Columna de opinión
Por: Diego Fernando Sanchez Vivas
El último viaje de Maqroll El Gaviero lo emprendió definitivamente a sus noventa años el 22 de septiembre de 2013, alejado ya de su devenir por el mundo en el que el mar era ya sólo una referencia distante, difusa e incomprensible, y partió para encontrarse esta vez y para siempre con el insondable misterio del eterno retorno.
Había nacido en Bogotá en 1923, pero debió viajar muy pequeño a Bélgica por la ocupación diplomática de su padre, regresó a los 11 años a Colombia nuevamente y se encontró con una visión totalmente diferente a lo que habían sido sus apacibles momentos en una Europa predecible, monótona y gris. Frente a sus ojos descubrió la desmesura del trópico y un espacio infinito en el que la realidad alucinante de Kafka, y la imaginación de Conrad asumían su propia forma y dimensión. Su familia se esmeró en darle una buena educación en el Colegio Mayor del Rosario, pero su muy temprana afición por los libros heredada de su padre y las clases magistrales del poeta Eduardo Carranza lo arrebataron definitivamente de la instrucción formalista y lo llevaron afortunadamente al universo de las letras. Pasaba largas temporadas de vacaciones en la hacienda familiar de Coello, un hermoso enclave geográfico que sirvió de inspiración a varias de sus principales obras literarias. Poseedor de una prodigiosa voz, trabajó inicialmente como narrador en la Radio Nacional y como relacionista público en varias empresas como Bavaria, Esso y la Compañía Colombiana de Seguros. De sus primeras incursiones literarias en 1948 publicó su primer libro » La balanza», y posteriormente en 1953, publicaría » Los elementos del desastre».
En 1956, debió afrontar una de las experiencias más difíciles de su vida al tener que exiliarse en México como consecuencia de una demanda interpuesta por la firma Esso, y tuvo que pagar una condena de quince meses en una cárcel, experiencia de la cual nació una de sus obras más conocidas: » Diario de Lecumberry», donde describe en forma amplia detalles de esta amarga situación. Tiempo después escribió sus obras más representativas tanto en la lírica como en la narrativa. » La Mansión de Araucaima», » Suma de Maqroll el Gaviero», y » Caravansay», y en 1986 se publicó » La Nieve del Almirante» y más adelante seis novelas reunidas bajo el título de
» Empresas y tribulaciones de Maqroll el Gaviero», e «Ilona llega con la lluvia», entre otras, que le dieron un gran reconocimiento internacional y fue galardonado con los premios Xavier Villaurrutia en 1988, Príncipe de Asturias en 1997, Reina Sofia de Poesía Iberoamericana en 1997 y Premio Cervantes en 2001, entre otros.
El 25 de agosto de 2013, el Nobel Gabriel García Márquez había invitado a su gran amigo Álvaro Mutis a un almuerzo en Ciudad de México para celebrar sus noventa años, y el Nóbel recordaría para siempre el gesto de desprendimiento de su amigo quien en épocas difíciles le obsequió su máquina de escribir y le dijo con gran seguridad y firmeza: » Gabito debe tener con que seguir escribiendo», una amistad constante que perduraría como el cuento del Nobel, más allá de la muerte.