Por: Felipe Solarte Nates
Lo recuerdo en su niñez ayudando en la tolda a su madre, que al quedar invalido su padre, con esfuerzo hizo profesionales a su numerosa prole de hijos e hijas. En quinto de bachillerato en el Instécnico de Quilichao, desde diferentes banderas políticas coincidimos en el Consejo Estudiantil, en los agitados años 70, cuando estaba al día el sueño de las utopías y la mayoría de la juventud estaba comprometida por luchar por una sociedad más justa y con oportunidades para todos.
A partir de entonces se dedicó a la causa con disciplina y su vinculación con la Juventud Comunista, Juco, la continuó en la facultad de Derecho de la universidad del Cauca, desde donde profundizó su compromiso con las causas de trabajadores, estudiantes y campesinos de apartadas comunidades sometidas al abandono crónico del Estado, que sólo hacía presencia con las fuerzas armadas. Conoció el Cauca, como ninguno, abogando por las causas y defensa de los derechos económicos, laborales y humanos de los más necesitados. Fue personero de El Tambo, concejal y diputado por la Unión Patriótica, salvándose a mediados de los 80 de la oleada genocida emprendida por un sector del ejército aliado con paramilitares, contra dirigentes de esa organización. Desde la Defensoría del Pueblo defendió de los abusos a comunidades vulnerables y como abogado litigante puso sus conocimientos y experiencia al servicio de los más necesitados.
A diferencia de la mayoría de sus compañeros de sueños revolucionarios que ya profesionales cambiaron de partido y se articularon al “sistema”, Pedro se mantuvo firme con su vinculación a las causas populares, mientras consolidaba su hogar con la poeta Hilda Pardo y sus hijos: Pedro Julián y Milena.
No fue sectario y con su talante amistoso y bonhomía mantuvo relaciones respetuosas y de amistad con personas de diversos orígenes y posiciones políticas.
De nuevo el Covid19 nos golpea llevándose físicamente a Pedrito. Lo recordaremos con afecto.
Abrazo solidario para toda su familia.