Columna de Opinión
Por: Paloma Valencia
El núcleo fundamental de los derechos individuales está relacionado con las convicciones íntimas, la libertad de expresión, la pluralidad ideológica esencial para la democracia. Un Estado laico y pluralista, no puede imponer valores religiosos, ni valores políticos. Sólo los regímenes totalitarios pretenden anular todas las narrativas existentes, para imponer como única y hegemónica aquella que sirve a sus intereses.
Aun dejando de lado la discusión sobre el sesgo del informe de la Comisión de la Verdad (parcializado para mi), el Estado no puede imponerlo. Hay muchas y muy variadas narrativas sobre la violencia en Colombia, basta ojear libros de historiadores para verlo. La narrativa de la Comisión de la verdad es una muy particular y discutible, como lo son todas.
Si la comisión hubiese sido integrada por las diferentes fuerzas políticas, los empresarios, los campesinos, las fuerzas armadas, en fin, todos los grupos sociales, y hubiera recogido todas las narrativas existentes, tal vez hubiéramos podido llegar a una narrativa general y amplia donde todos cupiéramos. Eso no sucedió. Tenemos una Comisión donde sólo están representados los sectores de izquierda. El único representante de las fuerzas armadas se retiró denunciando los abusos de una mayoría aplastante que imponía una versión de la historia.
Otra alternativa era que la comisión se hubiera abstenido de hacer una interpretación de los hechos. Si se hubiese limitado a hacer una recolección amplia y diversa de los testimonios de las víctimas tendríamos un compendio más aceptable. Pero donde hay interpretación hay valores y aproximaciones individuales, susceptibles de ser discutidas y rechazadas. Son interpretaciones, no verdades.
Ahora el Ministro Gaviria anuncia que las conclusiones de una comisión que lleva el nombre de verdad serán elevadas a esa categoría. Pasan las interpretaciones a ser hechos. Violan los derechos de los padres a escoger los valores políticos de sus hijos. Vienen a censurar las narrativas que no son la verdad oficial.
He encontrado un gran número de condenas de los fines y medios (por diseño) del Estado en el informe. Por ejemplo, para mencionar sólo cuatro: “Los principales responsables identificados por la Comisión son el Estado colombiano, los grupos paramilitares, las guerrillas…” y sigue “la doctrina de seguridad nacional ha considerado como enemiga a buena parte de la población civil”. “El modelo de seguridad que ha prevalecido en Colombia se ha configurado en un factor de inseguridad y violación de derechos humanos”, “la fuerza pública…clasificando a la población en función de su actitud frente al Estado para tratar de neutralizar o eliminar a los considerados opositores”.
No he encontrado ninguna expresión que clara y explícitamente afirme la legitimidad del Estado en su lucha contra los grupos armados. En balance, el informe controvierte la legitimidad del Estado y lo equipara a los grupos paramilitares y a la guerrilla. Una cosa es decir que unos funcionarios del Estado cometieron atrocidades y otra muy distinta, es afirmar que los fines del Estado eran en sí mismos atroces.
La diferencia entre el Estado y los grupos guerrilleros y paramilitares es que los grupos ilegales siempre tienen medios criminales y actúan a través del delito (terrorismo, narcotráfico, secuestros…). En tanto que, los medios para alcanzar los fines del Estado (las políticas públicas y la acción estatal) siempre estuvieron del lado de la legalidad, no planearon crímenes. Y claro que algunos funcionarios cometieron atrocidades por las que deben responder, pero esas no eran las órdenes que recibieron del Estado.
Sostengo que este informe elevado a verdad es un esfuerzo de la izquierda ideológica por plantear que había razones para enfrentar al Estado y que la lucha armada estaba justificada. Esa lección a los niños de Colombia es terrible; generar la idea de que la violencia en algunos casos se justifica nos aleja de cualquier propósito de paz. Es tal vez esa idea la que ha perpetuado la violencia.
Entiendo, sin embargo, cómo la narrativa que yo considero más conducente a la paz puede ser inaceptable para una parte del país porque estamos muy polarizados. No estoy pidiendo que se difunda como oficial una u otra narrativa, si no que no se difunda como oficial ninguna. Es curioso, o tal vez no, como en este pulso con el gobierno Petro, la liberal soy yo.