EDUARDO NATES LÓPEZ
Entre más amigos se despiden, cada vez duele más la partida del siguiente en la dolorosa e impredecible lista de vuelos al infinito en que nos tiene incluidos, sin duda ninguna, el destino y por supuesto nuestro Dios, cualquiera que sea la concepción que de El tenga cada quien. Hoy, de manera quizás no sorpresiva, pero si más rápida de lo esperado, tenemos que abocarnos a la tristeza de la desaparición de un personaje por demás conocido en el ámbito nacional y en esta ciudad, como Carlos Villamil Chaux.
Debo aclarar que no soy exactamente coetáneo de Carlos, pero si lo eran mis hermanos mayores, de quienes, desde niño, comencé a oír hablar del afecto hereditario que nos rodeaba. Y luego, como siempre sucede, sería la vida y especialmente el inmenso amor por la música, lo que acabaría por convertirnos en hermanos. Por eso en esta nota, por demás afectuosa y adolorida, prefiero referirme a su vida personal más que a su brillante hoja de servicio público, en la que se destacó a nivel nacional e internacional. Recién graduado de Ingeniero Civil en la Universidad del Cauca viajó a Alemania a adelantar una especialización. Ingresa al INCORA, entidad donde con una brillante trayectoria, llega a la Gerencia General, en la presidencia de Carlos Lleras Restrepo. También ocuparía la Gerencia General de la Caja Agraria, entre 1986 y 1990. Posteriormente fue nombrado Cónsul General de Colombia en Berlín. Fue así mismo, como ingeniero, destacado director de obras como la represa de San Carlos, por ejemplo, como gerente en Colombia de la empresa multinacional de ingeniería: Dragados S. A.
Desde que su madre, la inolvidable Josefina Chaux, lo matriculó en el Conservatorio de la Universidad del Cauca, aún de pantalón corto, se enamoró del violín y jamás en la vida lo dejó. Mientras estudiaba Ingeniería se incorporó a la inolvidable orquesta “Ritmo Estudiantil” con varios de sus compañeros como Aurelio Iragorri H., Roberto Ayerbe G., Jaime Guzmán, Alfonso Fonnegra, el “negro” Collante, Carlos Fernández (Cañagria) y otros. De aquí se retiró y fundó la orquesta “Los Universitarios” con José Tomás (“Cheche”) Illera, Gilberto Saa N, Rafael y Álvaro Velasco (“Pachitos”), Rodrigo Rivera Salcedo (“Capa”) y otros más que no alcanzo a mencionar y me excuso anticipadamente por las omisiones.
Jamás tuvo dentro de sus prioridades el amasar capital pues su gran preocupación fueron los proyectos de beneficio social y de amparo a los desvalidos de la fortuna. Así lo confirman los brillantes desempeños en los cargos que ocupó. Tuve la buena suerte de poder acompañarlo en su gestión en la Caja Agraria, donde me vinculó como Gerente Departamental del Cauca, pero cargó conmigo hasta los más recónditos lugares de Colombia, los que visitaba con frecuencia semanal. Me impactaba siempre ver como se le “aguaban” los ojos frente a los frecuentes cuadros de pobreza y hasta miseria que tocaba presenciar en esos viajes. Al final de las extenuantes jornadas, en las que tocaba combinar traslados en avión, helicóptero, lancha, caballo y botas pantaneras, me decía: “Vení, negro, -como siempre me llamó- … la única forma de soportar este trajín es sacando los instrumentos…” Y comenzábamos horas de horas vespertinas y nocturnas a interpretar boleros, pasillos y bambucos, al son de violín y guitarra, hasta que el cansancio (o los zancudos) nos vencieran…
Era un hombre de gran generosidad, instruido y conocedor del mundo. Para ser absolutamente objetivo, debo recordar que, así como fue controvertida su gestión en el INCORA (especialmente en el Cauca), en una época difícil políticamente y con una visión muy social de la tenencia de la tierra, igualmente fue admirada su administración de la Caja Agraria, con ideas y hechos de modernización y actualización futurista del servicio bancario al campesino colombiano.
Nada le gustaba más que recorrer las calles de su amada Popayán, y, como dice el bambuco de Efraím Orozco, “…poder recordar con los viejos amigos la dulce infancia…” Quizás por ello su voluntad de hallar el reposo eterno en esta ciudad, será cumplida por sus familiares a quienes hago llegar desde este rincón afectivo mi gratitud y solidaridad infinitas, especialmente a sus hijos, Paty, Claudia, Mateo; su hermano Leoncio y a su señora Helena Castro Carvajal.