¿Qué pensaría desde su tranquila tumba Álvaro Pío Valencia Muñoz acerca del oprobioso comentario de su sobrina, al hablar de manera desparpajada en pleno siglo XXI, de una nueva división del Cauca entre mestizos e indígenas? Como si su pensamiento se hubiese momificado y olvidándose de sus verdaderos orígenes, comunica al común de los colombianos, ideas de las que no queda más que pensar, que seguiríamos en el total subdesarrollo. Subdesarrollo que permitiría a este tipo de representantes como lo es Paloma Valencia, alejarse del juicio y de la inteligencia para posar de niña intrépida y consentida. Al olvidarse que uno de sus orígenes es campesino pues su cuarto apellido Muñoz, fue heredado de una antecesora que sin rangos ni abolengos, se mezcló con un Valencia poeta y político y de alguna manera soberbio también. Su ancestro Muñoz, desde la pobreza, llegó a ser uno de los dueños de casi todo el Cauca, un hombre que empezó vendiendo pequeñas mercancías y que fue esa pobreza que lo impulsó a no poder medir en algún momento su fortuna. Cuentan también, las lenguas de la tradición caucana, que alguna vez dicho poeta abofeteó a un indio y esto sucedió comenzando el siglo XX, ¿Por qué casi un siglo después, alguien que lleva la combinación de estas dos sangres, intenta abofetear toda una historia de lucha indígena, en que lo único que han hecho es defender lo que les pertenecía y les fue arrebatado con violencia?
Precisamente en un momento en que se habla de conflicto y resolución lo único que se le ocurre a la congresista es proponer la división del Cauca. La verdad, escribir sobre esto me parece hasta una necedad, pues mientras se trata de crear espacios de convivencia y construir territorios de reconciliación, esta caucana posa ante Colombia con elocuencia, como una segregacionista.
Cuando cuento la historia es para resaltar que en esta familia han existido personajes de gran conciencia social, inquietos por la justicia y la equidad; es así como el señor Álvaro Pio Valencia quien fuera un ejemplo de valores como la humildad, dejó una huella profunda cuando se desprendió de todo tipo de vanidad y ambición y desinteresadamente y con compromiso social, devolvió de manera simbólica las tierras a quienes más la necesitaban. Esta memoria no merecería ser atropellada y mucho menos por su propia descendiente, pues la soberbia de su padre poeta e insolente, fue reivindicada por los hechos generosos de su hijo, modelo de vida. No se trata de asumir posiciones indigenistas a ultranza, ni de negar la necesidad que todos los colombianos tenemos de un sitio en la presente historia; pero conociendo a Álvaro Pío, imagino que le daría una merecida nalgada a su sobrina y la invitaría a aprender un poco de la verdadera altivez que da la generosidad.