GRACE PATRICIA GALLEGO
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En este recorrido permanente por la Panamericana, de norte a sur, y de sur a norte, amén de los deslizamientos, taponamientos, huecos, hundimientos, y, demás desastres que se presentan a diario, ha llamado poderosamente mi atención, la forma como vienen tapando los rostros de los candidatos a las diferentes corporaciones públicas.
Creí que obedecía a la actitud política de las gentes de una localidad, y correspondía como se dice en los informes policiales; “a hechos aislados”. Mi sorpresa ha ido en aumento, en varios lugares del corredor vial, se ha adoptado la misma actitud frente a la propaganda política de tradicionales figuras públicas que aspiran a ser reelegidas o salir por primera vez.
Llama la atención, ver como la historia se repite. En el antiguo Egipto, los Eikonoklasmo, vocablo griego –iconoclastas- , que significa “ruptura de imágenes”, en la época en que se tenía la creencia social, que la destrucción de iconos, que representaban figuras religiosas o políticas, años 1353-1336 A.C., donde se pretendía borrar la historia del representado, no solo, en la vida terrenal, si no, en el viaje del alma.
Partiendo de la base, que para los antiguos egipcios, las estatuas representaban la unión entre los seres divinos y los terrenales, la destrucción de la nariz, o del rostro, representaba la ira, o la venganza. Era una forma de informar a sus dioses que ese ser, no era digno de llegar a la sala de la Doble Verdad, ni podía demostrar su decencia en el juicio del alma, para convertirse en un ser divino.
Las mutilaciones tenían entonces la intención de coartar poder.
Creo sin lugar a equivocarme, que la expresión de nuestras gentes tiene el mismo propósito; es borrar años de abandono estatal, de palabras incumplidas, de mentiras repetidas, de risas y palabras falsas…, es una forma de decir ¡no más!, ante la ignominia.
Dándole a la protesta un nuevo status, no es la pedrea, no es la invasión a vías públicas, es el rechazo que sale del alma, del ciudadano que no se rinde, pero sigue de forma callada, casi silenciosa, elevando su voz de inconformidad.
Las próximas elecciones tienen diferentes matices, los que creen en el poder del dinero que lo compra todo, y se sienten seguros ganadores. Y, la voz del cansancio, de la gente que ya no cree en nada.
No me atrevo a pronosticar qué pasará, es el oficio de los politólogos, pero creo en el cambio, en la transformación del ser, de ese cambio capaz de transformar las raíces de un Estado corrupto, es un despertar de la conciencia, más consecuente con lo social, sin ser discurso.
El ostracismo del Cauca, es un dolor en las entrañas…