Hace más de 300 años el Santuario de Belén adorna a la ciudad desde una colina que es uno de los cerros tutelares de Popayán. Junto al atrio, se levanta imponente una Cruz en piedra de cantera, que trae consigo un relato urbano enmarcado en un contexto histórico.
Por: Keka Guzmán
El Nuevo Liberal
“Si la Cruz de Belén se cae, Popayán desaparece”, es la frase que se escucha entre los pasillos y corredores de la ciudad de Popayán, para referirse a una “maldición” con la que cargan los patojos desde hace mucho tiempo. La Cruz se encuentra ubicada en el Santuario de Belén, una de las iglesias más antiguas de la ciudad. Fundada el 8 de septiembre de 1681 por Juan Antonio de Velasco, un esclavo que había comprado su libertad y compró la colina. Junto al atrio, se impone una Cruz en piedra de cantera, tallada en el año 1789 por Miguel Aguilón.
“La cruz se construyó como exvoto, como una promesa que el pueblo hizo al señor Jesús para que lo librara de los terremotos, de las catástrofes, de las plagas, del comején, de los rayos y de las diferentes pestes que sucedían en el S. XVIII”, afirma el padre Raúl Ortiz Toro, quien fue el rector eclesiástico del Santuario de Belén y que, actualmente es el director del Departamento de Doctrina y Promoción de la Unidad y el Diálogo. Para él, la construcción de la Cruz tuvo una única finalidad: ser un símbolo de protección ante los peligros de la época. Por ello, en los cuatro lados de la base hay cuatro imprecaciones, es decir, cuatro oraciones que piden los fieles para ser salvados.
En el lado sur está la inscripción de: “rezar un padre nuestro a Jesús para que nos libre del comején”. Hacia el lado occidental: “rezar un padrenuestro a San José para que nos dé buena muerte”. Hacia al lado oriental: “rezar un ave maría a Santa Bárbara para que nos libre de los rayos” y luego, hacia el lado norte de la base: “rezar un ave maría a nuestra Madre de Misericordia para que no sea total la ruina de Popayán”, haciendo alusión a los terremotos. Según Ortiz Toro, desde la fundación española en 1537, en Popayán se han documentado al menos seis terremotos, el último, fue en el año 1983, el que más estragos causó.
La leyenda dice según la cultura popular, que, si la Cruz de Belén se cae o se hunde, Popayán desaparece. Se dice que un obispo fue desterrado de la ciudad en la época de Tomás Cipriano de Mosquera, por un proceso histórico que se llamó “la desmortización de manos muertas”. El monje salió de la Iglesia y pasó por el lado de la Cruz, se sacó la sandalia, la sacudió y dijo que ni el polvo se llevaba de la ciudad y maldijo la Cruz diciendo que el día en que esta caiga será la destrucción para Popayán. “La leyenda es producto del temor de la gente por la ira divina”, afirma Luz Ángela Guzmán, habitante de la ciudad desde hace 92 años y agrega que, a pesar de que es una leyenda, ella cada que va a Belén le reza a la Cruz por sus cuatro lados, porque también le teme a la ira de Dios.
“Históricamente no se encuentra ningún nombre, ningún hecho documentado donde se diga que hay una maldición de este talante, realmente esto surgió de acuerdo al aspecto devocional de la gente en siglo XVIII y el enfrentamiento de los temores de esa época”, afirma el padre Raúl Ortiz Toro. A pesar de ello, en la ciudad se creó un imaginario en la comunidad, en la feligresía, generando una carga conceptual y simbólica muy grande, porque para sus habitantes la leyenda no es un simple comentario que a alguien se le ocurrió, sino que hace parte de su cultura, de su diario vivir. “Yo sé de la historia de la Cruz porque mis abuelos me la contaron, ellos son muy creyentes y le rezan para que nada malo suceda y yo crecí con ese pensamiento”, afirma Jesús David Tróchez, estudiante de Comunicación Social de la Fundación Universitaria de Popayán.
El terremoto que sacudió a la ciudad en el año 1983 generó un despliegue más grande de esta leyenda, la cual tomó fuerza porque, al parecer, cuenta Ortiz Toro, todavía estaba en la memoria de los habitantes el hecho de que durante todo el siglo XX hubo varios terremotos. “Mis abuelos siempre han dicho que en el terremoto del 83 lo primero que hicieron fue ir a ver la Cruz de Belén, porque tienen la creencia de que el día en que la Cruz se caiga Popayán desaparece”, comenta Carlos Fernando Castro, estudiante de Ciencia Política de la Universidad del Cauca.
El terremoto del 83 generó en el Santuario de Belén una gran grieta que, asegura Raúl Ortíz, llegó a medir en profundidad hasta 5 metros y de anchura hasta 3 metros, cuando llegó al punto de la Cruz, la grieta se detuvo, no la tocó, a pesar de que por el movimiento telúrico hizo que se cayera el travesaño derecho. A partir de ese hecho, la gente vio ese suceso como un milagro, porque la grieta habría podido abrirse, llegar hasta la Cruz y comerse a la ciudad, pero por alguna razón, no la tocó. “La Cruz empezó a ser considerada un amuleto”, dice el padre.
La leyenda es una manifestación de la fe payanesa, es un imaginario que está muy ligado en la conciencia de los fieles que podría significar la confianza que la gente tiene en Dios. Para el padre Raúl Ortiz Toro, la Cruz se convirtió en un testimonio de religiosidad popular y en una de las identidades de la ciudad y, afirma que, por entidad y religiosidad cultural debe entenderse que se trata de un patrimonio en el cual es evidente muchos usos, signos e interpretaciones de la cultura. Para él, es un verdadero testimonio de vida religiosa y también de tradición cultural.
La Cruz es testigo de muchas generaciones de devotos, abuelos, bisabuelos, personas que han cargado con su devoción. “Además de ser un testimonio de fe payanesa, podría decirse que se convierte en incentivo para acercarse a Dios. Cuando las personas se acercan a la Cruz se dan la bendición, rezan un padrenuestro, un ave maría y hacen una venia, en señal de respeto. En la cultura religiosa es muy importante llevar la cruz, muchos la llevan en el pecho, es una manifestación del amor a Dios”, comenta Ortiz.
Actualmente la leyenda sigue presente en el imaginario de los payaneses, es un relato urbano que con los días toma más fuerza, convirtiéndose en un símbolo para la ciudad. Alrededor de la Cruz se siente misterio, respeto y se evoca un pasado. Por eso, los payaneses temen a que en algún momento se caiga porque creen fielmente en el poder que tiene la Cruz labrada en piedra de cantera.