El pasado viernes 24 de abril, Jota Everardo Aguilar cumplió cinco años de haber sido asesinado en el municipio de El Bordo, Cauca. Sin embargo, su caso sigue archivado, sumándose a la lista de crímenes contra periodistas en la impunidad.
Por: Andrés Córdoba
Especial El Nuevo Liberal
Dos guerrilleros llegaron hasta la casa de ‘Jota’ Everardo Aguilar. El aire fresco que entraba en la morada, aún no lograba disipar el calor intenso que se había tomado esa tarde al municipio de El Bordo, Cauca. Los armados confesaron un secreto que ‘Jota’ Everado había descifrado en un par de segundos: “Nos contrataron para matarlo a usted”, dijeron.
Lo que no logró adivinar fue la siguiente frase, ni lo que vendría. Algo, que ni los pobladores mucho tiempo después creerían. “Nos contrataron para asesinarlo, pero no queremos atentar contra su vida”, fue la frase que aplazó la muerte del periodista. Sin embargo, los dos hombres le advirtieron a ‘Jota’ Everardo que se fuera del pueblo, para que no tuviera problemas. Él, frentero y directo como se le conoció y se le escuchó por la radio, sin titubear un instante respondió, como si los estuviera retando: “hagan lo que tienen que hacer”.
Pero los guerrilleros no cumplieron con su encargo y pronto, desaparecieron en medio de la penumbra ante los impávidos ojos del periodista. ‘Jota’ Everardo no se había librado de la muerte. Sabía que en cualquier momento podría perder la vida. “Un día de estos me van a matar”, repitió en varias ocasiones antes de que recibiera 6 impactos de bala.
Aguilar, desde su programa radial en una emisora del pueblo, denunciaba actos de corrupción administrativa local y regional, por lo cual comenzó a recibir amenazas, como en el 2003, después de denunciar irregularidades en las campañas electorales para gobernación y alcaldías en el Cauca. Una semana antes de su muerte, había anunciado que daría a conocer una nueva denuncia por corrupción.
‘Jota’ Everardo tenía una casa campestre. Grande. Con espacio suficiente para que sus cuatro nietos corretearan por sus pasillos, para hablar cómodamente con sus hijos o con la gente de su pueblo que llegaba para exponerle algún problema. “Todo el mundo entraba a la casa como si conociera a mi papá”, asegura Martín Aguilar, su hijo.
El viernes 24 de abril de 2009, un hombre llegó a la casa de ‘Jota’ Everardo para informarle que en una escuela del municipio, se estaban robando algunos implementos. “Yo tengo unas fotos y se las quiero pasar”, dijo el desconocido, quien a los pocos minutos se marchó con la idea de regresar con las anunciadas pruebas.
Cerca de las 7 de la noche el hombre llegó. Saludó a ‘Jota’ Everardo desde la puerta. “Qué quiere”, le dijo Aguilar desde el interior. “Don Jota es que le traigo las fotos”, dijo el desconocido, mientras en ese mismo instante, la esposa del periodista y una de sus hijas, desde el interior de una habitación, podían ver lo que sucedía.
Everardo no supo quién había llegado, porque estaba de espaldas a la puerta. Tranquilo. Sentado sobre un sillón, viendo uno de sus programas favoritos. Sin embargo, recordó aquellas fotos como la prueba de un posible tema a denunciar en los próximos días. Le dijo al hombre que esperaba una respuesta bajo la puerta, que siguiera. “Muéstreme qué trae”, mencionó.
El hombre fue reconocido por la hija y la esposa del periodista. No encontraron sospecha alguna en la ya acostumbrada rutina, en donde la gente desfilaba por su casa, llevando información o consultando a Aguilar. El individuo se acercó tranquilo a Everardo. Aún lo tenía de espaldas. Fue entonces cuando el sonido de varios estruendos se esparcieron por la casa. Sonidos secos, ligeros. Siete disparos. “La guerrilla”, pensaron las mujeres en la habitación.
Los segundos, la angustia, la escena, el miedo. Everardo sin vida en su silla. La sangre. ¡Quién lo había asesinado! En un momento de lucidez, las mujeres vieron al hombre. Ese, que confiado y tranquilo había llegado a tempranas horas del día y que había regresado en la noche, no con las anunciadas fotos, sino con un arma, ya caliente entre sus manos, después de haber descargado seis balas. Era él. No había sido nadie más. Las mujeres ahora miraban cómo el asesino con una tranquilidad envidiable, ponía su revólver en la cintura, para marcharse sin prisa.
En cuestión de minutos la gente llegó hasta la casa para ver lo que había pasado. Pronto la noticia del asesinato de Aguilar, se difundió por el pueblo y la gente fue llegando hasta que en la amplia casa ya no cupo una persona más, ni siquiera su hijo, Martín Aguilar, que llegó proveniente de Popayán a media noche; “la casa estaba llena de gente, era increíble”, recuerda.
Al día siguiente las cosas no cambiaron. Una gran cantidad de personas llegaron hasta la morada de ‘Jota’ Everardo para verlo por primera vez. Siempre lo habían escuchado, pero no lo conocían, y ahora pasaba todo lo contario: la gente lo conocía, pero ya no escuchaba su voz. “La gente de muchos municipios del Cauca desfilaba por las calles para darle el último adiós a mi padre”, recuerda Martín.
La muerte de este reconocido periodista generó una gran tristeza en el departamento. El exgobernador del Cauca, Guillermo Alberto González aseguró que era un hecho lamentable, mientras que el entonces Defensor del Pueblo, Vólmar Pérez Ortiz, condenó el acto de violencia contra el periodista y se sumó a las voces de repudio. Por su parte, el expresidente de Colombia Álvaro Uribe Vélez, anunció una recompensa hasta de 50 millones de pesos a quien diera información que permitiera la captura del autor del crimen.
Los resultados no se hicieron esperar. En el mes de julio del mismo año la policía detuvo a Arley Manquillo Rivera, alias ‘El Huracán’, como presunto autor del crimen. El hombre fue aprehendido en un puesto de control ubicado en la carretera que va de Popayán a Timbío, cuando se desplazaba por la zona en una motocicleta.
Las investigaciones en ese momento señalaban que el presunto sicario pertenecía a la banda criminal ‘Los Rastrojos’ y supuestamente fue contratado por una suma cercana a los 15 millones de pesos para asesinar al periodista caucano.
Sin embargo, el ‘Huracán’ fue absuelto por el juez primero especializado de Popayán, Víctor Narváez, el 14 de noviembre de 2009. El juez dio crédito a la defensa del sindicado, que presentó como testigos a su esposa y una vecina, las que sostuvieron que el día de asesinato Manquillo participaba en una reunión del organismo local Acción Social en la Secretaría de Gobierno. Este argumento fue desvirtuado por la Fiscalía que no encontró registros de esas reuniones. Por esta razón la Fiscalía apeló el caso.
Pero de nada sirvieron los esfuerzos. Una de las personas que había colaborado en la captura de alias ‘El Huracán’, quien era testigo clave, se negó a seguir ayudando en el caso, por presuntas amenazas en contra de su vida y la de su familia. Así, las cosas se complicaron y al no tener una prueba contundente pronto el caso fue archivado.
Sin embargo, desde el asesinato de ‘Jota’ Everardo, se sigue rumorando sobre el autor intelectual del crimen. La gente dice saber de quién se trata, pero tiene miedo y la verdad parece quedar oculta, para darle paso a un nuevo caso de impunidad.