TAMBIEN DUELE LA MARGINALIDAD DEL PACIFICO NARIÑENSE

Columna de opinión

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Por Mg. Carlos Horacio Gomez Quintero

Por estrictas razones de mi ejercicio profesional, desde El Domingo anterior me encuentro en El Pacífico Nariñense, concretamente en el Municipio de Magüi Payán. Dadas las circunstancias determinadas por la tragedia que continúa azotando al Municipio de Rosas y consecuencialmente a todo El Sur del País, sobre todo en materia vial, para llegar hasta este sitio paradisíaco, me encontré en la imperiosa decisión de planear mi viaje por un trecho largo y algo desconocido, el que transité utilizando varios sistemas de transporte. 

La ruta Popayán – Cali se cubrió en transporte terrestre; el trayecto Cali – Tumaco se hizo por vía aérea, entre otras cosas soportando altísimos y especulativos precios; de Tumaco a Barbacoas, en trayecto de aproximadamente 160 kilómetros, se hizo en transporte público terrestre con precio incrementado a raíz de la escasez de gasolina; en la tierra del afamado oro barbacoano abordé una canoa motorizada para atravesar El Río Telembí y finalmente, el interminable trayecto final a Magüi, por desastrosa vía terrestre de tan solo 17 kilómetros, los cuáles se recorren en dos horas y media aproximadamente, acechados por el temor de la presencia de atracadores o grupos armados ilegales. Fueron cerca de 24 horas de periplo matizadas por angustias, como por ejemplo la pérdida temporal de parte de mi equipaje (afortunadamente recuperado con el computador y la información preparada para mi trabajo), la impaciencia de perder el resto de un día con alojamiento en Tumaco y el permanente cambio de vehículo o medio de transporte, amén de la incertidumbre y el temor ante las eventualidades que pueden darse en territorios ampliamente dominados por la dinámicas violentas, que lejos de terminarse en sus causas y sus efectos, demuestran palmariamente la sistemática pérdida de control por parte del Estado Colombiano y toda su institucionalidad. 

Este relato, que de anecdótico no tiene nada, aunque pareciera serlo por el detalle de hechos narrados, es el vivo reflejo de lo que sucede en una zona del país dotada de enorme belleza paisajística, de incalculable riqueza natural, de cálida y hermosa población y de maravillosa marca cultural y ancestral: Abandono y desidia total. Duele en lo mas profundo del alma conocer de primera mano y escuchar de sus atribulados habitantes, como el paso del tiempo se ha constituido en un lacerante repetir de hechos viles y actuaciones inhumanas confabuladas con el solo prurito de instaurar regímenes de aquellos que dan rienda suelta a la improvisación, la corrupción y la vigencia de prácticas antisociales de amplio calado, las que pese a su notable valor maligno, no han logrado derrotar afortunadamente todos los valores que se anidan en espíritus empeñados en salir adelante bajo otras perspectivas. En tanto miraba pasmado todo cuanto desfilaba ante mis ojos, recordé mis épocas de tránsito y permanencia por nuestra Costa Caucana, la de las primorosas Guapi, Timbiquí y López de Micay, encontrando similitud enorme en los diferentes problemas sociales que los aquejan y como diferencia radical, que al menos, en medio de todas las precariedades narradas, en el sector visitado de Nariño hay vías terrestres y otras posibilidades para la movilidad de las personas y de los elementos que sostienen sus vidas y sus economías.

Magüi Payán es una linda población localizada a orillas del Río Magüi. Su población esta por el orden de los 6000 habitantes dedicados en su mayoría a actividades mineras y al usufructo del mundo asociado a los narcocultivos. La economía salta a la vista como situación que determina un altísimo costo de vida, precisamente a partir del abandono de las prácticas agrícolas y de pesca, que antaño caracterizaban sus ejercicios productivos. Ante el imperio del dinero que circula furtiva y considerablemente, un desayuno cuesta $15.000, un almuerzo $25.000 y todo, absolutamente todo, es caro y codiciado. Los proveedores del comercio local, bastante dinámico, por cierto, llegan desde la capital pastusa y la frontera ipialeña, permitiendo adicionalmente la presencia de variados productos provenientes del Ecuador. En materia de servicios públicos domiciliarios la situación es caótica y deprimente y sin atisbos de encontrar estructurales soluciones al menos en el cercano plazo. Urbanísticamente denota profundos cambios en el estilo y características de siempre, mostrando a una población con la mayoría de viviendas construidas con buenos materiales diferentes a la madera, con grandes e imponentes establecimientos comerciales de toda índole, con un parque y un Centro Administrativo Municipal moderno y con calles adoquinadas en su mayoría. La cotidianidad es alumbrada y regida por la presencia eterna del Nazareno que se venera en la iglesia y que según narran sus historiadores, se apareció en un matorral de moras ubicado en el sitio que hoy ocupa La Alcaldía. Precisan que el sitio poblacional actual se escogió por cuanto su líder espiritual caminaba incesantemente entre Getsemaní, la vereda que anteriormente era copada por los habitantes y la actual cabecera municipal. Ilustran este referente histórico añadiendo que el caminar del Nazareno se verificó por cuanto en varias oportunidades, él mismo se cambiaba de lugar y dejaba señas con las sandalias en el camino. En el ambiente mundano y cotidiano, que se ha escapado al control divino y terrenal, se siente con fuerza la vigencia del temor ocasionado por factores ligados a un conflicto sumamente enredado, en el cual aparecen fuerzas beligerantes de diferentes opiniones, vertientes, pensamientos, motivaciones, uniformes y armamentos, pero igual, todos provistos de la decisión implacable de asentar sus poderíos para controlar y regular lo que El Estado no hace y que en últimas es la causa de la marginalidad sostenida por siempre. 

Esta realidad conocida ha sido permanentemente revisada y concluida, solamente en términos de estructurar planteamientos demagógicos utilizados para conservar las caudas electorales ininterrumpidamente y para dejar a que sea el tiempo implacable, el que consuma lo que debería ser un digno trato para quiénes efectivamente lo merecen y necesitan. 

No sobra comentar que las expectativas generadas, especialmente por la presencia de una líder afro en La Vicepresidencia, siguen latentes y esperanzadas, circunstancia que al menos en mi caso personal me obligan a expresar finalmente, que ojalá se dé inicio a un proceso de transformación cierto y real, que vincule al Pacífico recóndito y hermoso a la ruta de un país ávido de un futuro cierto con hechos positivos frente a la dignidad que les ha sido esquiva. Dura, durísima tarea la de responder estatalmente a tanta marginalidad y despropósitos. De todas formas, el hablar de la posibilidad de esos cambios fue razón sustancial para el arribo a La Presidencia de una persona perteneciente a organizaciones políticas que no deben mirar soslayadamente los niveles de responsabilidad existentes y que también los involucran, frente a la radicalización de los efectos de la desventurada vida que sigan soportando nuestros amigos del Pacífico.                   

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