera del resultado de la gestión local. Significativo éxito podría anotarse también con este aspecto, por la ubicación estratégica del sitio en el contexto urbano.
No podemos menos que seguir de cerca el desempeño del gran caucano Carlos Negret y su eficaz equipo de colaboradores, varios paisanos que ocupan altos cargos (vinculados al “estilo Negret”, es decir, sin pedir permiso). Debemos acompañarlos de corazón en los nobles propósitos actuales que día y noche los motivan, como una misión de su vida y agradecerles todo lo que hacen por dejar en alto el nombre de este rincón de Colombia.
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