TRAGEDIA EN ROSAS

Columna de opinión

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Por Sigifredo Turga Ávila

Quienes desde la academia universitaria hemos estudiado e investigado algo sobre lo que ocurre en el ecosistema, nos sentimos con alguna autoridad y por ello mismo, con la responsabilidad de, no solo opinar, sino concretarnos a aportar algo, para que entre todos, encontremos salida a tanta tragedia ambiental, que día a día vivimos en áreas urbanas y especialmente en nuestras zonas rurales de Colombia.

Lo que viene ocurriendo en el municipio de Rosas, Departamento del Cauca, es el rebosamiento de la copa que fue llenándose por tanta equivocación cometida por campesinos, gobernantes, ingenieros responsables de las construcciones, partidos políticos,  comerciantes,  financiadores,  concejales,  diputados, productores, mineros, rebuscadores, inversionistas identificados ahora como inversores. Todos, sin excluirme.

Rosas es un ejemplo palpable de la ignorancia y ojalá no se haya presentando mala fe de algunos que solo les importa su negocio, cosa que claramente sí viene ocurriendo con “El Nudo de Santurbán”, que es una amplia región natural montañosa intertropical, ubicada en los departamentos colombianos de Santander y Norte de Santander. 

Santurbán mantiene el agua a Bucaramanga y otros municipios de aquellos dos departamentos y sin embargo multinacionales están siendo autorizadas para explotar minas de oro a pesar de las advertencias científicas sobre el daño ambiental. 

Es triste ver como las multinacionales del oro promueven ante las entidades gubernamentales, que deben tomar decisiones sobre el tema y ante los habitantes de la región, que el asunto del conflicto agua-minería se resuelve, solo trazando una línea artificial que demarca, hasta donde se puede destruir el estado actual del suelo explotando oro sin que genere daño al agua. 

La naturaleza deberá obedecer al artificio línea trazada y si se presentan en el futuro daños irreparables, lo importante es que la economía crezca; los problemas ambientales solo serán externalidades de la economía que en los números económicos no son importantes.

El territorio de Rosas ha sido muy estudiado geológicamente y está confirmado que hay una falla en el subsuelo que fractura internamente y repercute en el suelo. Esas fracturas hacen daño a la vía Panamericana.

Es bueno recordar que las partes altas y bajas de las montañas de Rosas han sido desprotegidas con la destrucción de los bosques nativos, que servían para retener y controlar los flujos de agua. El cambio de bosque por pastizales y algunos cultivos afectaron los suelos que son de escasa capa vegetal. Los sistemas de siembra futuros deben ser bien estudiados, reconociendo que el agua debe conservarse. 

Necesariamente han de aplicarse tecnologías que ayuden a que el suelo en su superficie ayude a evitar avalanchas, reteniendo agua, de tal manera que fluya naturalmente como cuando los bosques originales así lo permitían.

Otro de tantos daños que encontramos es la construcción de taludes, al fracturar el suelo debajo de la montaña propicia también escurrimientos y avalancha. Cuando se construye un ferrocarril, ese daño es mínimo comparado al que obliga un carreteable de dos vías.

La solución al problema actual es la suma de proyectos, varios de los cuales están estudiados. El principal para mejorar en los problemas económicos, no solo de toda esa región del Sur sino del país, es construir inmediatamente la variante, que inicia por el norte en Timbío y ruta al sur llega hasta El Estanquillo, ya en el municipio del Patía. Es una zona firme donde no va a afectarse por los taludes como ocurrió en Rosas. 

Una vez repose la avalancha debe establecerse un programa de reforestación abundantemente boscosa y de control de aguas. Pero desde ya debe controlarse el suelo ante las aguas retenidas, evitando posibles avalanchas ríos abajo.

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