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RODRIGO SOLARTE
Crecen las expectativas de la gente sobre el qué pasará después del siete de agosto de 2018, cuando se posesione el nobel presidente, Iván Duque.
La búsqueda de la paz con la insurgencia armada, fue el centro programático electoral en el último medio siglo de nuestra historia. Dirigentes del Movimiento M19, partido liberal, partido conservador, y de otros movimientos sociales, participaron en la elaboración de la Constitución de 1991, acordada para continuar buscando la paz, ampliando la democracia, descentralizando el poder, reconociendo la diversidad social, cultural, religiosa y ecológica existente etc.
La historia influye en la formación de la conciencia ciudadana, al igual que sus experiencias de vida, principios y valores que asimile conscientemente en el contexto cercano o lejano donde transcurra el proceso vital humano.
En nuestra realidad han influido y continuarán influyendo, tanto los valores cristianos que llegaron con los conquistadores, como los ciudadanos que siguen evolucionando global y localmente, dado el papel, caritativo y solidario que aflora en períodos de crisis y contribuye a la construcción de convivencia necesaria con los demás seres y la naturaleza.
Durante los últimos ocho años, período presidencial de Juan Manuel Santos, incluyendo su reelección, el llegar a los Acuerdos en el marco constitucional vigente, con las Fuerzas armadas revolucionarias de Colombia, ejército del pueblo- FARC-EP, concertando la entrega de armas, teniendo la tutela de las Naciones Unidas y las bendiciones de la Iglesia católica, entre otras, se convierte en un hecho de gran significancia histórica.
La Vida, la Paz, Derechos y deberes, diversidad, descentralización, retoman la esencia de la Constitución de 1991, ampliando las expectativas manifestadas en las elecciones de este 2018, resistidas y ganadas paradójicamente por los oponentes, algunos de ellos, presentes desde la Constituyente del 91 y otros fariseos de sus tradicionales partidos políticos.
La Constitución de 1991, pese a sus múltiples reformas en contra de los propósitos democrático participativos, ha ido disminuyendo la polarización entre los intereses del centro y la periferia, manifestada esta última por el abandono estatal al campo y sus habitantes, fundamentales sujetos de nuestras raíces, interculturalidad, protección y manejo de la rica biodiversidad que nos enorgullece, y objeto de quienes aspiran continuar adueñándose de los conocimientos alternativos que conservan, las tierras, eje de la Madre naturaleza en su cosmovisión, y las riquezas del subsuelo.
Los retos del nobel presidente, gabinete ministerial, congresistas y ¨uribistas¨ en general, entran a prueba, por los niveles medios y bajos o estratos de la sociedad colombiana, y caucana en particular, representados a todos los niveles del espectro político, social, económico y cultural.
Al esgrimir sus saberes, sueños, decisiones de cambio, sin armas, esperan que los elegidos, realmente los representen, defiendan intereses de las mayorías, y propongan en algo así como, frentes amplios parlamentarios, regionales y municipales, medidas efectivas para frenar el asesinato de líderes sociales, defensores de Derechos humanos, movimientos sociales alternativos, y tantos procesos de muerte que la guerra ha dejado y unos cuantos han decidido continuarlos.
La lucha por la vida, comienza por la propia y la de nuestros mártires, sean estos, soldados de la Patria, exguerrilleros, exparamilitares, pueblo y seres humanos en general, que siguen soñando un mejor país para sus hijos, nietos y ellos mismos.
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