El arte debe engendrar discusiones, no vandalismo

Editorial

Por: Marco Antonio Valencia

E

l actual presidente del Senado le solicita a la Ministra de Cultura borrar un mural en el techo del Salón de la Constitución porque en su opinión es una obra machista, misógina y fea.

Y, por si fuera poco, anuncia que si de aquí a diciembre no lo han cambiado, él mismo vendrá a grafitearlo con pintura blanca.

Es necesario que alguien le explique al senador Barreras que la obra es la representación de un determinado momento de la historia colombiana, y que la historia no se puede cambiar al antojo, salvo en lugares donde no prima la democracia. Que lo mejor que podría hacer el Senador es mandar a pintar un cuadro al frente, a partir del cual se pueda comparar o contrastar otras concepciones de la historia de acuerdo al momento social y políticamente inclusivo que hoy vivimos, donde ciertos paradigmas y estereotipos han sido replanteados a la luz de perspectivas distintas.

Argumenta el senador que en el cuadro solo hay “machos”, que hay solo una mujer vestida de monja por allá empequeñecida. Señala también que los dos únicos afros están de rodillas y encadenados y los indígenas no existen. Y para él, eso es inaceptable.

Pero otra posible lectura del cuadro diría que eso fue justo lo que el maestro Ramón Vázquez Arroyave quería mostrar y denunciar. Un cuadro, pintado a lo largo de cuatro años (1982-1986) por un docente universitario en fecha tan reciente no representa un mero descuido ni una apología al machismo, ni tampoco decimos que sea una obra inocente. Recordemos que los muralistas por tradición suelen realizar denuncias sociales a través de sus grandes frescos o exaltar aspectos de la historia de un país.

Su amenaza con grafitear la obra del artista, es una actitud descolocada e inconveniente por sí misma. Una amenaza que sugiere una acción vandálica deja en aprietos al presidente del Senado cuyo cargo y estatus político es defender tanto los derechos de las minorías como el patrimonio artístico de la nación.

Su amenaza conlleva una validación del delito del vandalismo. Sus palabras son un exabrupto que aprueban lo que hacen los vándalos con las piezas de arte y patrimonio (murales y estatuas) a lo largo del país. Incluso es una indicación sobre lo que deben hacer los bárbaros y los violentos cuando una obra de arte les parezca “fea” o crean que no los representa. Esta apología del delito debería llegar a la Comisión de Ética de la corporación.

“Entre gustos no hay disgustos”, “o para gustos hay colores” dice el refranero popular indicando lo problemático de discutir temas de belleza, y más en el campo del arte. El gusto y la actual opinión del senador que ocupa un lugar de poder, no pueden prevaler más que la de otros ciudadanos a los que les puede gustar la obra o que la miran y valoran de un modo distinto.

Pueda que en efecto el cuadro sea “feo” o inadecuado, pero a lo mejor era justamente lo que intentó mostrar el pintor al plantearse esa representación de una escena histórica. ¿Por qué no? Olvida el senador que el sentido del arte es justamente ser una invitación a pensar, a interpretar desde diferentes sensibilidades y puntos de vista.

Por eso, la interpretación del Senador es válida. Y los pensamientos o ideas que le suscita el cuadro son suyos, y tan respetables como los de cualquier otro ciudadano.

Sin embargo, lo que no puede hacer es asumir el papel tiránico del dictador que busca borrar la historia de un plumazo a su entero capricho, por gusto o conveniencias ideológicas y políticas.

Esa imagen loable de un nuevo congreso de la república trabajando en buenas leyes para lograr el cambio social… la están arruinando senadores ebrios de poder como Flores y Berreras cuyas actuaciones pueden interpretarse de violentas, peligrosas y feas.

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