Editorial
Por: Marco Antonio Valencia
D
esde la alcaldía de Popayán se anuncia la modificación de la glorieta Antonio Nariño en el norte de la ciudad, y aunque mucha gente instruida se pregunta por la suerte del monumento al llamado “Precursor de la Independencia”, a otros les vale un rábano… sencillamente porque en estos tiempos de redes sociales hace falta hablar más de la relevancia histórica del prócer –no sólo para Colombia– sino para Popayán en particular. Recordemos que hace más de veinte años no se enseña historia en el país y no se promueve una relación con nuestro pasado y los orígenes de la nación colombiana.
Su nombre completo era Antonio de la Santísima Concepción Nariño y Álvarez, pero la gente terminó llamándolo “Antonio Nariño” a secas. En su honor hay un municipio y un departamento con su apellido, así como miles de estatuas, placas, barrios, avenidas y escuelas, entre otras, que evitan que lo echemos al olvido.
¿Y por qué es necesario no olvidarlo? Primero que todo, por un hecho cuya trascendencia histórica debería recordase siempre: Antonio Nariño fue la primera persona en nuestro continente que tradujo del francés al español “Los Derechos del hombre y del Ciudadano”. Documento que tal y como algunos de nosotros sabemos, abrió los ojos a los latinoamericanos para pensar y entender que todos los seres humanos somos iguales, tenemos derecho a la libertad y a la propiedad, entre otras.
Hoy en día, alguien preocupado por la situación de los derechos humanos y que luche contra los malos gobiernos o contra el opresor o las injusticias, no se atrevería a vandalizar, dañar o quitar el monumento que recuerda a un hombre que fue condenado a diez años de cárcel por traducir y enseñarnos la existencia de nuestros derechos.
Un poco de historia nos cuenta que en la guerra por la independencia de Colombia, el ejército español (realistas) se tomó la ciudad de Popayán en 1813 y se asentaron en la hacienda de Calibio. Y que fueron las tropas comandadas por Antonio Nariño las que derrotaron a los españoles en enero de 1814, en la famosa batalla de Calibio, donde murieron 200 patriotas defendiendo esta ciudad. De allí que la presencia del monumento escultórico a Antonio Nariño en Popayán, esté más que justificada.
La estatua de Nariño debe leerse como un homenaje de gratitud a la persona que en un momento histórico en particular nos trajo luces y nos abrió los ojos para que entendiéramos que el mundo occidental estaba cambiando, que era momento de empezar a tomar conciencia y luchar por los derechos humanos que son la base de valores como libertad y la igualdad.
Desde la alcaldía nos dicen que la estatua será removida de la glorieta (su actual sitio) y llevada no lejos del lugar donde hoy está. Que dicho traslado se requiere para poder realizar un proyecto vial necesario para la ciudad. Que el monumento “al Precursor” seguirá engolando y reinando en el barrio Nariño. Esperamos que así sea.