ÁLVARO ORLANDO GRIJALBA GÓMEZ
Absolutamente repudiable el acto sacrílego que cometieron contra nuestra Religión Católica el pasado domingo en la Catedral Primada de Colombia, algunos desadaptados sociales, cuando en plena celebración de la Sagrada Eucaristía, se encapucharon para lanzar arengas contra la Iglesia, el Estado, a favor del aborto y otras, conducta que marca la profanación, el sacrilegio y el irrespeto total a una doctrina religiosa cristiana como la fe Católica, que en la Eucaristía tiene su más sagrado rito, símbolo y reminiscencia de la transformación del pan y el vino en el cuerpo y la sangre de nuestro Señor Jesucristo, hijo de Dios, en la última cena, antes de su pasión, crucifixión, muerte y resurrección.
La casi bicentenaria Catedral Primada, construida entre 1807 y 1823, hace 199 años, fue objeto de este acto sacrílego, que ha recibido el repudio y la censura de toda la sociedad colombiana mayoritariamente Católica, que califica esta vandálica acción como un atentado contra la libertad de conciencia y cultos, consagrada en los artículos 18 y 19 de nuestra Constitución Nacional, que igualmente se enmarcan dentro del Código Penal, de acuerdo a lo previsto en los artículos 201,202 y 203, como “violación a libertad religiosa”, “impedimento y perturbación de ceremonia religiosa”, y “daños o agravios a personas o cosas destinadas al culto”, actos que deben ser investigados y sancionados ejemplarmente, más aún cuando ya se tiene identificada a una de las participantes, que hace parte de la “primera línea”, dominada “Simona”, perteneciente a una red de artistas en resistencia, en desafortunado sainete, para vociferar destempladas arengas e insultos.
Se sabe igualmente quiénes están detrás de todas estas actividades, contrarias a precisos mandatos constitucionales, atentatorias contra el orden público y los derechos de las grandes mayorías, ofendidas e irrespetadas por unas minorías, cuyas armas son la violencia, la destrucción, el taponamiento de vías, el secuestro de ciudades enteras, el vandalismo, la incitación al odio y al caos, orientadas a acabar violentamente con la democracia en nuestro país, entre otras que todos conocemos.
Los hechos referidos no pueden quedar en la impunidad, y tanto autoridades eclesiásticas como civiles, deben investigarlos y sancionarlos, pues tienen la obligatoriedad de defender principios y libertades democráticas consagradas en nuestra Carta Magna y en las leyes, las cuales como en el caso que hoy reseñamos, han sido flagrantemente violadas.
Esto toca fondo, es de suma gravedad, es pura descomposición social. El acto sacrílego cometido por un grupo de idiotas útiles a causas convencidas de su propia idiotez, está tipificado en el Código Penal, es atentado, irrespeto, violación a claros principios constitucionales y legales contra una doctrina, contra lo más sagrado que tenemos todos los seres humanos en el mundo, que son nuestras creencias religiosas, nuestros ritos y nuestra fe, sea cristiana, católica, musulmana, ortodoxa o la que sea. Es la pérdida total de valores morales, sociales y religiosos, de quienes impulsan este tipo de actos y de quienes los ejecutan.
Lo ocurrido en la Catedral Primada de Bogotá, bien podría ocurrir con otros cultos, si esto queda en la impunidad como tantos otros delitos, máxime cuando es posible identificar plenamente a los delincuentes que entraron camuflados entre los fieles, y debieron quedar registrados en las cámaras de seguridad del templo, al igual que el momento en que se encapucharon al empezar la comunión, para proceder a la profanación de nuestro culto religioso y del sagrado recinto, trepados en las bancas gritando, proclamas y consignas, rechazadas por los fieles allí presentes.
La interrupción del Sagrado Rito de la Eucaristía, en la forma como se hizo el pasado domingo en la Catedral Primada de Bogotá, la rechazamos y reprobamos pues es violencia y vandalismo, pero pedimos al Señor perdone a quienes así ofenden nuestra fe y los traiga a su rebaño.
La Iglesia siempre se congrega en sus templos para orar por la paz, la reconciliación, la justicia, la verdad, para predicar el amor y la convivencia social, para rechazar las injusticias, y las desigualdades, pedir a Dios que convierta el corazón de los que odian, en amor, pues todos vamos en la misma barca que guía Jesús el Redentor.