¿Cuál es la trascendencia de los retratos que existían en el Siglo XIX y en otras épocas? Se utilizaban para resaltar la imagen de grandes personajes.
Por: Juan CARLOS Pabón
A pesar de ser la espía más famosa de la historia de la independencia de Colombia, nadie sabe a ciencia cierta cómo era su nombre de pila. Su padre la llamaba Polonia y su hermano Bibiano, Policarpa, al igual que doña Andrea Ricaurte de Lozano. Ambrosio Almeida y José Hilario López la llamaban la Pola.
También se desconoce la fecha y el lugar de nacimiento. Todo esto porque no existe su partida de bautismo. Pero curiosamente de sus hermanos si se tiene información. Los historiadores han estimado su año de nacimiento basados en las fechas de nacimiento y bautizo de sus hermanos; de tal modo debe estar entre 1790 y 1796. Sobre su lugar de nacimiento, todo parece indicar que fue en Guaduas, Cundinamarca.
Policarpa creció en medio de una familia acomodada en Guaduas, que tenía lo suficiente para vivir, pero que no contaba con ningún título nobiliario. Su padre, Joaquín Salavarrieta, había consolidado su mediana fortuna a través de su trabajo como agricultor y comerciante. Su madre se llamaba Mariana Ríos. En 1789 se trasladaron para Santafé y ahí Joaquín adquirió una casa en el Barrio Santa Bárbara, estableciéndose en uno de los sectores más pobres de la ciudad. Pero su estancia fue muy corta, pues en 1802 una epidemia de viruela se propagó en la capital y se produjo una tragedia familiar. Sus padres murieron al igual que sus hermanos mayores María Ignacia y Eduardo. Poco tiempo después, la familia se disolvió. José María y Manuel entraron a la comunidad Agustina. Ramón y Francisco Antonio se fueron a trabajar en una finca en Tena. Catarina decidió regresar a Guaduas, instalándose en la casa de su madrina Margarita Beltrán, hermana de Manuela, junto con Policarpa y su hermano menor Bibiano.
Margarita se dio cuenta del interés de Policarpa por aprender y logró ingresarla a la escuela del Convento de la Soledad. Ahí aprendió a leer y a escribir; costura y al parecer también a tocar guitarra. Los hermanos Salavarrieta vivieron en su casa hasta cuando Catarina se casó con Domingo García y la pareja se llevó a vivir con ellos a Bibiano y Policarpa. Su estadía en la casa de los Beltrán, familia que había participado activamente en la Rebelión de los Comuneros en 1781, seguramente despertó su espíritu de lucha en contra del régimen español, más aún al enterarse que su padre había participado también en esta insurrección.
En 1808, conoció a Leandro y Alejo Sabaraín, hijos de Joaquín Sabaraín, quien era funcionario de las reales minas de Mariquita (Tolima). Alejo y Policarpa tenían la misma edad y compartían las mismas inquietudes políticas y sociales. Un tiempo después, la situación en Guaduas se empezó a complicar debido a las conspiraciones entre criollos y realistas. Alejo le contó sobre los grandes cambios que ocurrían en ese momento en España, en donde el general Napoleón Bonaparte, había puesto en el trono a su hermano José.
Hacia 1815 Bibiano regresó herido a Guaduas, luego de combatir al lado de Antonio Nariño en la campaña del sur. En estas batallas también participó y perdió la vida su cuñado Domingo. Es por esta época más o menos, cuando Policarpa inició sus actividades de apoyo a grupos de insurgencia, que se levantaron para enfrentar a lo que se conoció como la reconquista española. Naturalmente ella no hacía el trabajo sola. Formaba parte de una red de espionaje, en donde contaba con el apoyo de muchas mujeres, de su entrañable hermano Bibiano, y también de Alejo Sabaraín; con quien algunos autores como José Manuel Restrepo, para darle el toque novelesco a su historia dicen que fueron novios o amantes, pero otros como Rafael Pombo desmienten esa información. Haya sido cierta o no esa relación, la verdad es que entre todos apoyaron muy fuerte la causa libertadora.
Es durante este proceso que ella ayudó a salir de la cárcel a los hermanos Ambrosio y Vicente Almeida. También ayudó a desertar a varios miembros del batallón Numancia de Pablo Morillo. Envió armas, periódicos y apoyo logístico a un grupo de rebeldes patriotas ubicado en los llanos orientales. Se cuenta que para la fuga de los hermanos Almeida, el dinero que utilizó para sobornar a los guardias que los custodiaban, lo escondió en unas naranjas.
El ejército imperial le siguió los pasos minuciosamente, haciéndole inteligencia a los movimientos de Bibiano dado que nadie conocía la identidad de Policarpa, hasta que finalmente fue detenida y encerrada en un calabozo del Colegio Mayor del Rosario. Un consejo de Guerra celebrado el 10 de noviembre de 1817 la condenó a muerte junto a Alejo Sabaraín y otros patriotas que fueron detenidos durante esos días. Su ejecución se llevó a cabo el 14 de noviembre de 1817. Durante dos años nadie supo de su existencia.
Es aquí cuando el arte cobra un papel de primer nivel en la divulgación de la imagen de Policarpa Salavarrieta. ¿Cuál es la trascendencia de los retratos que existían en el Siglo XIX y en otras épocas? Se utilizaban para resaltar la imagen de grandes personajes. En el caso del rey Fernando VII, quien nunca visitó ninguna de sus colonias americanas, durante la monarquía su retrato era la presencia del rey en América. El mismo Simón Bolívar para exaltar su imagen también se hizo retratar varias veces. Es muy claro que se trata entonces de la élite de la sociedad, personalidades con mucho dinero, con mucho poder, que se daban este lujo y satisfacían también su ego.
En este orden de ideas y luego de haber realizado este viaje por su vida y teniendo claro su extracción popular surge aquí otra pregunta interesante, ¿cómo llega Policarpa a quedar plasmada en las pinturas que le hicieron casi diez años después de su muerte? La respuesta es que fueron encargadas por personas de mucho dinero que podían pagar estos cuadros y que querían construir un símbolo de patriotismo local. Lo que hicieron pintores como Jose María Espinosa, fue basarse en las obras o textos publicados a principios del Siglo XIX, para sacar de ahí la idea para construir la imagen de la heroína. Es aquí cuando el retrato de Policarpa Salavarrieta alcanza un nivel preponderante, porque se pone al mismo nivel que tenía el rey Fernando VII.