Columna de opinión
Por Jorge Eliecer Ortiz Fernández – @jeliecerortiz –
Para el 14 de febrero de la presente anualidad, los y las colombianas hemos sido convocados a dos sendas movilizaciones a lo largo y ancho del país. Hemos seguido con detenimiento a cada uno de los convocantes, como para llenarnos de argumentos, que nos permita tomar la decisión de participar o no.
Historialmente, en nuestro país, se han producido diversas movilizaciones, unas que han trascendido y otras que han pasado sin pena ni gloria. Revisando los anaqueles que registran las movilizaciones en Colombia, nos encontramos, para mi gusto, que la sucedida, casualmente, un 14, pero en esa ocasión de septiembre de 1977, fue la de mayor impacto, y fue la convocada por las organizaciones sindicales, a los cuales se unieron, diversos actores sociales y políticos, en consideración a lo inmanejable de la economía, la cual presentaba el indice de inflación más alto, hasta el momento anunciada por los organismos de medición económica del país. Las movilizaciones, se llevaron a cabo, durante el llamado “mandato claro” del presidente liberal Alfonso López Michelsen, quien juro en tarima, que llevaría a la economía colombiana a los estándares registrados en países como el de Japón, anuncio fallido por supuesto. Como logros de la movilización se podría registrar: 1) aumento de los salarios, 2) congelación de los precios de los artículos de primera necesidad y de las tarifas de servicios públicos, 3) suspensión del Estado de Sitio, 4) derogación del Estatuto Docente, 5) que los trabajadores de servicios del Estado puedan disfrutar del derecho de asociación, 6) Abolición de la reforma administrativa, y 7) Entrega de tierras a los campesinos por el INCORA.
Pues bien, a escasos cinco meses de trascurrido el gobierno presidido por Gustavo Preto, se produce una segunda convocatoria a la movilización social, promovida por su puesto, por quienes vienen ejerciendo el papel de opositores y para matizar el evento, el mismísimo presidente, motiva a la movilización, paradójicamente, unos a defender y otros a atacar, reformas estructurales a la salud y a las pensiones, las cuales los colombianos deseamos conocer, ya que, hasta el momento, las referidas reformas se han venido conociendo a cuenta gotas y por anuncios en los diversos medios de comunicación. Es decir, en la confrontación a que se nos invita, lejos de buscar alternativas a los “documentos reformistas”, lo que se percibirá y permitirá finalmente es medir el poder de convocatoria de unos y otros, para que al final de la jornada, los marchistas regresen a sus casas, previo eso sí, a la exposición de posibles enfrentamientos, azuzados, por extremistas que buscan generar el caos y el desorden, emulando lo que viene sucediendo en el país vecino, Perú.
Definitivamente, los y las colombianas, no podemos prestarnos para este juego de poder, desde esta esquina, llamamos a la concordia y al dialogo, que los escenarios de la discusión de reformas y al manejo de la política minero energética se haga con la moderación de los centros educativos de educación superior con la concurrencia de todos los activistas de la oposición y de quienes apoyan el gobierno del cambio; sin duda, que con estos gestos civilizados, podremos construir el país de la equidad.