El desafío de la cocaína

Columna de opinión

Por: Sebastián Silva-Iragorri

N

o voy a defender la cocaína, ni más faltaba, tóxica, adictiva, estimulante mental y corporal, que alucina, perturba y enajena. No es inofensiva, ni ocasional en sus daños, es al contrario agresiva y dañina, con efectos y alteraciones en todo el sistema neurológico.

Obtenida en procesos de laboratorio, bajo confluencias de insumos, galones de gasolina y muchos más ingredientes fatales, se convierte en un peligro latente y potencialmente destructivo. ¿Cuántos jóvenes han sucumbido a su fervorosa tentación y pasión? ¿Cuántos han fallecido por su envolvente adición? ¿Cuántos han terminado en hospitales siquiátricos bajo graves alteraciones mentales?  Su consumo ha costado miles de vidas, grandes sacrificios su combate, la naturaleza afectada, el ser humano en peligro, hogares destruidos, el dolor extendido y la acechanza permanente de la muerte. No creo que este producto se merezca el tal “Perdón Social”.

El punto de partida está en los cultivos de coca. De las siembras indiscriminadas, sigue la transformación del producto, las negociaciones, el transporte, el comercio ilegal, los millonarios ingresos y el inocultable poder para comprar conciencias y corromper poderes. Es una cadena de producción que trae aparejados graves problemas sociales, desde la deforestación del territorio hasta las venganzas y turbiedades en las transacciones, pasando por los laboratorios y los precursores químicos, hasta llegar al narcotráfico, el consumo masivo y el lavado de activos. Se deberían combatir simultáneamente las 4 etapas del ilegal proceso, protegiendo al campesino e incluyendo campañas educativas de máxima intensidad que impliquen el conocimiento de los perjuicios personales y familiares, el daño social y logrando el compromiso del ciudadano en la acción restrictiva.

La lucha contra las drogas, no la guerra, como se le quiere llamar, no ha fracasado, ha sido torpedeada y sometida a infinidad de obstáculos por los mismos que luego salen ufanos a predicar su fracaso, sin presentar alternativas distintas a la retórica y el inmovilismo que permiten continuar la cadena y el creciente camino de corrupción en el tiempo con sus objetivos criminales.

Las economías fundamentadas en el tráfico de drogas en cualquier momento se derrumban, son artificiales y construidas sin ética. Es urgente recomponer el tejido social con las estructuras legales que impliquen el avance económico bajo los mejores parámetros de productividad, progreso e irrigación de beneficios a todas las capas sociales.

El carbón, el gas y el petróleo han contribuido al desarrollo de los países y forman parte de una etapa en el proceso industrial de las naciones. Por ser productos no renovables llegará el momento de su extinción, por ello desde el gobierno anterior se inició su reemplazo a futuro con el trabajo de impulso a energías alternativas que irán cubriendo nuestro desarrollo industrial y tecnológico.

No se puede disminuir la gravedad de la cocaína, ni compararla con otras actividades lícitas que tienen sus propias reglamentaciones de riesgo y que producen posibilidades económicas que bien utilizadas apoyan a los estamentos de mayor pobreza de la sociedad. Por ejemplo, se anuncia que con los mejores precios del petróleo Colombia recibirá 24 billones adicionales en el año 2023, esto es equivalente a una reforma tributaria completa.

La lucha contra el desastre climático se hace mejor combatiendo la deforestación que dejando crecer los cultivos ilícitos con discursos de ocasión. 

Seamos sinceros, no nos engañemos bajo el ropaje de otras luchas para desviar la atención y dejar atrás el principal problema, el narcotráfico, que corrompe y atrasa moral y éticamente a las sociedades. Progresista es quien observa estas realidades y ayuda a alertar y combatir el veneno que circula por las arterias del cuerpo integral de la Nación.