EDUARDO NATES LÓPEZ
Desde que apareció el Covid 19, finalizando ese año (que luego se convirtió en pandemia en los primeros días del 2020 -con los efectos cuya explicación sería una torpe candidez), el mundo entero empezó a pensar (y la ciencia a trabajar) en la vacuna contra este virus. Surgieron toda clase de especulaciones a nivel orbital, la mayoría de buena fe, y quizás algunas contrarias. Pero, obviamente, la esperanza universal, comenzó a girar alrededor de la vacuna, como único mecanismo para defendernos de la grave amenaza contra la vida humana.
Es comprensible que el proceso de identificación, creación, fabricación y prueba de la vacuna llevara un tiempo prudencial; pero no podía ser tan largo, ante la virulencia y la letalidad de la enfermedad. Allí radicaron algunas de las especulaciones negativas, en el sentido de que vacunas contra otras enfermedades habían sido estudiadas durante mucho más tiempo y eso daba para dudar de la efectividad de este proceso desarrollado contra el Covid 19. Por suerte, en la mayoría de los seres pensantes ha pesado la racionalidad responsable de creer en los avances de la ciencia y aceptar que, como todos los procesos, arriesgan la posibilidad de no llegar al 100% de efectividad, pero de todas maneras es la mejor opción y, así, asumir el deber de vacunarse.
Es difícil creer que haya personas que decidan enfrentar al enemigo mortal y la casualidad, sin apoyarse en los avances milenarios de la sabiduría y el trabajo del ser humano. Más raro aún, encontrar personas cuya formación profesional necesariamente se ha basado en avances científicos y técnicos, pero que, en este caso, hagan la excepción y recomienden no vacunarse. Haciendo un paralelo, por supuesto exagerado, es como desconocer hoy el descubrimiento de la rueda y los motores y entonces decidir hacer, por ejemplo, el viaje de Bogotá a Cali, caminando…
Avanzando un poco más en el concepto, creo que vacunarse es un acto racional de defensa de la propia vida y una enorme responsabilidad en favor de la vida de los demás. No hay derecho a recoger y repartir el mortal virus entre los familiares y el prójimo, por un temor infundado, que puede llegar a ser un capricho. Como tampoco es legal convocar a la irresponsabilidad de unas manifestaciones políticas, propensas al vandalismo, para incitar a destruir los bienes públicos, sin importar el contagio indiscriminado que hoy demuestran las cifras de ocupación de hospitales. Es una “ruleta rusa” a la que juegan los líderes de la izquierda recalcitrante, pero no apuntándole a sus propias sienes sino a las de los ingenuos que caen en sus trampas. De igual origen soberbio es el irrespetuoso y peyorativo calificativo de “paquete”, que el patán German Vargas Lleras aplica a quien fuera su amigo, hoy ministro de salud, a quien Colombia entera le tiene gratitud y respeto por su entrega y profesionalismo en el manejo público de la pandemia.
¡Es aterradora la cifra estadística de que el 75% de los muertos recientes en el país, no estaban vacunados, teniendo la posibilidad de hacerlo! En Colombia, hasta el 19 de este mes ya habían llegado 31.871.324 vacunas y el fin de semana pasado llegaba otra tanda de 3.500.000 de dosis y empieza a hacerse notoria la falta de voluntad de muchos colombianos frente a la opción de vacunarse, gratuitamente.
Por curiosidad estuve ojeando una publicación denominada “vacunometro” y en medio de muchas cifras encontré que las regiones más avanzadas en el proceso de vacunación son: Bogotá, Antioquia, Valle, Cundinamarca, Santander, Atlántico, Bolívar, Boyacá, Tolima… y no apareció el Cauca… Ojalá sea omisión o equivocación al hacer el cuadrito, aunque no me extrañaría que la cifra sea tan exigua que no es representativa y no merece figurar… Ni en eso, carajo, aparecemos bien colocados…