Popayán, historia y cultura

El Espectador trae un vívido relato del drama del Puracé. He aquí el artículo:

DRAMA DEL PURACE

De: Mario Pachajoa Burbano

El Espectador Domingo 10 de febrero de 2002
Por: Carlos Andrés Espejo Osorio
Enviado especial a Puracé (Cauca)

¡Sus almas aún no descansan!

La llovizna que caía sobre el parque natural del Páramo del Puracé amenazaba con convertirse en una tormenta. Las gotas de agua se sumaban al dolor y a las lágrimas de los familiares de Rosalba Rojas, Adriana Rodríguez, Germán Bejarano, Goldson Granados, Jaime Ramírez, Pablo Montes y Víctor Serrano, siete de las nueve personas asesinadas el 6 de febrero de 2001, según la Fiscalía, por el frente 13 de las Farc.

Un año después de la masacre de los excursionistas, los deudos retornaron -por tercera vez- a la empolvada carretera donde las víctimas cayeron. El fin: rendirles un homenaje y, de nuevo, reclamarles a las Farc justicia y pedirles que no derramen más sangre de colombianos inocentes.

Al lado de la vía, justo en el lugar donde cada uno recibió “el tiro de gracia” que los marginó por siempre de recorrer los escenarios naturales del país, los amigos de aventuras y estudio de los caminantes “que acompañaron la caravana de padres y hermanos de las víctimas” permanecían en silencio.

Cien metros abajo del abismo, en la pequeña playa empedrada a orillas del río Bedón, por donde fueron arrojados los cadáveres, estaban las cruces levantadas siete meses atrás por los familiares de las víctimas, en su segunda visita al parque del Puracé.

Los primeros en descender por el enlodado camino fueron Carlos y Germán Salazar, padre e hijo, y shamanes de la comunidad Páez, quienes invocaron a la naturaleza para que aplacara su furia y dejara de llover.

La lluvia cesó

El ritual se inició después de que los indígenas masticaran las hojas de coca con las que pretendían llamar la atención de las fuerzas de la madre tierra. Para los shamanes, los dioses de la naturaleza guardan un equilibrio que mantiene en calma la lava del volcán nevado del Puracé, destino al que los excursionistas asesinados nunca llegaron.

Tras arrojar con fuerza la coca masticada a las aguas del Bedón, los indígenas comenzaron a mover sus bastones, extraídos del árbol de la chonta, para que la impunidad por la masacre ocurrida llegara a su fin. “Sus espíritus aún se encuentran vagando por la montaña, sus almas aún no descansan del todo”, decían.

Milagrosamente la lluvia cesó. Fue entonces cuando las madres y demás familiares cercanos de las víctimas pudieron descender. La coca y el aguardiente indígenas se encargaron de extraer las energías negativas y las impurezas de los cuerpos de los asistentes al ritual de sanación.

Martha de Serrano, madre de Víctor, sabía de antemano que la sensación de paz y tranquilidad que sentía en ese momento no era gratuita. En medio de su trance recordó que tres meses después de que el cuerpo de su hijo fuera levantado por las autoridades, uno de los shamanes la llamó para contarle que había encontrado parte del cadáver de Víctor.

Y tenía mucha razón, pues al cuerpo del joven de 24 años le faltaba la cabeza, según el reporte entregado por la Fiscalía. “Al parecer la maleza se la había tragado, y sólo la dejó salir cuando comenzaron los rituales indígenas que los shamanes vienen a celebrar obligatoriamente cada dos meses”.

Al lado de Martha estaban Isabel Moreno y Silvia Rojas, madres de Germán y Rosalba; Carlos Enrique Montes, hermano gemelo de Pablo, y los primos de las demás víctimas. Al final de la ceremonia el llanto se alejó y, con la tranquilidad otorgada por la naturaleza, cada uno de ellos tomó un instante para reflexionar y rezar junto a las cruces de sus familiares.

Velas para Faiber y Rosalba

Doña Isabel dejó al lado de la cruz de su hijo algunas piedras bendecidas que llevó desde Bogotá, mientras doña Silvia y el resto del grupo elevaban oraciones y encendían algunas velas en memoria de Faiber Alberto Clavijo Hernández y Rosalba Carrera Ducuara, las otras dos personas de La Plata, Huila, que fueron encontradas junto a los cadáveres de sus hijos.

Entre tanto, los estudiantes de las universidades Distrital, Pedagógica y Nacional vivían arriba su propio duelo. Al ritmo de la música favorita de sus compañeros muertos (rock) y arengas de paz, les recordaron a los violentos que la población civil debe estar por fuera del conflicto. “Queremos que los centros educativos sean excluidos, como escenarios donde las armas reemplazan a la inteligencia”.

Así mismo, exigieron que los parques naturales deben ser declarados como áreas prohibidas para los grupos armados. De hecho, en la actualidad, cerca de 90 investigaciones científicas en todo el país se encuentran suspendidas por la ausencia de garantías de seguridad para los investigadores.

Aunque la ceremonia se programó para una buena parte del día, la situación de inseguridad del área y los recientes hostigamientos a la población de Puracé obligaron a la caravana a partir dos horas después.

Si de algo estaban seguros los asistentes a este homenaje, era de que las peticiones realizadas fueron escuchadas por el grupo insurgente, que incluso estuvo a pocos metros de interceptar la caravana de vehículos, que bajó segura hasta la ciudad de Popayán gracias a la labor de los guardaparques del Ministerio del Medio Ambiente.

Por lo pronto, los familiares de las víctimas saben que cada vez están más cerca de terminar con su drama. La reciente vinculación de la cúpula de las Farc por el secuestro y el homicidio de los excursionistas “resuelta por la Fiscalía el pasado 5 de febrero” y el hecho de que el grupo guerrillero haya aceptado su error son, para ellos, una batalla moral que comienza a ganarse.

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