EDWIN DARÍO LIS HERRERA
La difícil situación social que atraviesa hoy el mundo y bajo el contexto de una pandemia, nos atrevemos hacer este ejercicio reflexivo espontaneo, no con el ánimo de concluir en soluciones únicas, efectivas y absolutas, sino más bien, como una forma de catarsis que me permita descifrar de algún modo el enredo global que percibo y que de alguna manera nos afecta a todos sin distinción alguna. Se mira a un gran sector de la población confundida y desesperanzada, y de ella, a una gran mayoría de jóvenes quienes por estos momentos históricos son quienes lideran marchas infatigables y participan con furor de protestas masivas que han llevado a la intolerancia y a la violencia frente al control represivo que los gobiernos imponen, pero que se constituyen en alternativas validas por cuanto permiten expresar el inconformismo de los más vulnerables frente a la injusticia y la desigualdad social acrecentando la brecha entre una minoría rica y una extensa mayoría de pobres.
Vivimos de manera directa y vivencial los coletazos de un sistema capitalista agotado, el cual se ha soportado en el individualismo absoluto y se ha orientado bajo principio de la libre empresa en donde los más fuertes son los que han logrado empoderarse, consolidando con fuerza y protegiendo su hegemonía a costa de lo que sea.
Ahora, el sistema está pagando el duro tributo de ello hasta el punto de llegar a sus límites, agobiando de paso, a la gran mayoría de una población desesperanzada que se encamina de forma acelerada hacia los límites de la pobreza absoluta. No suficiente con ello, ha arrasado hasta con su propio planeta del que ha extraído sin piedad las riquezas del subsuelo, resintiéndolo cada vez más con consecuencias funestas e irreversibles para quienes lo habitamos a razón del desaforado interés empresarial y su desmedida ambición capitalista a la que poco le ha importado las consecuencias futuras.
Desde lo ambiental, al planeta se lo percibe cansado, de él han echado mano sin ningún pudor ni misericordia para desentrañarle sus recursos hasta lo más profundo de su ser sin pensar que en su avidez descontrolada en algún momento todo tendría que ir agotándose.
El calentamiento global y sus consecuencias perversas ya las estamos viviendo: reducción aceleradas de los glaciales, fuentes del agua vital a punto de desaparecer, usurpación de las selvas y con ellos la desaparición de su flora y su fauna, inmensos incendios forestales que van acabando con los pocos bosques que quedan, y adicional a esto, la aparición de pandemias mortales que arrasan sin ninguna compasión con una gran cantidad de la población, nos llevan a pensar sin pretender ser apocalípticos, que estamos al borde de un agujero negro sin retorno en donde necesariamente habrá que replantearse alternativas inteligentes excluidas de todo tipo de egoísmos si es que aún pretendemos sobrevivir. Será necesario tomar decisiones contundentes e inmediatas que nos lleven a reencontrar un camino menos funesto redireccionando la orientación que nos evite llegar más pronto de lo que pensamos al abismo inexorable del no retorno donde ya no sería necesario pensar en más alternativas.
Quienes toman las grandes decisiones globales tendrán que llegar sin duda a un acuerdo inmediato en donde pondere la sabiduría ante todo bajo el principio de la solidaridad humana que garantice la sobrevivencia de la especie y de su hábitat.
Colombia no es la excepción, a mi modo de ver, transitamos por el momento más crítico de nuestra historia, la cual se hace aún más crítica frente al hecho de ser un país que, pese a los inmensos recursos naturales y humanos con que cuenta, ha llegado a alcanzar los niveles más altos de la pobreza a razón de una clase dirigente política permeada por la corrupción, pero sin duda, toda influenciada de alguna manera, con un inmenso poder determinante y decisorio en donde a manera de estructuras perversas de mafias “racionalmente” organizadas han terminado imponiendo su orden y control, decidiendo quienes, cómo y cuándo deben gobernarnos bajo sus intereses perversos y mezquinos.