EDWIN DARÍO LIS HERRERA
Comparativamente, haciendo un ejercicio retrospectivo con otras épocas, los jóvenes de los 70’s fue una generación influenciada por fuertes movimientos sociales que reaccionaban ante el statu quo impuesto. A aquellos jóvenes universitarios franceses de mayo del 68 que esgrimían consignas como: “prohibido prohibir” o “la imaginación al poder”, eran posiciones contestatarias con argumentos sólidos matizadas con algo de romanticismo pero que surgían de la necesidad de expresar su inconformismo frente a una sociedad cada vez más excluyente.
Los movimientos revolucionarios liderados por Cuba fueron el preámbulo de todas estas expresiones libertarias que hicieron mayor presencia en América Latina. A partir de 1969 surge el movimiento hippie en donde el amor y la paz junto al consumo de sustancias psicotrópicas eran expresiones inequívocas de rebeldía frente a la guerra en Vietnam y a una sociedad capitalista injusta que, a toda costa, ha estado centrada en garantizar la reproducción del sistema imperante formando jóvenes alineados y sumisos capaces de perpetuarlo.
A nivel local todo esto repercutía a su manera, eran épocas en donde los viernes, estos jóvenes después de salir del colegio y los sábados, so pretexto de hacer las tareas con los compañeros, empezaban a leer ansiosos con supremo cuidado y rigor, hasta llegar a un fervor casi religioso, El Capital de Carlos Marx, como un libro esencial en donde podrían encontrar alternativas que los condujeran hacia el verdadero cambio social, político, económico y cultural permitiéndoles acrecentar la utopía de un futuro más promisorio y justo, donde pudiesen alcanzarlos todos sin distinciones y compartir un mundo mucho mejor.
Ante el interés de consolidarse y posicionarse frente a los partidos tradicionales, los partidos de izquierda acudían a reclutar militancia bajo el argumento de un mundo mejor, incitando preferiblemente a jóvenes de colegios públicos y sectores populares básicamente, entre quienes se conformaban grupos de estudio que debatían, con respeto y argumentos, las posiciones de cada partido, sin desconocer por supuesto las posiciones sectarias que surgían, característica común de los grupos de izquierda en Colombia, lo cual ha sido hasta el momento, la constante que no ha permitido constituir a la izquierda como una verdadera fuerza política unificada. Eran también épocas del rock, la salsa y los cantos libertarios que venían de Cuba, Chile, Argentina, Uruguay y Nicaragua, en donde el furor revolucionario se alternaba en estos jóvenes con la buena rumba, sin embargo, los sueños nunca se agotaban y la utopía se mantenía viva porque se asumía con seriedad, disciplina y romanticismo los compromisos “revolucionarios” que los hacían sentir orgullosos de ser izquierdistas.
Lamentablemente, nunca la izquierda en nuestro país ha dejado de ser fuerza minoritaria, sin mucho respaldo, desprestigiados por los partidos políticos tradicionales, pareciera que nadie los escuchara excepto la misma militancia, eran censurados muchas veces hasta por sus propios padres, por los curas del colegio, por una sociedad ciega y sumisa que creía que los ideales no pasaban de ser más que un juego de adolescentes locos y románticos con pintas de hippies, influenciados por el grave pecado del comunismo.
Nosotros, los que deseamos un cambio de verdad debemos estar atentos a que nuestras protestas sociales no las ‘encapuchen’ con grupos de extrema derecha, por cuanto estos grupos son capaces de hacer, hasta lo imposible, para volver a retomar o ganar opinión tan caída a solo un año de terminar este gobierno corrupto, mafioso, intolerante y que auspicio el crecimiento de los cultivos de coca y marihuana y que ha generado más rutas de envío de cocaína por los cielos y mares colombianos.
No nos extrañemos que el atentado al presidente de la república en Cúcuta sea un episodio para distraer o generar un crimen de estado. De esta manera, se abriría todo un discurso que favorezca a la clase política mafiosa y corrupta de este país. Lo han realizado y perfectamente lo pueden llevar a cabo. Si unos paramilitares – mercenarios de colombianos, asesinaron al presidente de Haití. ¿Porque no podrían prender la hoguera y generar un caso similar aquí en Colombia cuando estamos próximos a las elecciones y cuando se sabe que no volverán hacer opción de poder en Colombia?