HAROLD MOSQUERA RIVAS
En la historia universal y en la literatura, se conocen personajes que, en diferentes circunstancias cometieron el delito de parricidio, en unos casos por acceder al poder y en otros por quedarse con la fortuna de las víctimas. Sin embargo, el caso que hoy convulsiona al país entero, tiene como protagonista a Jhonier Leal Hernández, quien como si no tuviera sangre en las venas, asesinó de manera miserable a su madre Marleny Hernández y a su hermano Mauricio Leal Hernández.
Según unos por la ambición de quedarse con la fortuna de su hermano, luego de exteriorizar su envidia por el éxito económico del fallecido. Por la educación recibida en nuestra humilde casa, en el barrio San Luís de Cali, bajo tradiciones chocoanas, considero proscrita toda forma de violencia, no solo respecto de los padres y hermanos, sino frente a cualquier ser humano. Por eso me resulta increíble que ese joven, esposo y padre de familia, haya perpetrado semejante crimen. Estamos acostumbrados a ver padres y padrastos que, por no pagar cuotas alimentarias, o a veces por celos u odio asesinan a sus hijos o hijastros. Hombres que, poseídos por el dolor de la separación, como si los poseyera un demonio, comenten homicidios con sevicia. Pero la noticia que hoy conmociona al país produce dolor de patria. Hasta dónde llega nuestra descomposición social.
Yo estaría dispuesto a dar hasta la vida misma por mis hijos, mi padre, mi madre o mis hermanos, de hecho, es la felicidad de verlos convertir en realidad sus sueños, el motor de mis luchas, pues los míos hace años que se cumplieron en exceso. Por eso, tratar de encontrar justificación a este acontecimiento resulta imposible, máxime, cuando el actor, en vez de desaparecer para siempre, pretendió disfrazar su delito, como si se tratara de dos suicidios, con un cúmulo de errores tan grande, que bien pronto se descubrió su responsabilidad.
Pronto el caso será cerrado con una sentencia condenatoria y la noticia será sepultada por una nueva tragedia que, a manera de cortina de humo, borre de la memoria colectiva el execrable crimen, así como ya pocos recuerdan el caso de la niña Yuliana Samboní, mientras su asesino gracias a su capacidad económica, paga su pena con comodidades propias de quien se encuentra hospedado en un hotel.
Mientras tanto, todos los candidatos a la Presidencia de la República anuncian tener la fórmula para resolver en cuatro años, los grandes males que aquejan al país. No creo que, la pérdida de valores y principios que motivan hechos tan graves como el aquí comentado, puedan resolverse con propuestas de 4 años, sin embargo, es necesario que hagamos algo, para procurar desaparecer de nuestras noticias diarias, tanta violencia, tanto dolor, tanta injusticia, tanta corrupción, tantas malas noticias y tan pocas buenas que alimenten la esperanza. Lo único seguro es que Jhonier ya no podrá recibir la herencia que por ley le correspondería recibir de su madre y su hermano y quizás alcance a pagar la pena, reducida a la mitad por su confesión y salir un día en libertad, cuando ya nadie se acuerdo de su Mamá y su hermano.