JORGE ELIECER ORTIZ FERNADEZ
Cayeron como un balde de agua fría las declaraciones del señor ministro de defensa Diego Molano, al calificar como “Maquinas de la Guerra” a uno de los niños muertos, a raíz de los bombardeos surtidos, por parte de la tropa, al campamento de las disidencias de las Farc, demostrando, un claro desconocimiento de los Convenios de Ginebra firmados en el año 1949, que sin duda, buscan mejorar considerablemente la protección jurídica conferida a las víctimas de conflictos.
Del convenio surgieron los llamados protocolos I y II, que hacen referencia a los conflictos armados internacionales y a los conflictos armados no internacionales, es decir que cubre las guerras civiles y que para nuestro país entro en vigencia en el año 1996, respectivamente. En resumen, el derecho internacional humanitario fundamentado en los convenios de Ginebra, consisten en salvaguardar y proteger a las víctimas de las situaciones del conflicto armado: combatientes fuera de combate, ya sean heridos, enfermos o náufragos; prisioneros de guerra; población civil; así como, en general, a todas las personas y bienes que no toman o han dejado de tomar parte en las hostilidades.
Otro “desliz” del señor ministro Molano, para más señas ex director del Instituto Colombiano de Bienestar Social, fue el de olvidar, que desde el año 1991 tenemos la carta magna que refiere en su artículo 44 “Son derechos fundamentales de los niños: la vida, la integridad física, la salud y la seguridad social, la alimentación equilibrada, su nombre y nacionalidad, tener una familia y no ser separados de ella, el cuidado y amor, la educación y la cultura, la recreación y la libre expresión de su opinión”. En fin es una suma de desaciertos que se agregan a esta lamentable salida en falso que requiere una rápida revisión por parte del jefe de estado, sobre la continuidad o no en la cartera de min defensa por parte de Molano, tomando en consideración, que en sus manos está la protección de 50.3 millones de colombianos, por lo tanto, no se puede estar supeditado al vaivén y estado emocional de un ministro, que queriendo justificar la muerte de la menor, avala su posición, manifestando que el gobierno nacional, “pierde” competencia en la responsabilidad del menor, por efectos de estar en un campamento guerrillero, sin establecer a priori, las circunstancias por las cuales, los menores, en veces, por reclutamiento forzado, o por que dadas sus condiciones de vida y orfandad del estado, se ven en la imperiosa necesidad de engrosar las filas, no solo, de los grupos alzados en armas en rechazo al manejo del país, sino también, de grupos que están por fuera de la ley, que como ya lo dijimos, se pueden contar los paramilitares y delincuentes dedicados al servicio del narcotráfico.
En fin, este es un tema, que toca la vena sensible de todos los colombianos, como debe ser la protección y entrega de garantías a nuestra niñez, que como muchos actores sociales y políticos, les dan por denominarlos, el “futuro” de la patria, cuando son la presencia viva, que requiere un estamento comprometido con la salvaguarda infantil, suministrando todo el aparato estatal para la óptima formación del potencial que tiene un niño, que sin duda, tiene todas las ganas y el deseo de hacer su aporte para el desarrollo del país. No es sano entonces la definición, que en mala hora, hizo Molanito, tal vez, el como muchos “amantes” de la guerra, no tiene hijos haciendo parte del ejército o de la policía nacional, que se rompen el alma por su país, y que sienten tristeza cuando les ordenan enfrentar a colombianos de su misma generación y condición social, que huyen a las montañas a cuenta de una sociedad inequitativa, cuando la solución es construir una nación a través de un gran pacto por la vida.