GUILLERMO ALBERTO GONZÁLEZ MOSQUERA
Fue sin dudarlo, la mujer más importante que ha tenido el Cauca. Frágil de estatura, pero mujer de muchos kilates. Su manera de articular la palabra mostraba la excelencia de su ser. En sus profundos ojos azules, lució su belleza que representaba a la mujer caucana, de gracia y tradición del servicio a los demás. Mostró su carácter vigoroso siempre que fue necesario; como cuando el Directorio la hizo blanco de sus críticas en medio de la lucha feroz entre los dos partidos, pero su forma de ser no le permitía guardar rencores con nadie. Ella, conservadora, Gobernadora del Cauca en un gobierno de presidente liberal. Por eso se la respetaba y quería a pesar de su conservadurismo crítico y ejercido de tal manera que era su favorito, sin desfallecer.
La recuerdo por mi campaña para la gobernación del Cauca, en que su sobrino era mi principal oponente y don Henrry Garrido, su esposo, muy orgulloso de su mujer, la presentaba como fiel a sus tradiciones y entrañable líder de su colectividad política. Esa mañana se presentó a mi casa queriendo apoyar mi campaña. Nos sentamos a la mesa y me dijo “No hay duda que el Cauca lo necesita a usted para que siga con valor y valentía su pensamiento guerrero”. Allí quedo sellada la amistad invaluable que siguió aumentando hasta su muerte.
Cuando en múltiples ocasiones y en representación de numerosos grupos de población llamaban su vocería, lo hacía siendo fiel a su familia y a sus convicciones. Llenó los templos con su voz melodiosa siendo la representante de aquel legado por lo que se lucha tanto en esta época.
La sorprendió la muerte por el malhadado Covid-19, en el que no hay selección de virtudes y mucho menos de ciudadanos de cualquier categoría política, social o económica.
Era rabiosamente payanesa; tanto así, que al remodelar su casa de San Francisco, se hizo un balcón gentilmente acondicionado para seguir la procesión incesante que deja caer sus plegarias por las calles atormentadas de fieles. Debe constar, como me lo dijo un día, en la Escritura Pública de su casa, la constante de su apego a la procesión que circula por las calles de Popayán.
Hará falta su mirada fugaz en la que se está adivinando la gracia de su figura indeleble, su sonrisa franca y derrochadora de infinita alegría. Sirvió a su región y a su sociedad, de la que fue vocera afortunada; nos hará falta su indisoluble gracia que afortunadamente heredaron sus familiares con sostenible verdad. A ellos los acompaño en esta partida dolorosa, en la que juegan la simpatía y el honor que su madre acondicionaba para la representación de una ciudad que hoy llora su partida.