VÍCTOR PAZ OTERO
Mas de cinco siglos han acontecido a partir de ese día mal llamado el día del descubrimiento de américa. Sería más válido afirmar que antes que descubierta América fue conquistada. Y ese concepto de conquista incorpora rumor de violencia, de invasión, de imposición brutal de una cultura sobre otra u otras culturas. Y en efecto eso fue lo que aconteció a partir de esa fecha dramática del 12 de octubre de 1492, en el que en buena parte el azar siempre impredecible permitió que él alucinado aventurero y navegante llamado Cristóbal Colon se topó con el verde esplendor de estas tierras hasta entonces ignoradas para la codicia europea.
Durante estos quinientos años hemos discutido con vehemencia y ardor apasionado acerca de lo significó o sigue significando ese “encuentro” entre dos mundos. Encuentro que más bien fue profundo y doloroso “desencuentro” entre dos universos y dos culturas que no pudieron construir un lenguaje que pudiera compartirse y comunicarlos.
En esa ya antigua y recurrente discusión, aún no agotada y susceptible de continuar acrecentándose dentro del fluir histórico, se han configurado dos bandos que se oponen y se contradicen y se recriminan, con una buena dosis de ira ideológica, sobre la manera de abordar e interpretar la significación de ese momento de esencial gravitación en nuestra propia relación con la historia que nos ha correspondido vivir y padecer.
Uno de los bandos parece acoger y plegarse a eso que ha dado en llamarse La leyenda negra y el otro se afilia a la que se designa como la leyenda rosa. Que son dos visiones opuestas elaboradas para interpretar el laberíntico y complejo proceso que encarnó tanto el descubrimiento, la conquista y la colonización de la América meridional por parte del imperio español.
En la leyenda NEGRA se considera que la conquista española fue un acto y un proceso de sistemática crueldad y de extermino ejercido sobre las poblaciones y las culturas aborígenes. Una epopeya de horror y de rapiña, de aniquilamiento casi absoluto de valiosas y algo enigmáticas culturas que estaban en un estado de desarrollo muy diferenciado respecto al que evidenció la cultura de que fueron portadores los invasores y los conquistadores que provenían de un tiempo histórico que no era sincrónico con el tiempo histórico en el cual existían los pueblos de América.
En términos generales y también en términos aparenciales la leyenda negra es verdadera. Es un hecho y un acto que no Admite discusión de ninguna clase. Un hecho, que, entre otras cosas, fue certificado y denunciado por los propios españoles de esa época, entre ellos y de manera principalísima el obispo fray Bartolomé de las casas, que en ese pequeño y estremecedor libro titulado Breve historia de la destrucción de las Indias, es el primero en hacer el relato minucioso y macabro de lo que estaba aconteciendo, en este mundo que para él parecía que estaba abandonado de la mano de Dios. Fue él sin duda que dio pie para empezar a escribir el primer capitulo de este largo y tortuoso y amargo libro donde se consigan Los trágicos acontecimientos con los cuales la violencia y también la infamia nos vinculan a la civilización occidental y cristiana. La leyenda negra se inicia con Fray Bartolomé de las Casas. Es pues una iniciativa y una verdad también española.
Por su parte la leyenda rosa, de la cual ahora no tenemos espacio en esta columna, para dar cuenta de los elementos que la componen, se propone al contrario de la negra, a exaltar lo positivo y lo maravilloso que aportó España en la configuración de nuestro mundo y de nuestra historia. Y por supuesto que hay elementos y contenidos maravillosos y esplendidos, entre ellos el lenguaje con el cual pensamos y escribimos.
Seguiremos hablando del asunto, él tema es inagotable.