Popayán, historia y cultura

A

CARLOS LÓPEZ NARVÁEZ

1897 – 1971

Por: Guillermo Alberto González Mosquera

De: Mario Pachajoa Burbano

l igual que García Márquez, era hijo de un telegrafista y de una dama conocida por su agudo ingenio y singular inteligencia, que se prolongaría en varios miembros de su familia.

Con Guillermo Valencia y Rafael Maya, Carlos López Narváez se sitúa en la cúspide de la intelectualidad del Cauca en el Siglo XX. Cuando se examinan su obra literaria y su vida rica en múltiples manifestaciones creativas, no resultan exageradas las manifestaciones que sobre él han dejado escritas los más eminentes críticos de la literatura colombiana. “Una de las más brillantes figuras en el campo literario”“una inteligencia única”“su obra es expresión de excelsitud”“un hombre de corazón oceánico”, son algunas de las expresiones consignadas en los medios de opinión al referirse a este payanés, nacido cuando culminaba el siglo pasado.

Al igual que García Márquez, era hijo de un telegrafista y de una dama conocida por su agudo ingenio y singular inteligencia, que se prolongaría en varios miembros de su familia.

López Narváez cumple en las varias etapas de su educación un ciclo que se repite en conciudadanos suyos que van a sobresalir en diferentes campos del quehacer nacional: educación elemental en la escuela regentada por los Hermanos Maristas, media en el Real Colegio Seminario y superior en la Universidad del Cauca. De todo ello quedará huella en una vida polifacética y rica en manifestaciones de diversa índole, que va a pasar desde una apasionada militancia política, un ejercicio de las armas en el campo de batalla de un conflicto limítrofe hasta el brillante ejercicio de su profesión de abogado y de diplomático en distintos países. En todas las circunstancias existe para él una constante, algo que lleva consigo con indescriptible fuerza interior: su apasionado amor por la literatura, que va a convertir a López Narváez no solamente en un eximio poeta, sino en el más cabal traductor de la poesía francesa e italiana en Colombia.

El Maestro Valencia lo forma y permea durante una etapa decisiva para su futuro. Hay una intensa relación entre el Maestro y el discípulo. Lo que acertadamente llama Alina López Rey, su hija, como la “influyente convivencia” y que va a conducirlo a un profundo conocimiento de la literatura universal. A su vez, López será el amigo fiel que practica la política a favor de su jefe con una combatividad recia y apasionada, como puede verse en artículos de prensa publicados en los periódicos conservadores de la época, que él dirige y redacta en la capital del Cauca. La derrota de Valencia en su segunda candidatura presidencial de 1930, sirve para rescatar al hombre de letras que reencuentra su auténtica vocación y pronto publica un libro clave en la literatura colombiana, “La Voz en el Eco”, en donde además de su propia poesía aparecen traducciones de textos de Beaudelaire, Heredia, Proudhomme, Valery, Leconte de Lisle, Armand Godoy, Henry Barbusse y otros más del modernismo. Lo ha podido hacer con brillo porque él mismo es un gran poeta. Es un artista creador que surge por encima de sus traducciones, como lo expresara Francisco Cierre, catedrático que estudió la obra de López Narváez desde la Universidad de Michigan. Y así, Rafael Maya, Baldomero Sanín Cano, Andrés Holguín, quienes van dando testimonios exultantes de su trabajo invaluable.

De su participación en el conflicto bélico de 1932 con el Perú y de su vida en las selvas del sur, queda una obra que viene de la propia percepción de un espíritu sensible, con una experiencia militar en los años de recluta que llegó al grado de Sargento Segundo y que deambuló por cuarteles y campos de entrenamiento.

Académico, catedrático en universidades y colegios, Director de Extensión Cultural de la Universidad Nacional y Director de la Radiodifusora Nacional, funcionario de los Ministerios de Educación y de Relaciones Exteriores, vinculado a posiciones de trabajo con importantes multinacionales, diplomático en los Estados Unidos y Francia, fue López Narváez un hombre que sirvió a su patria, despertando simpatía en todos los círculos que frecuentó, ofreciendo afecto por doquier. En resumen, el hombre de “corazón oceánico”, espíritu sensible que perdurará en la historia de la cultura colombiana con caracteres indelebles. Murió rodeado del respeto y admiración de sus compatriotas en 1971 en Bogotá, a los 74 años de edad.

RESTAURACION DE POPAYAN

De: Mario Pachajoa Burbano

César Tenorio Gnecco  recibirá en 2006 su grado de doctor
en arquitectura de la universidad de México. Pero tiene sus
dudas, pues en  “vez de doctor en Arquitectura, sea
doctor en Historia de lo que fue Popayán”.

César:  Confía en tus colegas payaneses que están luchando
por la restauración que se merece Popayán.

En estos días he estado en contacto con la arq. Lucy Amparo Bastidas, payanesa de corazón aunque no de nacimiento, quien se halla con toda su familia por estos lares y hemos hablado mucho sobre todo lo que está pasando en Popayán, de la situación peligrosa en que se encuentra el barrio de El Empedrado, poseedor de una tipología de vivienda muy payanesa y de gran valor para la conservación de la historia arquitectónica de nuestra ciudad, que hay que RESTAURAR, nada de demoler como se sigue haciendo con el patrimonio payanés.

Menor número de tesoros arquitectónicos dañó el terremoto del 83 que los tantísimos que en estos 22 años se han demolido, como constaté con dolor en mi visita del año pasado. Hoy Amparo me despertó con una noticia que me llenó de terror; un mensaje que difundiste en la Red e inmediatamente entré a tu página, mas lo último que encontré fue el mensaje “Luces de Popayán”, que me llenó de alegría al constatar las palabras de mi hermano Alfonso al referirme en un correo a la belleza de la iluminación de este año.

Desatrasándome de los mensajes tuyos perdidos en mi antigua dirección, me enteré del “Primer Centro Comercial de Popayán” ¿y el de la 6a con 6a que es?, lamentando que el ingeniero Guillermo Rojas le haya ganado a la Curaduría Urbana el desmonte de las rejas de la Caja Agraria, perdiendo Popayán parte de ese edificio que podríamos catalogar como ejemplo de posmodernismo histórico en una interpretación de Franquicias de Colombia.

Ay Popayán!!!!! Ay payaneses!!!!!! La arq. Amparo Bastidas me comentaba sobre una convocatoria lanzada, si mal no entendí, por el arq. Álvaro Montilla para un concurso referente al paramento de la “Plaza de Caldas”, el Parque de Caldas para nosotros.

SOCORRO, AUXILIO!!!!!! ¿QUÉ? ¿otro atropello como la Plazuela de San Francisco? ¿Tendremos qué decirle adiós a las centenarias araucarias que sembró el general Julio Caicedo, mi bisabuelo, cuando fue una de tantas veces gobernador del Cauca Grande y las llevó desde Bogotá a lomo de mula regándolas durante 2 meses para que no se murieran en su viaje hasta Popayán, como me contaba mi abuela María Luisa Caicedo? ¿Serán sustituídas por palmeras no propias del clima payanés para que se mueran como está sucediendo con algunas ya controvertidas sembradas en una “plaza” frente a una notable iglesia?¿Perderemos las 4 fuentecitas neomudéjares que la colonia sirio-hebrea y libanesa obsequió a Popayán en 1935?  ¿Las bancas de 1910 de “soberbio diseño francés” como escribió Jaime Vejarano? ¿La estatua del sabio Caldas, obra de Verlet, andará cambiando de sitio, sin saber dónde ponerla como sucedió con la de su primo hermano en la Plazuela de San Francisco?

No me consta, pero ¿queremos que nuestro Parque de Caldas se convierta en lo que es esa plancha de piedra Bogotá con su nuevo uso? ¿una venta? ¿volverla plaza de mercado como fue hasta el siglo XIX? ¿un espacio para que el recuerdo de las antiguas retretas se pierda con los nuevos ritmos brasileros de batucadas? no sé como se escribe, perdón.

Más bien, devuélvanle a Carmiña Simmonds Muscus la concesión de jardinería y vuelva Popayán a lucir esa belleza que tuvo y me contaron, pues yo no alcancé a gozarlo, cuando ella engalanó la ciudad con mil colores.

Me pregunto, ¿Popayán tiene tanto dinero como para gastarlo destrozando los espacios urbanos tradicionales e importar elementos que no son propios de nuestro lenguaje arquitectónico?

Órale, si hay dinero y de innovar se trata, no volvamos a empedrar las calles, mas en vez de esa costosa capa de asfalto que genera unos cráteres en las calles payanesas, introduzcamos un material que está siendo usado en la gran mayoría de los centros históricos de Europa y aquí en Ciudad de México, el noble adoquín, que le dará belleza a Popayán y comodidad a los cargueros en Semana Santa.

Aclaro, no estoy en contra del progreso, del cambio, mas éste no implica acabar con lo que ha durado siglos en pos de una modernización. La tradición merece respeto. Cuando en todo el planeta se está buscando conservar lo ancestral, que es premiado por la UNESCO al declarar esos espacios urbanos puros como PATRIMONIO DE LA HUMANIDAD, en Popayán nos alejamos más de ese preciado reconocimiento, en tanto la Junta Permanente Pro Semana Santa lucha lo busca para nuestras procesiones que en el 2006 saldrán por 450ava vez, o Guillermo Alberto González consiguiendo renombre para Popayán con su gastronomía.

Patojos, popayanejos, payanés, por favor no perdamos lo poco que nos queda; ya muy doloroso fue ver cómo monumentos civiles del siglo XVIII y siguientes fueron demolidos cuando podrían haberse restaurado, quedando como recorderis de ellos sus lotes vacíos a la espera de ser ocupados por guatavitismos payaneses, si bien nos va como en la casona de los Vivas, o con edificios como el de esa universidad al lado del terreno de la RIP casona de don Otón Sánchez, que alteró aún más la quinta fachada de Popayán, la belleza de sus tejados vistos desde Belén o el Morro.

Por Luz Amparo me enteré que el arq. Tomás Castrillón Valencia volvió a Popayán y junto con otros tantos maravillosos conocedores de la RESTAURACIÓN pueden salvar lo poco que nos queda de POPAYÁN: el Negro Bonilla Montúa, Javier Velasco, Eladio De Valdenebro, Perico González y otros personajes por nombrar Miguel Méndez y su hija Alejandra, la guapa directora del Archivo Histórico, Hedwig y su grupo de historiadoras, el doctor Julio César Perafán, conocedor de cada paso de Popayán en su tiempo y quien tiene un acervo fotográfico impresionante, don Diego Castrillón, don Jaime Vejarano y perdón la omisión de tantos otros. ¿Sus voces ya no valen en Popayán? ¿Sólo tendremos que conformarnos con lo que fuimos! ? ¿Sólo nos quedarán los recuerdos escritos por Vejarano Varona para recordar lo que fue Popayán?

NO, NO!!!!!!!! Popayán es y será Popayán si la conservamos; no importan las primeras escaleras eléctricas en la Plaza Colonial, espero al reciclarse honestamente este edificio posmodernista, lástima la pérdida de sus rejas remetidas en el vano de las ventanas; no importa el primer ejemplo de esa tendencia arquitectónica en el Banco de la República, pero sí importa El Empedrado, el Parque de Caldas, cada rinconcito de Popayán, sin importar que esa casona fuera de Caldas, de Torres, de Arboleda. Es fácil ver los toros desde la barrera, dice el refrán popular, más mientras puedo, Dios quiera en enero presentar mi tesis de doctorado en Arquitectura, cuyo tema es Popayán, todo lo escrito en ella será obsoleto y en la réplica sólo podré decir “ÉSTO FUE POPAYÁN” y no seré Doctor en Arquitectura, tal vez Doctor en Historia de lo que fue Popayán!!!!!!!!!!!

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