Kuentos kaukanos – NAYA HA PASADO

Por: MANOLO GÓMEZ MOSQUERA

El Sisas observó la caliente sopa, prendió el cigarro y le dijo al guardia:

Por los tiempos de la última violencia, un ex militar apodado Nacho, comenzó a contactar viejos amigos, recluto cien, ¡toda una mierda! Así, sin mayores detalles, estuvimos casi el mes encuartelaos, hasta que un once de abril, amanecer de jueves santo, a las tres de la mañana, los helicópteros prendieron motores. Silenciosos avanzamos por el camino real del alto Naya en las selvas del norte del Kauka. Aquella tropa, narraba el Sisas, fue subiendo por Patio Bonito, luego el Ceral, después la Silvia y el Playón, ya al final llegamos a la Mina, Alto Seco y Palo Grande, ¡veredas olvidadas del estado en una región de tierras vírgenes putamente rica en minerales! En ingles y luego en español, ¡nos dijeron que íbamos por una gigante carga de coca y que si nos salían faltones pues… a matar todo lo que se moviera! La vaina fue que nos pasaron motosierras, vos te alcanzas a imaginar, preguntaba el Sisas al guardia que lo escuchaba, lo que es destrozar un niño con una sierra como si fuera un pino para un nochero, ¡no que va! ¡Vos no tenes ni puta idea! Recalcaba el Sisas tratando de soplar la sopa. El tipo tomó dos cucharadas, fumó el cigarro y siguió narrando: Primero, Parce, los niños campesinos, después las mujeres negras, los abuelos mulatos los quemábamos de un tiro y a los jóvenes indígenas siempre de frente a su líder comunero. Al otro día, cuando todo estuvo listo nos llamaron a quitarnos el brazalete de las unidas por Colombia, y sin camisas ordenamos muertos por grupos de colores. Así fue como tiramos los cuerpos al cañón del rio Naya, aquí no más señalaba el reo con la punta del cigarro, en los límites con el valle. Así fueron las vueltas en el campo de batalla más hermoso de América mi guardia, exclamó el Sisas, allá por los tiempos de la última violencia. Entonces tiró el cigarro al piso y comenzó a probar toda la sopa. El guardia quien lo escuchaba dio la espalda y avanzó por el pasillo: ¡Oiga! Gritó al verlo irse: todavia recuerdo lo que nos decía Nacho al regresar de las montañas: Silencio, muchachos, que ésta noche ha sido una mentira, tranquilos, aquí Naya ha pasado.

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