Julio, el desobediente vital, el que nos enseñó que la vida no podrá ser nunca contenida ni explicada en una caja de Petri ni en el laboratorio más sofisticado…
Por Esperanza Cerón Villaquirán
Especial para EL NUEVO LIBERAL
¿Cuál sería el significado de la palabra contener? ¿Puede una ciudad contener a un ser humano? ¿Puede un ser humano contener a una ciudad? PoPayán, Julio César Payán de la Roche, llegó a la ciudad para quedarse, para reinventarse y con él, reinventar una era en el campo de las medicinas alternativas y de la salud pública.
Contener, abarcar, abrazar, aguantar, albergar, entrañar; todo eso hizo uno con el otro: la ciudad y el hombre. Aquí encontró los aires multiétnicos con sus luchas rurales pero también urbanas, a las que supo identificar como fenómenos que clamaban por una salud pública donde el amor, la justicia y los derechos fueran los ríos de los que se alimentara el bienestar de las gentes y de los territorios.
Su encuentro con el Dr. Jorge Alberto Duque fue como el abrazo de dos constelaciones que se afianzaron y crearon toda una escuela de pensamiento alternativo desde la Hacienda/Clínica Los Robles.
Julio, el desobediente vital, el que nos enseñó que la vida no podrá ser nunca contenida ni explicada en una caja de Petri ni en el laboratorio más sofisticado, porque la vida es la complejidad misma; la vida se besa con lo inerte para reinventarse, y su muerte, la de Julio, nos desafía hoy a reinventarnos en el camino que nos dejó en legado.
¿Cuándo un ser humano se convierte en grande? Cuando como él, cada día de su vida regó generoso el legado de su saber, de sus obras y de su palabra consecuente. Él no esperó para morirse. Cientos de Médicos de América Latina y Europa le debemos el habernos abierto un sendero apasionante que nos hace amar cada día nuestro trabajo por la salud. Con la sencillez que solo puede emanar de un maestro, con la risa abierta, el corazón valiente, la duda reiterada nos invitó siempre a la desobediencia vital.
Hoy le llaman en Europa el filósofo y el poeta de la Terapia Neural, nosotros le llamaremos siempre maestro; aunque en realidad fue un maestro anti maestro; sus coloquios eran más conversatorios que cuestionando desde los nuevos paradigmas de la física cuántica y del pensamiento complejo, nos recordaban siempre el según y el depende….
Su humanismo no fue antropocentrista. Su humanidad se basó en reconocer lo humano como esa modesta expresión de la madre naturaleza sin la cual no es posible ser cabalmente ético. El optimista dubitativo que siempre llegó donde fuera a entregar su corazón aun cuando todo pareciera perdido.
¿Qué lado de la ciudad y de la vida no tocó? Luchó y ganó por los damnificados del terremoto de PoPayán, acompañó luchas indígenas negras, ambientalistas, de mujeres, de jóvenes, alumbró caminos en Funcop, desde el Concejo Municipal, trajo la ciudad educadora, la asociación Colombo-China, abrió su consultorio para que aprendiéramos con él sin cobrarnos un peso… Atendió tantas personas que pagaban su consulta como las que no podrían hacerlo. Desde la radio cada día y por años, abonó con su palabra las mañanas con reflexiones sobre salud pública y política.
¿Qué tropiezos no afrontó? Vapuleado, calumniado, expulsado, secuestrado, no dejó nunca de amar esta ciudad. Jamás dejó de creer que eran posibles otro Popayán y otro Cauca donde cupiéramos todos en un futuro común compartido.
Nuestros recuerdos de él son entrañables, plenos de gratitud y alegría. De llorar también lloramos, pero de reír, también reímos. Un homenaje no a su ausencia sino a su querida presencia en nosotros y en todo lo que tocó con tu generoso corazón. Gracias, querido Julio.