Opinión
Por: Mg. Carlos Horacio Gómez Quintero
Escribir sobre este caótico tema de todos los días, es una idea surgida a partir del traumático episodio vivenciado en la tarde del anterior Domingo, cuando regresando desde el norte de la ciudad, decidí hacerlo por la carrera sexta, en aras de evitarme precisamente, los monumentales trancones que se forman sobre la autopista norte.
Claro está, debo precisarlo, que lo de hoy no era la primera ocasión en que debía padecer tal enredo, condición atentatoria en veces contra la vida misma y todo por cuánto unos adorables irresponsables han tomado la decisión de parquearse a lado y lado de las calzadas, mermando en un 50% el área de rodamiento construido y propiciando con ello el surgimiento de críticas oportunidades para avanzar.
Para todos cuántos tenemos la inaplazable necesidad de movilizarnos en nuestros autos o en el transporte público en nuestra amada ciudad, está sentenciado el hecho de ser agredidos por la impertinencia e irresponsabilidad especialmente de los motociclistas; de ser impávidos observadores de los arrebatos de engreídos conductores, quiénes piensan que por el solo hecho de tener un vehículo automotor han alcanzado el cielo; de ser desplazados de la movilidad serena y ordenada, por cuanto a la ciudad la han convertido en parqueadero que atosiga y asfixia; de ser obsecuentes colaboradores de groseros personajes, quiénes se han atribuido la función de convertirse en agentes reguladores ante la ausencia de la autoridad; de ser permanentes vociferantes de madrazos y otras especies, cuando nuestros vehículos caen en los cráteres que abundan sobre la malla urbana; en fin, de habernos saltado en términos generales, de la normal conducta ciudadana que respeta a las autoridades, para convertirnos en los críticos despiadados que impiden a los funcionarios competentes, apenas asomar tímidamente la cabeza.
Sin la pretensión de cuestionar o descalificar a los responsables de tránsito en la ciudad y al mismo Alcalde y sin regar más sal sobre las abiertas heridas, quiero insistir en mi posición de siempre, cuando intento valorar la gestión que ellos adelantan.
No se trata de ser simplemente Administradores de lo público, gestionadores de recursos de aquellos que se consiguen sin mayores afugias en la oferta institucional. Tampoco se trata de ser autoridades que solo llegan a la comunidad a través de las redes sociales y los beneficios de la mediación. Mucho menos se trata de ser únicamente líderes de actividades, que siendo importantes no son trascendentes.
No. Se trata de ser Gobernantes y ello implica, necesariamente actividades diferentes y estructurales. Hay que tomar decisiones con fundamento en el análisis objetivo de las situaciones presentadas. Deben buscarse caminos para lograr que los asociados se sumen en mayor número a la solución de problemas críticos. No hay que temerle al desgaste, toda vez que este es natural al proceso de dirigir los destinos sociales, económicos, políticos, culturales de seguridad, empleo y supervivencia, entre otros grandes aspectos. Hay que gobernar definitivamente.
SITUACIONES COMPLEJAS
En esta perspectiva, me atrevo a elaborar un pequeño listado de los problemas o situaciones complejas que siguen sin resolverse, sin verdaderas acciones de gobierno y que ocasionan el terrible caos experimentado. Seguramente faltan muchos más, pero mi intención es soltar un cabo de discusión para esperar, si por gracia de Dios nos atienden y nos colocan cuidado:
El rápido crecimiento poblacional y de demandas de trabajo.
El uso, cada vez más intensivo de vehículos privados.
El aumento explosivo del parque automotriz privado.
Los sistemas de transporte colectivo de baja calidad.
Los sistemas de transporte colectivo atacados por la informalidad.
La deficiente construcción de infraestructura vial.
La ausencia de conciencia ciudadana sobre las normas de tránsito.
El desarrollo urbanístico incontrolado.
La falta de autoridad en doble arista: No existe quien la ejerza y no hay disponibilidad mayor de talento humano capacitado para la regulación.
La falta de verdaderos planes de contingencia ante el desarrollo de obras públicas.
La lentitud en la capacidad de ejecución de obras públicas.
La ejecución de múltiples actividades deportivas, culturales y de movilización que se impulsan sin dar avisos a la comunidad y que obstaculizan el tránsito cotidiano.
La costumbre de convertir las calles en parqueaderos públicos.
La instalación de establecimientos comerciales y de ventas de servicios sobre corredores residenciales.
El atropello inclemente y cuasi autorizado del mal uso del espacio público.
La presencia de instrumentos reguladores como los semáforos, los que no funcionan en su totalidad o están mal calibrados o no generan actitudes de acatamiento por los transeúntes.
ESTRATEGIAS PARA UN CAMBIO
Puesto que no se trata únicamente de colocar el dedo en la llaga, considere apropiado también formular una suerte de estrategias como las siguientes:
- En la medida en que se avanza en la adopción del nuevo POT, conviene recomendar se planifique el crecimiento tendencial de la ciudad con políticas claras de expansión de las redes de infraestructuras y servicios públicos urbanos.
- Realizar un plan integral de movilidad, basado en estudios de diagnóstico sobre los problemas predominantes en la ciudad, teniendo en cuenta las particulares y restringidas formas y modos de desplazamiento existentes.
- Arrimarse con buenas propuestas y clara disposición de construcción conjunta al Gobierno Nacional para asimilar las disposiciones del Plan Nacional de Seguridad Vial.
- Reforzar y capacitar a los equipos técnicos municipales en términos de planificación, de ejecución y de mantenimiento de la vialidad urbana, así como a los responsables del control de tránsito, para generar confianza y respaldo ciudadano.
- Acercarse a la comunidad en general, en procura de vincularla a la búsqueda de soluciones y a la implantación de medidas correctivas.
- Introducir la educación vial en todos los niveles de formación de la población y también llegar a quienes no se encuentran dentro de la comunidad educativa.
- Generar políticas activas de prevención de la producción de siniestros y accidentes viales así como de disminución de la gravedad de sus efectos, en respuesta a un claro ejercicio de monitoreo permanente de esa siniestralidad.
- Diseñar y aplicar con autoridad acciones para la obtención de vías de circulación, intersecciones, cruces peatonales y ciclovías con márgenes totales de seguridad y respeto.
- Organizar al sistema público y legal de transporte, respondiendo con una creciente oferta de servicios calificados.
Y desde luego, como colofón necesario: QUE VIVA LA BICICLETA Y QUE SE AUMENTEN LAS CICLOVIAS.