Hay más bolsas de plástico en el mundo que peces en el mar. En el océano flotan cerca de 150 millones de toneladas de plástico. Los peces navegan desde hace un par de décadas en ríos de plástico que arrojamos desde el continente: vasos, botellas, pitillos, cucharitas, bolsas de todos los tamaños que han ido formado islas de plástico 25.000 veces más grandes que la isla de San Andrés, frente a las costas estadounidenses, país consumista al extremo.
La agencia de noticias EFE, afirma que desde 1994, la mayoría de países europeos, de Norteamérica, cuatro latinoamericanos y 19 de África, son algunas de las naciones que han regulado el uso de la bolsa plástica. En Colombia apenas comenzó el 26 de abril de 2016, con la resolución No.0668, la prohibición del uso de bolsas de menos de 30 centímetros, pero nadie parece enterado. Tenderos, farmaceutas, en almacenes o en el mercado las siguen ofreciendo. Ni siquiera mi marido, que escucha noticias, al ir a la tienda olvida su bolsa para las compras y sin embargo trae unas cuantas más.
Pocas personas han entendido la gravedad de seguir usando tantas bolsas de polímeros. Es fácil llevar en el bolsillo una o dos bolsas, reutilizar las recibidas como una opción. Otra, utilizar bolsas de tela, de papel o canastos como usaban nuestras madres y abuelas, porque las de lona que venden en los supermercados tienen un componente plástico que al final también hará daño al planeta.
Las políticas gubernamentales son importantes pero deben acompañarse de látigo y zanahoria, como dice Mockus, sobretodo en los estratos altos que producen más basura que los demás. Las campañas educativas por medios masivos resultan efectivas, como las que hizo el gobierno nacional en meses pasados para ahorrar energía y evitar el racionamiento. El ministerio de medio ambiente aconseja las tres R en el uso de bolsas: Racionalizar, reutilizar, reciclar.
El plástico es un invento formidable, una bolsa resiste 2000 veces su propio peso, pero no hemos racionalizado su uso. En el comercio deberían existir letreros donde diga: el abuso de bolsas plásticas es nocivo para su salud y la del planeta. Hay que reeducar. Uno se aterraba hace 30 años en Ecuador donde en centros comerciales cobraban las bolsas plásticas y las pagábamos rezongando. Ahora nos aterra en Colombia que hasta en las tiendas le dicen: Déjese atender, le empaco cada cosa en bolsas separadas. Y se asombran que alguien no quiera la bolsa, o la devuelva haciendo caer en cuenta de lo dañino del uso excesivo; cuando comprenden la intención, su respuesta es positiva, “si todos fueran así…” dicen.
Los ríos de plástico que hemos formado con el exceso de utensilios de polímeros y desechables de icopor modifican los océanos, “la vida marina en general se afecta”, dice la bióloga marina Jenny Rodríguez, científica colombiana, que contó en visita a Popayán, que los corales marinos ya padecen de cáncer, epidemia no detectada antes. Quizás ya estén enfermos peces y otras criaturas marinas; ellos morirán.
Un colombiano promedio usa a lo largo de su vida 21.000 bolsas plásticas, cifra que me lleva a recordar al menos tres opciones: 1. Llevar siempre una bolsa en el bolsillo. 2. No recibir bolsas. 3. Volver al canasto, la bolsa de tela o de papel.
¿Será tarde cuando entendamos que los peces plásticos no son comestibles?
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