El juego de la lotería duraba entre las siete y las diez de la noche, después del cual se cenaban empanadas con chocolate payanés, con acompañamiento musical de guitarras, flautas y tamboras; este ejercicio se rotaba de casa en casa, hasta terminar el período de sequía que conocemos como el verano.
Por: Andrés José Vivas Segura – Correo:
P
opayán tiene un pasado promisorio. Y es que, ciertamente, Popayán es una de las ciudades que en América posee una mayor cantidad de referencias y fuentes documentales (y monumentales) para la narración de la historia, y la recopilación de la memoria, que además comprende el amplio marco geográfico que alguna vez fue conocido como la Gobernación de Popayán (1537-1857) y, más adelante, en lo que se conoció como el Estado Soberano del Cauca (1857-1886). En cada momento, ambas extensiones territoriales agruparon varios de los actuales departamentos del sur y del occidente de Colombia, y en Popayán se centralizó buena parte de las operaciones administrativas, civiles y militares de la región.
Como resultado de mis inclinaciones historiográficas, desde hace varios años he tratado de recopilar, leer y archivar toda la información que ha caído en mis manos sobre la historia reciente y pretérita de nuestra amada ciudad de Popayán, bien sea bajo la forma de libros, videos, artículos, recortes de prensa, revistas viejas, en fin, todos los posibles vestigios del pasado que pueblan un sector de mi biblioteca. En cierta ocasión visitaba viejos baratillos de libros cercanos a la plaza de San Victorino, en Bogotá, cuando encontré un hermoso libro antiguo, publicado en 1939 por las Escuelas Gráficas Salesianas de la capital, que llevaba por nombre EPISODIOS PAYANESES, escrito por el doctor Jorge Cajiao Candia.
Apenas lo vi brinqué sobre él, como si otras personas se hubieran percatado del misterio que su título sugiere, y estuvieran tratando de arrebatármelo con sus manos invisibles. Sin regatear el precio, lo adquirí inmediatamente, lo empaqué en la mochila y me dirigí con este nuevo tesoro hacia mi vivienda en la zona de Teusaquillo, y me dispuse a saborearlo lentamente, con el interés inquietante de conocer sobre la Popayán del período entre los siglos XIX y XX, que es tan interesante en nuestra provincia. Hace algunos días lo encontré entre mis archivos y me alegró la tarde con su amena narración del corte de los cuadros de costumbres, sobre este pueblito viejo.
Según el Diccionario Biográfico de Gustavo Arboleda, don Jorge Luis fue cirujano dentista, formado en Europa y Estados Unidos, hijo del médico cirujano Domingo Cajiao Caldas, quien se había casado con su prima Zoila Candia Velasco, y tuvieron una familia de seis hijos, según los modos y formas del siglo XIX. Los Episodios Payaneses comprenden de una recopilación de los artículos que publicó su autor en columna editorial de la revista ilustrada Viajes, de la ciudad de Bogotá, así como en el diario local El Liberal y en la revista Popayán, con el mismo título del libro, como un homenaje del autor a su tierra natal, en el IV centenario de su fundación.
El pequeño libro, de apenas 90 páginas en una edición de bolsillo de la época, cuando se hacía referencia a los bolsillos de la gabardina, que eran más grandes que los de las actuales chaquetas, cuenta con diversos conceptos de ciertas autoridades de su tiempo, como fuese el Dr. Miguel Aguilera, miembro de la Academia Colombiana de Historia y la de Jurisprudencia; el Dr. Jeremías Cárdenas Mosquera, exrector de la Universidad del Cauca; y el Dr. Laurentino Quintana, periodista y parlamentario. Todos coinciden en afirmar que don Jorge es una de las mentes más brillantes de su generación y de su tierra, muy comprometido con la región y sobre lo interesante y bellamente narrado de sus memorias.
Como es típico de la historiografía local, el documento hace referencia a sendas anécdotas que involucran a varios de los personajes más connotados de la historia de Popayán en el siglo XIX, como en aquella ocasión en que Tomás Cipriano de Mosquera, el Gran General, desterró al entonces Obispo Bermúdez, contrariando las rogativas y plegarias de las damas católicas de la ciudad quienes, según cuentan, le fueron a reclamar al General sus actuaciones hasta el jardín donde él se encontraba leyendo, pero al no encontrar mayor explicación, decidieron golpearlo haciéndole caer sobre las plantas y quebrándole sus anteojos.
También se mencionan algunas anécdotas sobre otros personajes, como el joven orador Guillermo Valencia, don Joaquín Mosquera (hermano del General), el doctor Pedro Antonio Molina, don Ignacio Muñoz, don Hermógenes Cajiao, el poeta-soldado Julio Arboleda, don Carlos Alban, y el Padre Fidel. Por otro lado, se encuentran varias narraciones, también de tipo anecdótico, relativas a episodios de carácter político y bélico, como la Batalla de Sotará y los pronunciamientos liberales en Popayán; o la guerra de los Mil Días y sus presos políticos. Además, don Jorge Cajiao hizo referencia también a temas de la sociedad y la cultura de su tiempo, con especial atención a la Semana Santa y sus costumbres asociadas, o sobre los paseos al río Cauca o al lago de San Isidro.
Entre tantas narraciones interesantes, quisiera destacar dos o tres, que me llamaron la atención sobre los hechos del pasado. Por ejemplo aquella bella costumbre de las familias de antaño, de promover y fomentar en sus familias y vecindarios la realización de obras de teatro, concursos de declamación, o peñas literarias y artísticas, en los zaguanes de las casas, donde prácticamente todo el vecindario se ponía en función del arte y de las letras, consiguiendo recursos para improvisar escenografías, vestuario e incluso efectos especiales, como cuando don Antonio Valencia dispuso de tres trabucos de la Independencia para reproducir las detonaciones que dieron muerte a los patriotas, en el emocionante drama patriótico titulado Martirio y redención, escrito por el poeta payanés don Teodoro Aquilino León.
En otro aparte hace referencia a los veraneos de la aristocracia payanesa, en las quintas y viviendas ubicadas entre la ciudad y el puente viejo del río Cauca, a su parecer de inconmovible estructura, entre los meses de julio y agosto; para ello me permitiré citar un pequeño e ilustrativo párrafo:
“Instaladas en las quintas las familias, comenzaban a desarrollar el programa del veraneo, consistente en los lunches a la orilla del río, en las visitas recíprocas, en la asistencia a la misa del domingo en la capilla colonial del barrio, en la ida al otro lado del puente a la risueña casita de la pastusa María Antonia para comprar en la surtida tienda los alfeñiques, caramelos, grajeas, confites y bizcochos; en las abundantes fritadas de empanadas en las mañanas domingueras, y como número más importante el juego de la lotería por las noches, a centavo (cuartillo entonces) el puesto.”
El juego de la lotería duraba entre las siete y las diez de la noche, después del cual se cenaban empanadas con chocolate payanés, con acompañamiento musical de guitarras, flautas y tamboras; este ejercicio se rotaba de casa en casa, hasta terminar el período de sequía que conocemos como el verano. Cabe aclarar que esta es una denominación coloquial y popular, pues en nuestra tropical Popayán no se presentan ni el verano ni el invierno, como en los países ubicados en latitudes medias, sino períodos alternados de sequía y de lluvia, a lo largo del año.
El librito termina con un apéndice que hace alusión a las virtudes payanesas, y hace una invitación a los turistas nacionales y extranjeros, a visitar este pequeño recodo de la República, con alusión a algunos de los parajes naturales e históricos más aquilatados por los payaneses, como aquellos donde ocurrieron episodios de la Independencia, en especial las batallas , en el puente de Alto Palacé, los llanos de Calibío, la Cuchilla del Tambo, la hacienda de Coconuco, el puente de la Custodia sobre el río Molino, entre otras estancias.
Un agradecimiento al doctor Cajiao Candia por traer con el tiempo, el papel y las letras, las voces y los vientos del ayer, como un regalo invaluable que aprecio con todo mi amor.
Excelente artículo, toda mi vida la he pasado en Popayán y no tenía ni idea de las viejas costumbres de mi ciudad,