JENIFER VANESSA SARRIA SIERRA
A la hora que usted llegue a Coconuco se los va a encontrar. Si es de día, los verá caminando solos sin ningún rumbo o hacia algún lugar donde puedan llegar a descansar. Se le van a acercar con sus ojitos tristes, pidiendo algo de comida o tal vez una caricia que no han recibido en días, meses y quién sabe… de pronto años.
Si es de noche se los va a encontrar, en pequeñas manadas, acostados en el suelo frío que ofrece el paisaje del pueblo. Los podrá ver muy juntos tratando de darse calor mutuo y lo miraran a usted con la esperanza de que su corazón se conmueva un poco y quiera adoptar a alguno de ellos.
No son pocos los perritos que se ven así en Coconuco. En realidad son muchos (¡demasiados!) los que están solos por la vida. Unos más enfermos que otros y unos más viejos que sus compañeros, pero todos tienen algo en común: una tristeza enorme de no tener quién los quiera y quién los cuide, hasta el último día de sus vidas, a cambio del más infinito amor y agradecimiento que un ser humano pueda recibir.
Hay de todos los tipos: grandes, medianos y pequeños. De diferentes colores, de ojos claros y oscuros, e incluso es posible encontrar perros que entran en estándares de diferentes razas que, algunas personas, en medio de su ignorancia, llegan a calificar como más o menos valiosas que las demás, sin pensar en el animal como tal.
Es realmente triste verlos en las condiciones en las que se encuentran. Algunos se ven enfermos, otros viejos y cansados y, lo más evidente, es la falta de alimento y cariño.
Dicen los pobladores que muchos de estos perros llegan a Coconuco porque son abandonados en la vía. Al ser tan solitaria, algunas personas (si es que se les puede llamar así), los dejan tirados cuando se cansan de ellos, cuando se dan cuenta de que no tienen ni la capacidad económica ni la paciencia para tenerlos en sus casas. Los abandonan en lugares desconocidos y remotos para que no puedan volver al que alguna vez creyeron que era su hogar.
Según los habitantes del municipio, lo más común es ver que los tiran de carros o motos entre los meses de febrero y abril, luego de que ha pasado la emoción del regalo de diciembre; después de haber transcurrido la ternura que despertaron cuando eran cachorros.
Estos animales, claramente, muchas veces son dejados a su suerte y sin vacunar. No están desparasitados, ni mucho menos esterilizados. Esto último hace que la tasa de perros callejeros aumente de manera considerable, sobrepoblando la zona.
Pienso que hay dos puntos clave que nacen de la educación y el respeto hacia otros seres vivos y que pueden prevenir que esta situación siga sucediendo, no solo en Coconuco, sino en otros pueblos del Cauca e, incluso, en la misma Popayán:
Por un lado, está la adopción, gesto que implica responsabilidad por parte de quien se va a hacer cargo del perro, gato u otro animal. Se trata de una muestra de amor infinito, porque se está salvando una vida y se le otorga una segunda oportunidad. Quien decide adoptar debe tener mucha paciencia, ya que por las condiciones en las que viven los perritos en la calle, poco a poco se han ido acostumbrando a ella y estar en un espacio cerrado puede ser difícil para ellos. De modo que el proceso de adaptación puede tomar tiempo, pero no es imposible.
Por otro lado, está la posibilidad de esterilizar a tu mascota o apadrinar a algún animalito para realizarle este procedimiento. La esterilización es una excelente opción que mejora la calidad de vida de estos animales, evitando posibles infecciones, enfermedades leves o mortales. Además, mejora la conducta y, por supuesto, evita la procreación de más individuos, los cuales tienen un alto porcentaje de posibilidades de ser abandonados y quedar en la calle.
¡Rescatar, adoptar y darle calidad de vida a un animalito es un acto inigualable de amor! Es entregarle el cielo a quien ha vivido un infierno y, si de hacerlo se trata, se salvarán dos vidas que jamás estarán solas.