Historias del Puente Viejo de Cauca

Desde los tiempos de su fundación se usaron los pasos y caminos de los nativos para vadear el río, improvisando puentes de guadua de tecnología indígena.

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Por: Andrés José Vivas Segura – 

as altas montañas de la cordillera Central almacenan y escurren lentamente, gota a gota, desde hace millones de años, ese líquido precioso que nos conforma y sin el cual no podríamos subsistir, horadando constantemente el terreno por su parte más baja mientras irriga los campos a su paso: es el agua que compone el río Cauca, el cual baja desde el Parque Puracé, cantando por pedregoso sendero, para luego labrar lentamente las piedras mientras retoza en un lecho de arena, como en aquella pieza magistral de poesía y melodía, ese bellísimo bambuco del compositor payanés Silvio Fernández Valencia.

La fuerza del agua fue uno de los obstáculos a vencer por la sociedad payanesa de todos los tiempos, tanto para favorecer el proceso de colonización, como para facilitar las comunicaciones, en un país cuyo terreno montañoso hacía casi inaccesible a la lejana Popayán. Por ello, desde los tiempos de su fundación se usaron los pasos y caminos de los nativos para vadear el río, improvisando puentes de guadua de tecnología indígena, mejorándolas con el tiempo en construcciones más sólidas de madera, y más tarde de ladrillo y piedra, a la usanza castellana.

En aquellos tiempos se improvisaba puentes de guadua de tecnología indígena, mejorándolas con el tiempo en construcciones más sólidas de madera, y más tarde de ladrillo y piedra.

La primera de estas construcciones en las inmediaciones de Popayán se dio en 1713, con la edificación del puente de la Custodia, o puente chiquito, sobre el río Molino que, en principio, es el puente más viejo del municipio. Sin embargo, aún faltaba solucionar el vado del Cauca, que en más de una ocasión robó la vida o las pertenencias de los viajeros y comerciantes, por el camino del norte. Pese a la importancia de la obra, por cuya causa el Cabildo había recibido quejas y solicitudes por parte de payaneses y forasteros desde su fundación y durante todo el siglo XVII y la primera mitad del siglo XVIII, sólo hasta el período entre 1769 y 1773 se realizó su construcción.

Al parecer los primeros diseños, encargados al arquitecto jesuita Fray Simón Schenherr, no llegaron a ser ejecutados en su totalidad porque las sucesivas crecientes del río Cauca arruinaron la empresa en varias ocasiones; pero fue en el último cuarto del siglo XVIII que el Cabildo y varios aportantes emprendieron su construcción definitiva, en medio de la escasez de recursos económicos para acometerla. Los pretiles o pasamanos del puente fueron construidos por partes, en diferentes momentos, conforme hubo recursos para hacerlo, terminándolos unos treinta años más tarde, en los albores de la Independencia. Para su mantenimiento, se cobró el impuesto de Pontazgo hasta bien entrado el siglo XX.

Cuando observo el puente viejo no puedo dejar de pensar en las múltiples situaciones allí ocurridas, desde la manigua espesa que ocupaba el lugar antes de su construcción, los viejos puentes de guadua y madera por donde los viajeros y encomiendas corrían peligro de caer a las impetuosas aguas del Cauca, entre otras, como son los episodios de la Independencia. De hecho, todos tenemos algún recuerdo particularmente significativo en este lugar, así sea tan fútil como aquel vacío que se sentía cuando ibas montado en el bus, y éste pasaba por la parte más alta del puente a toda velocidad.

Cuando José María Espinosa Prieto, abanderado de Nariño en la Campaña del Sur se libró del asesinato por parte del ejército español, obtuvo un pasaporte para confinarse en la ciudad de La Plata durante diez meses, y salir de Popayán en el acto. Cuando iba por el callejón del Barrio Bolívar en la vía del puente, un paisano le advirtió que el señor Warleta, militar español bajo las órdenes de Sámano, estaba allí apostado matando a todo aquel que se sospechase patriota. Al saberse en peligro, Espinosa decidió salir por el lado del Ejido, para tomar rumbo hacia Timaná, por la montaña de Isnos. Con la barrera difícilmente franqueable del Cauca, los patriotas sobrevivientes y libres, se vieron sitiados en Popayán y obligados a replegarse hacia el suroriente, pues el puente ofrecía el escenario propicio para el control de la población.

El recordado prócer Manuel José Castrillón también narra un recuerdo sobre aquella ocasión en que, en los meses siguientes a que fuera conocido en Popayán el episodio político del 20 de julio de 1810 de Santafé, el militar español Miguel Tacón y Rosique (1775-1855), que era el gobernador, dispuso ubicar una gran puerta en el puente de Cauca, que se custodiaba con una guardia doble denominada de prevención, apoyado en un ejército compuesto por centenares de esclavos de la hacienda de Quilcacé, uniformados y armados, que acampaban en el llano de Campamento.

Prosigue Castrillón con la conocida Batalla de La Ladera, librada en la tarde del 27 de abril de 1818, al sur de Popayán, entre las tropas patriotas al mando de don Miguel Cabal, y el ejército realista, comandado por don Manuel Antonio Tenorio. Éste último bloqueó las entradas de la ciudad, entre ellas el paso por el puente de Cauca, con cuatrocientos soldados allí apostados, para impedir la llegada de auxilios a los patriotas, así como su posible retirada. Al desatarse la contienda, los realistas se dirigieron presurosos a engrosar el destacamento de Cauca, pero el Capitán Pedro Murgueitio les impidió el paso en el puente de la Custodia sobre el río Molino, con disparos que les hicieron retroceder a la ciudad.

Al otro día, de madrugada se reanudó el ejercicio militar y, después de cruento combate en los alrededores de la vieja hacienda, el norteamericano recientemente nombrado comandante Alejandro Macaulay avanzó con más de cien patriotas de a caballo hasta el puente de Cauca, cuya guardia y portón arrollaron, resistiendo sendas descargas por parte de los españoles desde el Alto de Cauca, de donde los republicanos, con persistente denuedo, les hicieron huir, trepando por el barranco del camino viejo, que aún existe.

En los siglos por venir, esta estructura debió soportar, además de las crecientes anuales del río, los movimientos telúricos del altiplano, como el sismo de 1827.

En los siglos por venir, esta estructura debió soportar, además de las crecientes anuales del río, los movimientos telúricos del altiplano, como el sismo de 1827, tras el cual el puente sufrió averías severas, especialmente en su bóveda principal, las cuales fueron pobremente reparados por los vecinos y por el Cabildo durante dos décadas, hasta que en 1847 se encargó al ingeniero polaco Estanislao Zawadski para su restauración y reconstrucción. Tras la erupción del Puracé del 121 de enero de 1869, el General Elías Reyes narra el fascinante y terrorífico espectáculo que pudo observar desde el puente de Cauca, que incluye una gigantesca creciente del río, que arrastraba piedras y peñascos.

Durante casi toda su historia, el puente llevó sobre su superficie de rodamiento la tenaz misión de conectar ambas orillas del río Cauca. En este trajín soportó el peso de pesadas carrocerías con toda su carga, con ocasionales colisiones contra sus pretiles, que le deformaron y debilitaron sucesivamente, expuesto constantemente al intemperismo y la acción de los elementos de la naturaleza, al abandono del Estado y a la falta de civismo, le llevaron a un estado realmente lamentable. Conozco de primera mano los esfuerzos de la actual Administración Municipal por la restauración del puente, y las calidades del equipo de trabajo que lideró la empresa, en un monumento Bien de Interés Cultural, para la posteridad y para los payaneses.

Por último, desde hace algunos años he desarrollado cierta inclinación por las actividades de observación de aves, con cuyo aliciente he acudido con cierta regularidad a pajarear las aves que habitan en las inmediaciones del Puente Viejo de Cauca que, al hallarse en un paraje semi campestre, rodeado por un corredor verde que brinda conectividad ecológica a las tierras altas y bajas del municipio, hospeda una interesante diversidad de estas amigas aladas, que abarcan más de sesenta especies, entre residentes y migratorias, que gozan de esta estructura.

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