EXILIO

Por Iván Ulchur Collazos

Estoy que estoy retrocediendo hacia la casa ancestral de mis abuelos todavía en pie y sin maleza.

Alejado de rostros conocidos, perdido de mí mismo.

A punto de resbalarme por los acantilados del amor

Me dispongo a despedirme de mi gente fraterna.

Quiero mantenerme sosegado, pero puede más el rostro de condolencia.

Dime, hermana, ¿quién puede simular tan rebosante compostura?

talvez  la serenidad de un monje tibetano. Si estás en modo metafísico, confinado a las palabras llanas, balbuciente, lleno de lugares comunes: nos vemos pronto, cuídate, Dios te bendiga, no sé qué decir, este…lo siento mucho.

Las palabras se vuelven insignificantes. Uno busca otros signos que Abracen con tamaño interminable esta comunión de bien amados.

Dime, hermana, basta que estemos juntos en ese hogar de infancia Paradisíaca y que hayamos escogido ser nómadas, transeúntes, pueblerinos anónimos, viajeros, caminantes ateridos.

El amor no se despide, se aferra a la otra piel y gime. El desamor no se despide y se disfraza amagando ternura compasiva.

El exiliado se despide corroído por dentro y se va por necesidad de irse acompañado de otro aventurero. Abandona, huye, sale repleto

De interrogantes; con dolor adolorido, con destino marinero.

Hoy es todavía noche buena y navidad para buscar posada

E iluminar la vida con luces infantiles y deseos imposibles.

Mira, hermana. Todo es exilio, pues salimos de nosotros y nos desterramos con esperanza de rescate en alta mar. Sal de la inocencia y comprenderás mi andar, andar.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *