La pandemia incrementó las violencias basadas en género

Aunque no es un problema reciente, entre 2020 y 2021 los casos de violencia de género e intrafamiliar se incrementaron en un 12,1 por ciento. Desde el norte de ese departamento, Elsa María Zapata, una lideresa social, le hizo frente a la situación a través del acompañamiento a las mujeres. Esta crónica será presentada en dos entregas (28 y 29 de junio). Aquí la primera.

POR: CO.MARCA DIGITAL

El Nuevo Liberal

— ¡Nos van a hacer caso el día que maten a alguien frente a ustedes! —dijo Elsa María antes de que un funcionario de la Fiscalía saliera a atenderlas. Llevaba varios minutos golpeando la puerta metálica y oxidada de la Unidad de Reacción Inmediata (URI). Reclamaba al guardia de seguridad que la dejara entrar. Elsa María ayudaba a Milena, una joven que era violentada físicamente por su pareja.

A raíz de las evidentes agresiones físicas que presentaba Milena, Elsa María, en compañía de la familia de la víctima, hablaron con ella para que denunciara a su agresor. Aunque Elsa María no recuerda la fecha exacta, sabe que, en el mes de marzo del 2021, Milena se atrevió a hablar.

Con temor en sus ojos, pero con la convicción de hacer lo correcto, ambas mujeres llegaron a la Fiscalía del municipio de Puerto Tejada, Cauca, para chocarse con la realidad. En la puerta, pegada con cinta transparente, reposaba una hoja blanca con un correo electrónico y la indicación de que las denuncias debían realizarse por Internet.

La excusa para negarse a prestar el servicio de manera presencial era la pandemia de Covid-19, declarada así a nivel mundial el 11 de marzo de 2020 por la Organización Mundial de la Salud (OMS). En Colombia, las primeras medidas y protocolos de bioseguridad para evitar el esparcimiento del virus se iniciaron el 10 de marzo. Doce días después, con el Decreto 457 de 2020, se estableció el aislamiento preventivo obligatorio en todo el país, con vigencia entre el 25 de marzo y el 13 de abril.

Desde el 19 de marzo del 2020, mediante la circular 0009, la Fiscalía General de la Nación determinó que teniendo en cuenta las restricciones de movilidad decretadas por el gobierno nacional, ponía a disposición de la comunidad canales virtuales para realizar las denuncias, sin embargo, la Unidad de Reacción Inmediata (URI) debía prestar atención de manera presencial.

Elsa María aún no sabe por qué aquel día le estaban negando el servicio.

—Necesito que me diga ante la cámara que una mujer de la Red de Mujeres del Norte del Cauca (Redmunorca) vino a hacer una denuncia y la única solución es hacerlo por Internet —le dijo Elsa María al guarda que se encontraba de turno mientras lo grababa con su celular.

Aunque está ubicado en el norte de Cauca, casi en la frontera con el departamento de Valle del Cauca, el clima caluroso y el característico olor a caña de los ingenios azucareros cubren el ambiente de Puerto Tejada, un municipio que históricamente ha sufrido las consecuencias del conflicto armado.

Uno de sus capítulos quedó retratado en una imputación de cargos de la Fiscalía Nacional Especializada de Justicia Transicional en 2012, contra desmovilizados del extinto Bloque Calima de las Autodefensas Unidas de Colombia (Auc), en la que documentó cómo fue la violencia de ese grupo paramilitar contra pandillas del municipio. Dicho grupo cometió asesinatos selectivos para hacerse con el control territorial hace un par de décadas, hasta su desmovilización, ocurrida en diciembre de 2004.

Basta con hacer una búsqueda rápida por los titulares de medios de comunicación locales y nacionales, para darse cuenta de que, en este colorido municipio, a diario alguna de sus calles se ve pintada de un rojo oscuro.

—¡Una bala perdida mató a una niña dentro de su casa! ¿Cómo es eso posible? Muchas veces cuando una mujer muere acá es a causa de una bala perdida. ¿Si serán perdidas o será que las pierden a propósito? — dice Elsa María sobre la violenta realidad de su pueblo natal.

En Colombia, donde los grupos ilegales han tenido control sobre la población, las víctimas se han enfrentado a altos niveles de impunidad en delitos como la violencia sexual y otras Violencias Basadas en Género (VBG).

En cifras del Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses en Colombia, en el año 2021 se registraron 4.344 casos de violencia de pareja, mientras que hasta febrero de 2022 la cifra es de 5.734, evidenciando una variación porcentual del 31,95. Estos actos en contra de poblaciones vulnerables como las mujeres y la comunidad LGBTIQ+ no es aislada, en un balance, el Centro de Memoria Histórica reportó que “entre 1958 y 2017 un total de 15.076 personas fueron víctimas de violencia sexual; el 91,6% eran mujeres”.

Según el boletín epidemiológico de noviembre de 2021 del Instituto Nacional de Salud, hasta la semana epidemiológica 44 se habían reportado 95.452 casos sospechosos de violencia de género e intrafamiliar, con un promedio semanal de 2.169 casos.

“Comparado con 2020 para el mismo periodo se presenta un aumento en la notificación de casos de 12,1 %. La violencia física representa el porcentaje más alto de notificación con un 50,7 %, seguido de violencia sexual 23,8 %, negligencia y abandono con 16,7 % y por último se encuentra la violencia psicológica con el 8,7 %”, dice el documento.

Entre tanto, según datos consolidados por el Observatorio de Asuntos de las Mujeres del Cauca de la Secretaría de la Mujer Departamental, entre enero y octubre de 2021, fueron atendidas 396 mujeres víctimas de violencia basada en género (VBG), de las cuales, sólo el 36 por ciento realizó una denuncia formal. Las cifras también muestran que el mes en que mayor número de casos se atendieron fue en abril, que alcanzó un tope de 74.

Lo cierto es que lejos de la creencia popular que uno ha escuchado salir de la boca de abuelos, tíos y papás, las casas no siempre son lugares seguros. Al menos esa es la realidad de muchas mujeres en Colombia, quienes, durante años, y especialmente en época de pandemia, por las restricciones de movilidad establecidas por el gobierno nacional, se han encontrado con diversas barreras de acceso a la justicia y han tenido que convivir con sus agresores.

A partir de aquel 25 de marzo de 2020, día en que inició a nivel nacional el aislamiento preventivo, la principal preocupación de las organizaciones que trabajan por los derechos de las mujeres, como REDMUNORCA, Ruta Pacífica y Comunitar, entre otras, fue que millones de mujeres estarían expuestas todo el tiempo a diversos tipos de violencias, al estar encerradas en sus hogares con quienes las agredían.

De enero a septiembre de 2021, en Colombia se registraron 39.686 casos de VBG, según la Oficina de Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA) y cifras del Observatorio de Medicina Legal. En ese mismo año, la Fiscalía General de la Nación reportó en Cauca 1.019 casos.

— Para nosotras fue un golpe bajo el no poder salir de las casas porque reunirnos como red nos fortalece. No es lo mismo mirarte detrás de una cámara que sentirte en persona, y por más que buscamos estrategias virtuales, al lado de las pantallas había personas como sus esposos que les decían: “Bueno, hasta cuándo va a estar ahí pegada al computador, acabe ya” — dice Elsa María Zapata, lideresa social y representante legal de Redmunorca.

Fuente: Universidad Central/ Elaboración Co.marca Digital

***

—Y ¿cómo se llama la niña? —pregunta una extraña.

—Elsa María —responde el hombre.

Con 13 años, en medio de cuatro paredes blancas, Elsa María veía cómo su papá firmaba y ponía sus huellas dactilares sobre un papel que ante el mundo la hacía su hija. Ella no lo entendía. No entendía por qué sus hermanos menores sí tenían el apellido Zapata y ella no. No sabía a ciencia cierta por qué su papá había esperado tanto tiempo para hacerlo.

Con la inocencia de una niña, Elsa María se preguntaba ¿por qué? ¿Sería que dudaba que fuera su hija? Acaso, ¿no la quería? O simplemente, ¿sería porque era mujer?

Era un día gris, de esos en que las nubes se amontonan y cubren todo el cielo para no dejar salir ni un rayo de luz. En ese momento Elsa María no tenía una respuesta para sus preguntas. No quiso hacerlas en voz alta y mucho menos preguntarle a su papá. ¿Para qué hacerlo? Seguramente él no las respondería y se enojaría.

Era un hombre de carácter fuerte. No mostraba mucho sus emociones y sólo de vez en cuando se le salía un abrazo o una muestra de cariño con alguno de sus diez hijos. La infancia de esta lideresa social no fue fácil. Creció en un hogar numeroso donde su padre no les permitía dar su opinión, ni a ella, ni a sus cuatro hermanas.

Si bien no lo recuerda con dolor, ella cree que los constantes maltratos que recibió por parte de quien debía protegerla, han sido el impulso para querer cambiar su historia y la de otras mujeres.

—Para mi papá las mujeres debían estar en la cocina. No debíamos hablar —dice Elsa María, y agrega que hoy no le guarda rencor, mientras en su rostro se dibuja una sonrisa.

Elsa María es una mujer risueña. Mantiene firme su mirada cuando habla con alguien porque dice que así la gente se siente escuchada, siente que es importante. Viste siempre con colores vibrantes y un turbante en su cabeza, dice con orgullo que le gusta estar bien arreglada.

El turbante no sólo hace parte de su estilo sino de su esencia. Ese turbante que ha sufrido varias transformaciones a través de la historia y que hoy en día es una expresión de belleza y resistencia, así como una representación de la relación cultural e histórica que los negros del continente americano han mantenido con el continente africano.

Desde la terraza de su casa, llena de murales coloridos pintados por una amiga suya, y donde resalta el verde de sus matas, Elsa María, cuenta que justo el día anterior (4 de marzo) cumplió 54 años.

Para celebrar su vida, el grupo de oración al que pertenece realizó una vigilia en el altar que Elsa ha construido en una esquina de su terraza. Un altar que desde el momento en que uno se para en la entrada inspira paz. Tal vez sea porque sus cuatro paredes blancas están rodeadas de flores, muchas flores. Rosas, girasoles, cartuchos, anturios y margaritas resaltan en medio de los santos que ocupan el recinto.

A la mitad de este acto espiritual, el padre preguntó quién quería decir algunas palabras, y para sorpresa de Elsa, todos querían hablar. — No podía creer que yo representara todo eso para ellos. Que fuera un modelo a seguir y alguien en quien confían. Uno hace cosas y ni siquiera se imagina el impacto que está creando en la sociedad y en quienes lo rodean— dice Elsa María mientras sus párpados y cejas se elevan, y una blanca sonrisa se desprende de su boca.

Cada que sale a la calle Elsa María saluda a todo aquel que se cruza en su camino, por eso dice que cuando no la ven, los vecinos comentan “¿qué le pasó a la profe?”, que es como la llaman cariñosamente. Desde hace más de diez años Elsa se ha dedicado a escuchar y brindar apoyo a todas las mujeres que acuden a ella.

— Yo le pregunto a la gente cómo están y cómo se sienten, porque es importante para ellos que yo los escuche— dice.

Durante la pandemia el trabajo de Elsa María con las mujeres no cesó, por el contrario, sus esfuerzos se centraron en acompañar de manera virtual y en algunos casos presencial, a todas las mujeres que la buscaban para pedir ayuda.

Según la docente, investigadora y miembro del semillero de investigación Genius DH de la Corporación Universitaria Autónoma del Cauca, Laura Isabel Pinzón, “una de cada tres mujeres en el mundo es violentada física, sexual y psicológicamente. En la mayoría de los casos su violentador está en las casas”.

Desde hace dos años y medio, el semillero Genius DH se ha dedicado a investigar y reflexionar sobre los procesos y problemáticas relacionadas con los derechos humanos, conflicto, Derecho Internacional Humanitario y justicia transicional. Han trabajado en conjunto con el Observatorio de Asuntos de la Mujer del Cauca en la elaboración de diversos informes y desde la academia fomentan la educación con enfoque de género.

Pinzón también agregó que desde diversas organizaciones han evidenciado que las líneas de atención destinadas para la atención de las víctimas fueron insuficientes frente al número de casos que se presentaron.

En Colombia, la línea nacional de atención a víctimas de violencias basadas en género es la 155, mejor conocida como la Línea Púrpura. Según un informe de la Consejería Presidencial para la Equidad de la Mujer, durante el 2019 y 2020 se registraron 35.753 llamadas, de las cuales 26.155 eran por violencia intrafamiliar, pero entre 2020 y 2021 la línea recibió 41.680 llamadas, siendo 31.424 de violencia intrafamiliar. Esto significó un aumento del 16,6 por ciento de las llamadas realizadas a la línea 155 entre dichos periodos y un promedio de 82 llamadas diarias entre 2020 y 2021.

De 2020 a 2021, el porcentaje de llamadas registrado en Cauca fue de 1,41 por ciento del total nacional. Aunque el estudio tuvo en cuenta todas las llamadas de violencia sin distinción de género, estipula que quienes contactaron la línea entre el 25 de marzo de 2020 y el 12 de agosto de 2021, el 6 por ciento (2.517) fueron hombres, mientras que el 94 por ciento (39.153) de las personas que llamaron eran mujeres.

(Continúa en la edición de mañana)

Esta producción fue realizada gracias al apoyo del Fondo de Respuesta Rápida para América Latina y del Caribe, coordinado por Internews, Chicas Poderosas, Consejo de Redacción y Fundamedios, y a la alianza periodística entre VerdadAbierta.com, Co.marca Digital, Radio Campesina de Inzá y la Escuela de Cine y Televisión Étnica de Santander de Quilichao.

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