Popayan, historia y cultura

Rodrigo Miranda Cabana ha tenido la gentileza de hacernos llegar este artículo de El Tiempo sobre las actividades culturales de Popayán. Nuestros agradecimientos a Rodrigo.

EL ARTE EN POPAYAN

De: Mario Pachajoa Burbano

La Última Cena que Bernardo Roda de Parra y Jaramillo pintó en 1780 no tiene nada de convencional. Este mural pudo considerarse, en su momento, incluso altanero, pues incluye la vegetación exótica y las frutas tropicales de América, así como arepas de maíz como parte del plato que degustaron Jesucristo y sus doce apóstoles.

Para verlo hay que ir a Popayán, al Museo de Arte Religioso, que recoge una retrospectiva del siglo XVIII en pintura y escultura, obras inspiradas en el arte quiteño, de artistas de esta escuela.

La capital caucana es, sin duda, uno de los grandes patrimonios de la fe en el país. Y no sólo por sus famosas procesiones que se inician el Martes Santo y finalizan el Domingo de Resurrección, sino por sus iglesias, cuyo contenido muestra que evangelización y arte estuvieron fuertemente ligados en las épocas de la Conquista y la Colonia, y dejaron como legado un sentido espiritual que se percibe en esta ciudad.

Por eso también vale la pena ver las custodias del mismo museo, entre ellas El águila bicéfala, joya de la comunidad agustina elaborada en el siglo XVIII por los plateros payaneses Antonio Rodríguez y Nicolás Álvarez.

Con 96 centímetros de alto y 38 de ancho, está realizada en oro y plata dorada, adornada con perlas, diamantes, amatistas, esmeraldas, rubíes, topacios, alejandras y zafiros. Su peso es de 17 libras.

Ecce Homo de Belén

Pero este no es el único museo de Popayán. También están el de Historia, Mosquera (dedicado a Tomás Cipriano de Mosquera), Valencia (con la obra del poeta Guillermo Valencia), Negret (que muestra la donación del artista Édgar Negret a su ciudad natal), Efráin Martínez (en el Paraninfo Caldas de la Universidad del Cauca), y cuya obra principal es el óleo Apoteosis de Popayán.

El Pueblito Caucano, en El Morro, tiene réplicas a escala de varias iglesias, restaurantes y tiendas artesanales, donde se comercian artículos típicos y de las comunidades de la región, especialmente la guambiana. Aretes con figuras indígenas, pulseras, collares, ruanas y sacos se consiguen en medio de imágenes religiosas del Ecce Homo, patrono de la ciudad, que tiene su sede en la capilla de Belén, en una colina, de donde es bajado para las procesiones y vuelto a regresar en una caminata solo de hombres el 1 de mayo de cada año.

Desde aquí es muy factible, en los días despejados, ver el volcán Puracé, guardián de la zona, cuya última explosión se registró en 1949.

Y a esta feria del Pueblito se sumará la versión número 11 de Expo Cauca, muestra industrial, artesanal, de comercio y turismo, en el colegio Inem del 24 al 31 de marzo.

La Semana Santa es el preámbulo para un sinnúmero de actividades. Estos actos litúrgicos siguen considerándose los más importantes del occidente colombiano, una tradición que data de 1556, tan solo 30 años después de haberse fundado la ciudad.

Entre 13 y 15 pasos salen diariamente. Sus cargueros pertenecen a las más prestantes familias de la ciudad y es una tradición que se pasa de generación en generación. No es raro que cada noche, antes de salir, unos y otros se muestren las señas que dejan en sus cuerpos los pesados monumentos religiosos, un orgullo que se gana gracias a la fe. … “””

Mural La última cena pintada por Bernanrdo Roda Y Jaramillo.

 

Pueblito Patojo.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

LAS CALLES DE POPAYAN

De: Mario Pachajoa Burbano

Horacio Dorado Gómez nos recuerda cuáles eran las coordenadas en Popayán. Se necesitaba conocer su gente y su historia. Esta columna la transcribimos de El Liberal del 3 de septiembre, 2002.(Versión Internet). Cordial saludo,

… Las calles de Popayán Por: Horacio Dorado Gómez El Liberal

Iniciemos explicando el por qué del titulo de esta columna. Es sencillo de revelar.

Antes de que existiera la nomenclatura organizada por números, es decir hace muchísimos años y que rige en la actualidad, las calles se denominaban con direcciones “patojas”. En aquel entonces, el estilo, era llamarlas por nombres. Algunas aún los conservan esculpidos en placas de mármol en lo alto de cada esquina. Así por ejemplo: Piedra Grande, La Pamba, La Legislatura, El Altozano, Santa Catalina, El Reloj, El Seminario, El Cacho, La Cárcel, La Lomita, La Moneda, La Herrería, Los Bueyes, El Molino, El Empedrado, El Humilladero, El Callejón, El Mascarón, Pandiguando, La Ermita, La Compañía, San Camilo, El Cementerio, El Chirimoyo, Tulcán, El Ejido, la Carnicería, entre otras y que además se podían leer hasta el año pasado en el directorio telefónico, gracias a la tacañería de la editora Publicar.

Además, varios de estos lugares nombrados, gozaban del privilegio de contar con suministros de agua naturales y de excelente potabilidad, a donde la gente recurría para recoger el precioso líquido en cántaros, ollas y vasijas. Bien vale la pena recordar con verdadera nostalgia, entre otros, el Chorrito de la Pamba, el Chorro del Mascarón, el Chorro de Marcoscampo. Las calles de Popayán, se iniciaban a partir del Barrio Bolívar y no daban más allá del Barrio Alfonso López o como se le llamaba comúnmente “los lotes”. Y para el lado occidental, comenzando en la Carrera 3ª en la Pamba hasta la “Última lágrima”, o sea, en la carrera 17 (hoy intersección de los semáforos ). Al frente, exactamente quedaba ubicada una venta de frito y de licores. En ese sitio se congregaban dolientes y acompañantes de los cortejos fúnebres después del entierro. Allí, se reunían a derramar la “última lágrima” empujada al calor del consolador aguardiente caucano.

Eran otros tiempos, en que se facilitaba también para los carteros la labor de entrega de correspondencia, que de a píe recorrían las calles, trabajando en la Administración Postal y en la empresa “Lansa”, líneas aéreas nacionales S.A. ¡Claro! eran las épocas cuando Popayán era chiquito, de familias pobres pero honradas; no existían ni las casas ni las calles numeradas, pero bellas eran sus calles, de balcones florecidos, de portalones abiertos. Gracias a Dios aún los popayanejos raizales conservamos muchas viejas costumbres, incluida la de ubicarnos por los nombres de las calles de la primitiva y querida ciudad.

Todavía un “patojo” se hace entender, así: Para ir a donde doña Chepa, llega a la esquina de Baudilia y como quien va para el parque Mosquera, cruza hacia abajo una cuadra y luego dobla a la derecha, a la mitad de la cuadra, al lado de donde vivía Doña Dora, allí precisamente queda la casa de doña Chepa. …

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